Nueva York y la locura

Julio 2018

Nueva York y Estados Unidos, en general, dan miedo por la noche. Es como si toda esa paranoia por la seguridad que tienen desapareciese por completo y te encontrases náufrago en una isla perdida. Ruidos, gente y mil cosas inimaginables en Estados Unidos por la noche, pero seguro que millones de cosas interesantes a descubrir.

Mapa de los Boroughs (distritos) vía NYC Map 360

Se respiraba cierta anarquía por la ciudad,  estuvieses donde estuvieses. En nuestro barrio quizás se estaba más tranquilo, y se hacía todo más familiar ya que todo estaba en español, desde los supermercados a las peluquerías. Se escuchaba diferentes acentos en todos lados. Mientras desayunábamos estaban sonando canciones de Álex Ubago en la radio. Nos comimos unos enormes platos por diez euros; sí, comer en Nueva York es extremadamente caro y las raciones son gigantescas. 

Con los cafés pasa los mismo. Son todos enormes y valen mínimo cuatro euros. El tamaño pequeño es gigantesco, así que imagínense el tamaño grande.

Paseando por Central Park, el pulmón de Nueva York, se observaba un paisaje curioso: bosques y rascacielos. Me preguntaba cuanto se debería pagar por tener vistas del Central Park desde tu ventana o terraza. O, en general, cuanto cuesta vivir en Manhattan. La habitación oscila los 1500 euros al mes, doblando así la media en Brooklyn, que según me dijeron está alrededor de 800. 

Algo que me llamó especialmente la atención en Central Park fue una gran cantidad de gente variada haciendo jogging (en España llamado running). Blancos y negros, viejos y jóvenes, gordos y flacos. Parecía que en ese día lluvioso (había un ambiente húmedo relativamente agradable) todo el mundo había salido a correr. El Central Park es realmente enorme, y por el pasa incluso varias carreteras. También tiene varios lagos e un teatro. Muchos artistas urbanos y espectáculos. Una mezcla única entre los valores de la urbanización y de la naturaleza. 

En este sentido, cada nuevo rincón del Central Park ofrecía una actividad diferente. Paseando tranquilamente oímos música a toda pastilla, proveniente de una especie de convención del Hip Hop en patines. Gente de todo tipo bailando al son de la música en patines. Un hombre sacó a bailar a mi madre y fue un momento sumamente divertido.

Ese día se visitó el History Museum, del cual pagas 20 euros (todos los museos valen eso). Si eres turista te timan fácilmente pero hay trucos para entrar; en dicho museo había una puerta trasera desde la cual no se pagaba.  Después de eso fuimos a una especie de mercadillo situado a las afueras del museo, en el que había diferentes comidas del mundo y varios puestos callejeros. Esta vez comimos una especie de fideos japoneses con carne muy sabrosos.

Luego subimos al famoso Top of The Rock, conocido por la fotografía de los obreros en el rascacielos, en el que la visibilidad era bastante mala. Se contemplaba un Nueva York aun fantasmagórico sin atisbos de sol.

Times Square, situado a unos diez minutos, es uno de los puntos álgidos de la ciudad, conocido por los famosos anuncios de McDonalds y Coca Cola que te atrapan; pantallas gigantescas que subsconcientemente te dicen que consuman. 

En general la sensación de recorrer Nueva York por primera es la de una locura adictiva, una atmósfera contagiosa con mil misterios. En el que la locura está recompensada. La gente mas loca termina aquí. La gente baila  -sobre todo los negros- en todos lados. 

La famosa zona zero se encuentra en el sur de Manhattan  y es posiblemente la zona más conocida de la ciudad. Es la zona financiera, donde están las grandes sedes de las empresas transnacionales y multitud de monumentos, tales como la iglesias de la búsqueda (Trinity), el memorial de las Torres Gemelas, el World Trade Center, el centro Calatrava o la estatua del Toro. 

