Cataluña y el fin de la historia

Octubre 2017

Todos los grandes libros clásicos del pensamiento social se caracterizan por marcar épocas, generando así nuevas ideas y nuevos debates.

Con el inicio de la posguerra fría se publicaron dos obras –El fin de la historia de Francis Fukuyama en 1992 y El choque de civilizaciones de Samuel Huntington en 1996-  que tuvieron un enorme impacto en las agendas académicas, políticas, económicas y de toda índole.

De manera resumida, podríamos decir el fin de la historia dominó el panorama en los años noventa, tras la caída del comunismo, y el choque de civilizaciones emergió a partir del ataque terrorista a la Torres Gemelas en 2001.

Estas dos obras podríamos enmarcarlas en aquello que se llama “Sociologías de la Globalización”, es decir, todas esas teorías que pretenden explicar los principales acontecimientos mundiales en la era de la globalización. Si Fukuyama aboga por un futuro estable y pacífico mediante la consolidación del capitalismo y de la democracia liberal, Huntington se muestra más pesimista dibujando un mundo caracterizado por los conflictos entre civilizaciones, basados en una diferencia cultural-religiosa.

Más allá de las ideologías, es necesario entender que estas macro teorías son ante todo modelos teóricos. No pretenden –o deberían pretender- dar la respuesta a los problemas del mundo, sino ofrecer herramientas para una mejor comprensión. Lo mismo podríamos decir de la mano invisible de Adam Smith o el capital de Karl Marx. Hoy en día, cada vez son más recurrentes este tipo de macro teorías, como la sociedad líquida de Zygmunt Bauman o la sociedad del riesgo de Ulrich Beck.

Tanto Fukuyama como Huntington parten de una orientación claramente occidentocéntrica. Tradicionalmente, Occidente ha impuesto mediante diversos procesos históricos sus maneras de hacer y pensar, aunque la implantación real ha sido, en muchos casos, desastrosa. El mundo que funcionaría, de manera reduccionista, sería un mundo cristiano, democrático-liberal y con un capitalismo de libre mercado.

¿Qué pasa con los demás entonces? Ni en América Latina, ni en Oriente Medio, ni en el África Subsahariana, ni en el Sudeste Asiático.

La teoría del fin de la historia y la del choque de civilizaciones podrían ser adaptadas a nuestra realidad actual. ¿A qué se debe, por ejemplo, la creciente reacción islamófoba occidental? Podríamos interpretarlo de acuerdo al choque: mundo islámico versus mundo occidental. Hoy en día, parece que Huntington está más de moda.

La retórica del fin de la historia la situaríamos más con el auge del llamado “populismo” y “nacionalismo” en Europa y Estados Unidos. Diversos partidos, desde la izquierda hasta la derecha, han sido llamados populistas, siendo éstos la mayor amenaza para la democracia liberal.

Es decir, más allá del eje izquierda-derecha, se ha añadido uno que aparece de forma vertical: los partidarios o detractores de la globalización. Así pues, tanto el populismo como el nacionalismo serían reacciones a la globalización y amenazas para la democracia liberal y el capitalismo de libre mercado, las dos bazas principales de Fukuyama.

¿Qué tiene que ver Cataluña con esto?

Pues realmente, muchas cosas. Comúnmente, hemos centrado el debate sobre la independencia con argumentos históricos, económicos, culturales, políticos y sentimentales.

Pero uno más obviado, que ha aparecido en escena cuando los actores internacionales se han comenzado a pronunciar y a actuar en el conflicto que acontece en el estado español, es el análisis en relaciones internacionales.

Las doctrinas realistas ven a una violación de soberanía la separación de Cataluña y un debilitamiento internacional. Los neoliberales (hablando en terminología de Relaciones Internacionales) verían un jaque a los mercados y a la Unión Europea. También podríamos estudiar la comunicación acaecida (la diplomacia del tuit, los videos de la represión, etc.) desde una visión constructivista, la amenaza de la separación mediante la teoría de la securitización e incluso visiones más marxistas, que nos permitirían ver elementos de emancipación, autodeterminación, etc.

La llamada “geopolítica”, lógicamente, también es útil. Nos sirve para ver las relaciones entre los recursos, el territorio y los estados, analizando las relaciones entre estados, la consolidación de bloques estratégicos y los intereses en la independencia de Cataluña, por poner un ejemplo.

