Mayo 2020
La Marcha Radetzky (1932) es la obra magna del periodista y escritor austrohúngaro Joseph Roth, nombre acuñado de la famosa composición Marcha Radetzky de Johann Strauss (padre), que cierra anualmente el Concierto de Año Nuevo de Viena. El libro no está basado en la composición de Strauss, pero esta sale mencionada en múltiples ocasiones. La Marcha Radetzky creo que entra en el Top 1 de libros preferidos del confinamiento.
La historia narra la decadencia del Imperio austrohúngaro (1867-1919) a través de tres generaciones de la familia Trotta. El abuelo, el “héroe de Solferino”, que en su momento salvó al emperador Francisco José de la muerte, heredó un lugar prominente en el reino, lo que ayudó al viejo Trotta (el hijo del héroe) y al teniente Carl Joseph (el nieto del héroe) en sus vidas. El libro es una crónica de las idas y venidas de la familia, siempre bajo la figura del abuelo.
Decían que el Imperio austrohúngaro fue la patria de los sinpatria, el espíritu de la Europa unida frente a los nacionalismos, pero como todo imperio, acabó derrumbándose. La atmósfera a lo que nos traslada Roth es justamente esa: el de una joven y poderosa monarquía dual en el corazón de la próspera Europa, pero cercana a una guerra que nunca acaba de llegar. Este libro nostálgico describe a la perfección la decadencia de los pilares del Imperio austrohúngaro, la administración y el ejército, y da detalles de esta época, como la presencia judía, las partidas de ajedrez, el consumo de alcohol en el ejército y el adulterio, entre otras.
La Marcha Radeztky es considerada una de las mejores novelas del siglo XX. A través de sus casi 400 páginas se reflexiona sobre los valores de la familia y el honor, con el joven Trotta como protagonista, que siente a lo largo de su vida una presión agónica que lo debilita espiritualmente, y sufre en carne viva las desventuras de la muerte y el desamor. Su padre, un “funcionario con voz nasal” -como describe Roth-, observa desde Viena los fracasos de su hijo militar, que no llega a estar a la altura de su abuelo.
Su lectura me eclipsó durante tres días, y me hizo evocar recuerdos de pasados viajes. En 2015 visité Cracovia, Praga, Budapest, Liubliana y la península de Istria (Croacia). En 2017 anduve por el resto de Croacia, luego me dirigí a Budapest de nuevo y seguidamente estuve en la Voivodina (Serbia) y en Bosnia. Más adelante, en 2019 visité Viena una semana y unos meses tarde viajé por la Galitzia ucraniana y por Transilvania (Rumanía). Casi sin darme cuenta había viajado por las principales regiones austrohúngaras.