Mapa de Manhattan vía NYC Tourist

Por las calles de Nueva York, y especialmente en esas, vi una cantidad enorme de puestos en la calle, con perritos calientes, hamburguesas, helados y el famoso Pretzel, de origen alemán, un pan duro con sal gorda. Que no mata.

Cuando pienso en la comida enorme y grasienta pienso en el capitalismo, en como esta comida nos hace seres estúpidos sin capacidad crítica. Esta basura es supuestamente útil para desinhibirse pero realmenta te aliena más aun. 

La zona zero es un lugar donde, obviamente, esta de la peor gente del mundo. Lobos de Wall Street de todas los colores, sacando a pasear sus lujoso maletines y sus trajes. En la zona zero debe ser uno de los lugares con más concentración de dinero del mundo. En general, describir la zona zero era muy difícil. Si mirabas arriba te mareabas, y si iba de frentes veías marabuntas de gente, coches, tiendas y comida.

Al final del distrito financero, en el sur de Manhattan, se encuentra el Battery Park, que permite ver a la Estatua de la Libertad (un regalo francés en 1886), el símbolo de Nueva York. Desde allí se puede tomar un barco gratuito que te lleva a Staten Island. Por suerte no me maree y pude disfrutar de unas vistas increíbles marcadas por el impresionante skyline neoyorkino.

Al volver tomamos el metro para ir al famoso Puente de Brooklyn, el más conocido de la ciudad. Estaba repleto de turistas y gente tomándose fotos. Cruzar el puente costó un buen rato. Aunque no lo parezca, las distancias allí son enormes y no vale la pena caminar. Desde el sur de Manhattan hasta el norte tienes unas tres horas en línea recta. 

La masividad y la variedad neoyorkina llama mucho la atención. Esa combinación de cosas tan diferentes hace de Nueva York algo grotesco, y por ende, interminable a ojos del extranjero. Supongo que debe ser la gracia de la ciudad; al no dormir y estar renovándose constantemente, las actividades nunca acaban y el aburrimiento no existe. 

Hay muchísimos museos, de los más importantes del mundo. El Metropolitan, un recinto gigantesco con miles de estatuas e historia de todas épocas y regiones; y el de Arte Moderno, un edifico espectacular con obras transgresoras que, a no ser que seas un experto, te quedarás igual, como fue mi caso. 

También uno puede ver el pijerío del mercado de Chelsea, en el cual puedes acceder a comer ostras japonesas y ceviche peruano a precios estratósfericos, siguiendo el recorrido de un pasillo eterno de puerta a puerta. Como si estuvieses en Ikea o en el Iceland, pero de proporciones gigantescas y con mucha variedad. 

Nueva York es de alguna manera una capital hípster. Los negocios transgresores, las músicas inéditas y los estilos de vestir únicos e incuestionables aparecen en Nueva York. La mezcla de mentes de diferentes partes del mundo hace esto; una global middle class incipiente. 

Visitamos Naciones Unidas, un edifico diseñado por Le Corbusier, Niemeyer y Wallace K. Harrison e inaugurado en 1952. Existe un recorrido guiado por las diferentes salas, en el que puedes observar el Consejo de Seguridad y la Asamblea de Naciones Unidas, distintas cámaras, exposiciones de fotografías de los líderes… cuantas veces habré estudiado esto durante mi etapa universitaria. Naciones Unidas es el gobierno mundial fallido, una especie de centro de operaciones de política mundial pero que en la realidad,  como todos sabemos, tiene menos fuerza de lo que se cree. Me esperaba más de Naciones Unidas, pero lo vi frío y elitista. 

Dentro de Nueva York existe un proyecto urbano llamado Highline, realizado por los vecinos y diferentes asociaciones locales, en el que a lo largo de varios kilómetros hay plantaciones de árboles, flores y diferentes lugares de ocio. Una iniciativa de economía colaborativa que revive en una ciudad demasiada grisácea por sus viejos rascacielos; un camino para desconectar, en el que el humo de la gasolina se combina con las margaritas. 

