Febrero 2019
De los diferentes países caucásicos Georgia parece que es el que va a mejor.
Tanto azerbaiyanos como armenios ven a Georgia como un lugar donde las cosas avanzan más.
En una conversación que mantuve con un georgiano le preguntaba sobre el avance y desarrollo de Georgia, y me respondía diciendo que estaba ocurriendo en un buen y mal sentido, ya que el país estaba mejorando pero también estaban aumentando otro tipo de negocios (como los casinos).
Si uno quiere observar la prosperidad georgiana tiene que ir sin duda alguna a la milenaria y exótica Tbilisi.
Fundada hace prácticamente 1500 años, es hoy en día el centro neurálgico de Georgia, albergando a prácticamente un tercio de la población (1 millón y pico de población).
Tbilisi es una ciudad un pelín agobiante y cada vez más turística, con muchos coches en comparación al resto de Georgia, acompañado de esa conducción loca que caracteriza al país.
Georgia tiene ya sus lugares modernos, sus recintos hípster ampliamente extendidos y lugares cool donde puedes dejarte la cartera. Y estan en Tbilisi.
Algo que me gustaría recomendar es el Flea Market. Como cualquier mercadillo en el mundo, ejemplos perfectos de sociedades. Ese día hacía un viento del demonio.
La gigantesca catedral ortodoxa de la Santísima Trinidad se puede observar desde todos los puntos de la ciudad.
Visitar el famoso barrio armenio Ablavari también puede ser una buena opción. Mientras paseaba por la ciudad hablaba con una chica armenia que me hizo saber al respecto: «mira Martín, el barrio armenio de Tbilisi».
Hay una bonita colina con espectaculares vistas llamada Sololaki, a la cual se puede acceder por el moderno teleférico. Arriba de todo te espera el jardín botánico y la madre de Georgia, Kartlis Deda, representando en una gigantesca estatua de veinte metros de altura construida en 1958, para celebrar los 1500 años de la ciudad.
La madre de Georgia sostiene un cuenco de vino en sus manos.
Más adelante se puede pasear por el Puente de la paz, que conecta el viejo Tblisi con el nuevo. Es un puente gigantesco de 150 metros con forma de pescado. Los georgianos para hacer humor le llaman la Maxi Pad, unas compresas.
Quizás existe una relación biológica entre Kartlis Deda y el Puente de la paz.
La zona de los baños termales es bastante bonita y se encuentra al pie de una colina. Hay una cascada y un pequeño camino bastante agradable. Allí mismo nace la ciudad.
La Plaza de la libertad es uno de los puntos principales, que conecta con la avenida Shota Rustaveli, con muchos comercios y tiendas.
En Tbilisi uno se puede mover en metro, en funcionamiento desde el 1966. Fue el cuarto metro de la URSS. El metro es tremendamente hondo y da la sensación de estar metiéndose en un búnker.
Mi etapa en Tblisi acaba en la librería Prosperos de la ciudad, donde me compré Ali y Nino en inglés, y con una editorial inglesa. Pregunté acerca de libros de la historia y la actualidad georgiana y no encontré prácticamente nada en inglés, solamente en ruso y en georgiano.
En Londres o Nueva York será más fácil encontrar libros sobre Georgia que en la propia Georgia.
Tbilisi me dio una sensación de esperanza. De un lugar donde ocurren cosas y la economía se mueve. Un lugar en ascenso.