Vida precaria en el Reino Unido

Noviembre 2017

Llegué a Escocia un miércoles y el viernes ya tenía una entrevista, de la que me rechazaron por no tener la documentación en regla.

Mis inicios laborales en Escocia consistieron en hacer turnos mediante una agencia. Es sumamente fácil trabajar en Edimburgo y hay muchas agencias de éste tipo. No requerían ni cuenta bancaria ni seguridad social, por lo que eran sumamente fáciles para los recién llegados como yo.

La semana siguiente semana ya estaba trabajando, y permanecí en dicha agencia durante unos dos meses, hasta que encontré un trabajo de camarero en un PUB. 

Mi primer trabajo en Edimburgo fue de lavaplatos. Me levanté a las 5.30 de la mañana, tomé el bus 26 y llegué en cuarenta minutos a un colegio privado a las afueras. De acuerdo a la información que me dieron, tenía un trabajo de asistente de cocina, pero en realidad estuve lavando enormes bandejas y ollas. Mi compi de curro era bastante majo y me hablaba de videojuegos. Me saqué un dinerillo y al día siguiente hice lo mismo. 

Otro día estuve trabajando de lavaplatos en el hotel Balmoral, uno de los más pijos de la ciudad. Por suerte, en el turno que me tocó no hubo mucha faena. Me puse los guantes y lavé ollas y bandejas sin parar, esta vez con la ayuda de una máquina.

Había otro trabajador limpiando platos también. Estuve hablando con él un rato. Era un hombre escocés de unos sesenta años, muy alto y delgado. Le pregunté que cómo había llegado aquí, y me respondió que gracias a la misma agencia que yo. Seguidamente, me dijo que hacía esto porque no quería dormir en la calle. Me quedé pensando un rato.  

Los servicios de limpieza los llevaban un polaco y un rumano muy simpáticos que no paraban de hacer bromas. El ambiente nocturno en los hoteles se volvía extraño. 

Otro día estuve trabajando de once a cuatro de la mañana, junto a un polaco y dos españoles más. Recuerdo una escena, al final de la noche, en la que los jefes polacos del Balmoral nos estaban dando órdenes para que limpiésemos con más énfasis. Y no hacía mucho caso.  

La enorme cantidad de trabajos que realicé durante ese tiempo sirvió para sobrevivir, pero estaba acompañado de constantes vicisitudes. Por el hecho de ser inmigrante y no dominar la lengua inglesa, la gente se aprovechaba de ti y te trataba con más desprecio.

Ser español en Edimburgo significaba ser de clase baja. La clase alta eran los escoceses. La media, los polacos.

En según qué trabajos nos trataban como ganado. Una horda de españoles e italianos haciendo el trabajo sucio de los hoteles. Allí se demostraba que por muchas estrellas que tuviese el hotel el trato al empleado era rídiculo.

Las vejaciones las noté en un hotel de lujo. Recuerdo que el jefe lituano prometía una jornada de ocho horas y luego acababas trabajando catorce, o te decían que te darían comida de sobras pero nada llegaba. 

Otro día estuve en una boda Sikh y en la Heriot Watt University, que me recordaba a la Universidad Autónoma de Barcelona, lugar donde estuve estudiando 5 años allí y 2 de ellos trabajando promocionándola. Tenía la misma estructura, puentes y todo era verde.

Pero en esos momentos me tocaba limpiar platos y te dabas cuenta de lo fácil que era bajar socialmente.          

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