Todas estas teorías son muy necesarias para comprender lo que está pasando. Sin duda alguna, ya no podríamos decir que lo ocurrido es un conflicto interno. En un territorio como Cataluña es imposible que no intervengan, de manera tenue, actores internacionales. Desde Rusia hasta la Comisión Europea. Desde The Guardian hasta RT actualidad.

El choque de civilizaciones no es muy relevante en el conflicto, pero tiene matices. Cataluña y España no tienen diferenciación étnica ni religiosa, por lo que el problema resulta menor. Pero en Cataluña hay una gran cantidad de musulmanes. Quinientos mil, un 25% de todos los que viven España. La securitización de ciertas élites, sabiendo cómo está Europa frente al terrorismo, está en alerta por Cataluña debido al número de musulmanes y a lo que podría pasar mientras se construye un estado.

Es un tema del que no se habla pero es sin duda alguna mucho más relevante de lo que creemos. El choque de civilizaciones podría aplicarse a más casos: las vallas de Ceuta y Melilla, las migraciones africanas a Europa y el drama de los refugiados. España está miedosa y securitizada frente a problemas externos.

El fin de la historia de momento no ha llegado. De acuerdo a los estándares democráticos, el mundo está sufriendo un retroceso y China, el adalid del sistema autoritario, está resultando ser el modelo exitoso y el abanderado de la globalización.

Esta es la historia que se repite desde hace tiempo y que no paramos de oír: Brexit en Gran Bretaña, Trump en Estados Unidos, Le Pen en Francia, Alternative für Deutschland en Alemania, Orban en Hungría. Mil ejemplos más. Añadiendo también los retos del terrorismo y del nacionalismo. Una Europa -aparentemente unida pero dominada casi exclusivamente por Alemania y Francia- que alenta de los peligros de los nacionalismos que tantas veces han llevado al continente a la Guerra.

Lo que está pasando en Cataluña es el miedo y la incertidumbre de las clásicas élites –socialistas y conservadoras- europeas y españolas, que se están confrontando con unas nuevas élites con otra orientación que plantean desafíos a sus privilegios y a su estatus quo.

España teme a una Yugoslavia 2.0 y Europa también. Las comparaciones son odiosas pero necesarias, y el estado español en este caso juega el papel de Serbia, es decir, el del estado que no quiere descomponerse. Ya que si Cataluña lo consigue, otros lo demandarán. Si Eslovenia y Croacia lo consiguieron, ¿por qué los demás no?

Evidentemente, Yugoslavia y España se parecen bien poco. Y un factor esencial es el interés internacional que había detrás. El nacionalismo serbio, con el afán de conservar su poder, cometió atrocidades. Pero la descomposición estuvo incentivada por Alemania y Estados Unidos principalmente.

En el caso de España no hay actores internacionales poderosos interesados en desestabilizar en exceso. Incluso Rusia, pese a las constantes acusaciones, no tiene tanto interés. En el caso yugoslavo se demuestra que Fukuyama no funciona. Si la democracia liberal traería el progreso, solamente hace falta ver lo que son los Balcanes hoy en día. Los únicos países que avanzan son Croacia y Eslovenia: católicos y en la Unión Europea.

Por todo ello, las ideas de Fukuyama están muy presentes en las élites contrarias a la independencia, que harán lo que sea para frenar a una Europa en descomposición cada vez más autoritaria, en la que la democracia liberal que propugnaban en los clásicos estados-nación está siendo puesta en cuestión por minorías culturales.

Nos aproximamos a un mundo en el que el estado es cada vez es más débil, y por ende, más pequeño y con menos fuerza.

La venganza de la geografía

Mayo 2019

La venganza de la geografía (2012) ofrece realidades muy incómodas que gran parte de los académicos y periodistas no se atreven a mencionar. Una de las tesis de Kaplan es que la geografía fue olvidada durante los años noventa, cuando la URSS se descompuso y múltiples guerras estallaron. En ese momento, Estados Unidos y Naciones Unidas creían que podían modelar el mundo a sus anchas.