Añadiendo lugares al recorrido, cabe destacar la plaza de George Washington, una de las más conocidas de la ciudad por su carácter bohemio y contestatario, cercana a la Universidad de Nueva York. Cuando entras en la plaza por la esquina inferior, te esperan 8 negros en mesas en la calle esperándote para retarte al ajedrez por cinco dólares. En la plaza se respiraba cierta cultura underground; había bailes variados, buen rollo y música.

Una visita obligatoria es la Grand Central Terminal, una gigantesca y elegante estación de trenes. Aunque parece más un palacio. En funcionamiento desde 1913, alberga cada día un total de 750.000 visitantes. Además de su potencial como estación, es una de las principales atracciones turísticas de Nueva York, solo por detrás de Times Square

Por último, cabe destacar el metro de Nueva York. Algo frenético e indescriptible. Con más de cien años de historia, alberga hoy en día un total de treinta y seis líneas divididas en 472 paradas, siendo la red de metro más grande del mundo. Además, está abierto las 24 horas del día, en las que en cualquier momento puedes presenciar el espectáculo bullicioso que representa. Su enorme extensión le hace bastante confuso, ya que las mismas líneas de tren pueden tener diferentes carriles, por lo que es muy fácil que te equivoques.

Es bastante claustrofóbico, de aspecto viejo y caluroso, pero con un muy buen funcionamiento, utilizado a diario por millones de personas. Cuesta unos 3 dólares el billete sencillo, pero mediante la compra de otro tipo de tiquets sale más económico. Las curiosidades de este metro se han de palpar, vivir en directo. La gente más rara del mundo va en ese metro, esperando siempre si ir Up Hill o Down Hill.

En Estados Unidos se me hizo normal sufrir experiencias agobiantes. Viniendo de Escocia o de España, el país me pareció carísimo y estresante. La cerveza valía siete dólares y comer en restaurante entre 20 y 30 euros por persona. En general, salarios muy altos pero con una desigualdad enorme. 

También se utiliza plástico en todo, lo que resulta catastrófico para el medio ambiente. Una vez íbamos en busca de comer algo de fruta. Fuimos a un par de supermercados pero no encontramos nada. Solamente había comida basura, pastillas, revistas del corazón, utensilios… y en una nevera, envuelto de plástico, se encontraba una porción de mango cortada a pedazos por el estratosférico precio de cinco euros. Los supermercados grandes como Wall Mart, por lo que parece, se encuentran en las afueras. 

Otros aspecto que llama la atención es el exceso de ruido que hay, principalmente en Nueva York. Motores de potentes coches que rugen y ambulancias y coches de policías con la bocina a mil decibelios. Da la sensación de que haya un hecatombe nuclear por la intensidad en la que se vive la seguridad en Estados Unidos.

Una vez un tipo que conocí en Albania me explicó que Nueva York es la mejor ciudad para hacer couchsurfing del mundo, y que de hecho, es una de las antecesoras de esa manera de viajar. Nueva York, y especialmente Manhattan, es una ciudad de solteros con mucho dinero que viven en imponentes pisos y que, lógicamente, buscan conocer gente y tener experiencias. Las ciudades cosmopolitas llaman a los cosmopolitas, en la que las historias globales se convierten en las conversaciones más increíbles. 

En Manhattan, además, los niños parecen no aceptarse. Coches, ruidos, contaminación y parques rodeados de rascacielos pueden volver loco a cualquiera, y más aun a los más pequeños.  La deshumanización de la ciudad moderna no es apta para el desarrollo personal.

Pese a que en Nueva York haya tantos rascacielos (la segunda ciudad del mundo con más, solamente superada por Hong Kong), muchos de ellos casi centenarios. Aun así es una ciudad moderna y en proceso de modernización, con muchas construcciones en marcha y proyectos urbanísticos que van hacia adelante.

En general, conforme pasaban los días veías más claros los efectos del consumismo, en el que el capitalismo extremo todo se vende y todo se paga. Todo adquiere el valor de mercancía pero a un nivel extremo. El dólar es lo más importante, pero a la vez es un trozo de papel con menos consistencia que el billete de euros. Es un papelajo antiguo.