La televisión nos dirige

Mayo 2016

Un magnate de los medios de comunicación llamado Silvio Berlusconi llegó al poder en Italia el año 1994 y su imperio de la publicidad comenzó a presidir el país.  

Giovanni Sartori, escandalizado, publicó tres años más tarde Homo Videns, la sociedad teledirigidaalertando de los peligros de una nueva cultura en proceso de berlusconización, en la que los medios de comunicación servían, de manera cada vez más reiterada, a unos intereses políticos y empresariales determinados.

Pero seamos sinceros, esto ha ocurrido siempre. Los medios de comunicación no son objetivos ni lo pretenden ser. Cada uno de ellos tiene una ideología y una concepción del mundo. Cada uno de ellos tiene unos objetivos e intereses. Sean éticos o antiéticos.  Sirvan a unos o a otros.

Pero, ¿Por qué una pareja haciendo el acto sexual en la estación de metro Liceo de Barcelona causa más impacto que un bombardeo turco en el Kurdistán?   ¿A qué se debe esto? ¿A una cultura basada en la televisión en la que ver vale más que leer? Nos alertamos por cosas banales, ignoramos cosas importantes.

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Televisión antigua.

Lo cierto es que apenas conocía la obra sartoriana sobre los medios de comunicación. En la facultad había estudiado al Giovanni Sartori más clásico, el famoso autor de Partidos y Sistema de Partidos y Teoría de la Democracia,  estudios referentes en la literatura politológica.  

Después de leer el polémico y desolador ensayo anti-televisión Homo Videns, me entran ganas de coger una novela, un papel y un bolígrafo y aislarme en alguna casita de los pirineos, para desconectar de la televisión, el móvil, el ordenador e internet en general. 

Y allí reflexionar sobre los peligros del homo-videns para el futuro de la humanidad, mientras contemplo la Pica d’Estats respirando el aire puro de las montañas. De hecho, esa es la gran tesis de Giovanni Sartori en su libro: alertar acerca del peligro homo-videns ¿hacia dónde vamos como especie? y, sobretodo, ¿hacia dónde va la democracia?

Pero no nos confundamos. Homo-videns no es un ensayo antropológico, sino un mixto de su pensamiento social, fruto de la inteligencia y la experiencia del sabio italiano.  

Al fin y al cabo, Sartori no pertenece a mi generación nacida entre smartphones y el League of Legends. A principios de siglo, cuando el vino al mundo, apenas había televisiones. En su infancia, se trataba de un auténtico lujo. Y no quiero hablar de móviles, cuestiones muy lejanas en esas épocas. Esa experiencia es justamente la que le permite analizar estas nuevas realidades. 

En su etapa más adulta -ya en edad septuagenaria- el autor comenzó a investigar más acerca de los medios de comunicación, para así relacionarlo con su tema principal: la democracia. Sartori no trata de ser un anacrónico cascarrabias, sino de ver los peligros reales y la amenaza que supone el vídeo -la primacía de la imagen- en nuestras sociedades contemporáneas. No se oculta y suena rotundo. El homo-videns es perjudicial para la democracia. Como explica en el prefacio, “el vídeo está transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns para el cual la palabra está destronada por la imagen”.

“La televisión  -como su propio nombre indica- es “ver desde lejos” (tele), es decir, llevar antes los ojos de un público de espectadores cosas que puedan ver en cualquier sitio, desde cualquier lugar y distancia” explica el autor. La televisión ha puesto en entredicho incluso el origen de las civilizaciones, las cuales se desarrollan mediante la escritura; se basan en “el tránsito de lo oral a lo escrito”.

¿Pero qué consecuencias negativas tiene ver en vez de leer? ¿Existe un encarnizado debate entre ver y leer? La palabra requiere interpretación, y por lo tanto, conocimiento del lenguaje. Sin embargo, la imagen es una “simple representación visual”, que solamente requiere ver. 

Sartori comienza criticando a lo que él llama vídeo-niño, esas generaciones de niños que nacen y crecen con la televisión, que aprenden antes a ver que a leer. El niño es “una esponja que registra y absorbe indiscriminadamente todo lo que ve” y se va habituando a la violencia desde una temprana edad. El vídeo-niño acabará siendo un adulto sin interés por leer y por la cultura, sin capacidad de abstracción.

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El politólogo también plantea debates acerca de las nuevas tecnologías y del progreso tecnológico ¿Realmente la televisión supone un progreso para el homo sapiens? Para el autor, no.

“¿Está superada la televisión?”. Algunos subrayan que sí, pero Sartori, aún aceptando una nueva realidad en la que el ciberespacio y los ordenadores son muy importantes, afirma que la televisión sigue siendo sumamente poderosa. “La televisión ofrece productos de masa, que lleguen a un público muy numeroso […] Internet proporciona productos a medida de diferentes intereses”.

¿Internet producirá un cambio cultural? Sartori responde con dudas: “los verdaderos estudiosos seguirán leyendo libros”. Internet tiene cosas buenas y cosas malas: demasiada información y poca asimilación. “Los analfabetos culturales matarán su tiempo libre en internet”.

Sartori se anticipó a estos cambios culturales influido por la deriva berlusconiana de la política. No podemos afirmar que menosprecie a Internet, ya que en 1997 nadie podía saber lo que significa internet hoy. Para él, la cultura audiovisual no es una verdadera formación.

Poca gente puedes encontrar que prefiera el ordenador o la tablet para leer que al libro en papel. Todos -o casi todos- preferimos el libro. No cansa tanto la vista. Resulta más cálido. Lo disfrutas más. Y cada vez que miras a tu estantería lo encuentras, y le dices “yo te leí”. A un ordenador no puedes decirle lo mismo. La sabiduría se encuentra en los libros, no en un conjunto de conexiones informáticas.

Giovanni Sartori considera que la democracia  es un sistema abierto y heterodoxo basado en derechos políticos, en el que la competitividad electoral es la base. Los diferentes partidos compiten entre ellos por convencer a los ciudadanos para que les voten. Y para que los partidos puedan competir bien, necesitan a una opinión pública informada.

O no. Lo ideal, de acuerdo a Sartori, sería que la opinión pública estuviera informada y conociese todas las opciones políticas. Pero desgraciadamente -o intencionadamente- no pasa. Los medios de comunicación nos convierten en seres superficiales, solitarios y consumistas, sin capacidad de reflexión. 

Un spot electoral o un anuncio televisivo puede incidir en el comportamiento de la ciudadanía. La televisión incita, mediante la imagen, el odio contra el musulmán tras los atentados X. La opinión pública, influenciada, se vuelve cada vez más racista y xenófoba respecto al musulmán. Los partidos políticos, presionados por la ciudadanía, adoptan estos mismos postulados. Es un pez que se muerde la cola. Un molino que no para de girar.  

Ignacio Ramonet (1996), explica en Cómo nos venden la moto, que “la TV construye la actualidad, provoca el choque emocional y condena prácticamente a los hechos huérfanos de imágenes al silencio y la indiferencia”.

Vivimos en una sociedad totalmente manipulada y malinformada, según el sabio italiano, “subinformada” (ocultar información) y “desinformada” (no tener información). Los medios de comunicación -y en especial, la televisión- crean, moldean, manipulan y subinforman a la opinión pública.

Engañan. Lo que repercute peligrosamente a la democracia. Son, sin duda alguna, el cuarto poder. La televisión, con una simple imagen, remueve y altera las conciencias. El vídeo es la autoridad. Nos acercamos a una era que se llamará la “soledad electrónica”. Nuestras relaciones sociales se basarán en conexiones informáticas. Apaga la tele y enciende tu mente.

Lo que repercute peligrosamente a la democracia. Son, sin duda alguna, el cuarto poder. La televisión, con una simple imagen, remueve y altera las conciencias. El vídeo es la autoridad. Nos acercamos a una era que se llamará la “soledad electrónica”. Nuestras relaciones sociales se basarán en conexiones informáticas. Apaga la tele y enciende tu mente.

¿Somos vídeo-niños?