Occidente, marcado por los valores del racionalismo, el humanismo, la ilustración, la democracia y los derechos humanos, creía que la tecnología y el progreso traerían seguridad y desarrollo a los países pobres. No obstante, Kaplan se muestra dudoso al respecto y pone su foco en la geografía y la historia. Accidentes geográficos como una montaña, un mar o un desierto o las herencias históricas imperiales, tienen profundos efectos en la creación –y el destino- de los estados nación modernos. Es decir, estas características ayudan –o más bien moldean- a dividir o unir comunidades humanas.

En la primera parte del libro, llamada “Visionarios”, Kaplan explica las teorías de Mackinder y la Isla Mundial, y analiza otros autores como Spykman, McNeill, Mahan, Hodgson, Morgenthau, y Kissinger, todos ellos conservadores británicos o estadounidenses (muchos de ellos migrantes europeos a Estados Unidos), e incluso también se apoya en Heródoto y finalmente en el marxista francés Braudel.

Muchas de estas teorías fueron esenciales para las potencias occidentales a lo largo del Siglo XX, pero en la actualidad Kaplan afirma estas doctrinas están siendo aplicadas por potencias como China, con su obsesión por dominar Asia Central (el centro de la Isla Mundial de Mackinder), o India, con su voluntad por ampliar su poderío naval (aspecto esencial de las teorías de Mahan).

La isla Mundial de Mackinder vía https://juvcritica.wordpress.com/2018/01/12/cinturon-y-ruta-el-proyecto-chino-para-la-dominacion-geoeconomica-de-eurasia/

Los “geopolíticos” son aquellos autores que intentan analizar el mundo de acuerdo a la geografía (el medio ambiente) y la política (los estados). 

Robert Kaplan, pese a su heterodoxia, defiende la doctrina geopolítica -profundamente realista-, aunque puede ser utilizada de manera perversa como la Alemania nazi. La geopolítica por tanto va más allá del entendimiento del ciudadano medio y su advertencia es clara.

Comúnmente olvidamos el factor geográfico y la consecuencia que tiene ésta en la relación entre actores a nivel mundial. Y pese a lo que ocurre con el cambio climático, la geografía sigue siendo prácticamente la misma desde el inicio de las primeras civilizaciones en Mesopotamia.

La segunda parte del libro analiza el mapa mundial de nuestro presente.

 Las regiones más importantes del mundo son las que componen Eurasia, por lo que África y América Latina quedan en segundo plano (aunque veremos si es así en el futuro: tendremos que ver qué ocurre con la migración subsahariana hacia Europa, por ejemplo.).

El proceso globalizador actual, a diferencia del de Marco Polo, hace que el tiempo y el espacio se compriman al máximo, y que las cosas que ocurran en el otro lado del mundo nos afecten directamente (interdependencia). Así pues, Europa, Rusia, China, India, Irán y el legado del Imperio Otomano son los mundos a tener en cuenta.

 El conflicto -o la cooperación- se encuentra en el corazón de Eurasia, pero ¿cuál es exactamente este corazón de la Isla de Mackinder? Posiblemente Asia Central, una región dominada por lenguas túrquicas, influido por el poder político ruso y cada vez más interconectado a China por sus poderosas inversiones.

El autor, con su visión de estratega geopolítico, habla constantemente del “Gran Oriente Medio” o “quadrilátero mundial”, un término acuñado durante el legado de George W. Bush y que hace referencia a una región triangular con sus ángulos en Marruecos, Somalia y Asia Central, y que está caracterizada por su inestabilidad.

Gran Oriente Próximo via Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Oriente_Medio

En este triángulo convergen persas, turcos, árabes y kurdos principalmente, y que todos ellos excepto los persas formaron parte del Imperio Otomano, pero ahora nos preguntamos quién domina el mundo musulmán ¿Los turcos, más avanzados y cercanos a Occidente? ¿Los iraníes mesetarios, que son un país milenario? ¿Los árabes del desierto, que nunca han tenido una gran potencia? La descomposición del Imperio fue hace más de 100 años, pero los efectos siguen estando muy presentes. El mundo actual se parece mucho al de la Primera Guerra Mundial.

En el centro de este triángulo Estados Unidos priorizó su política exterior, invadiendo Irak y Afganistán en la década de los 2000. Sin embargo, los estadistas estadounidenses consideran que ahora es momento de centrarse en contrarrestar el poderío chino, sacándole provecho tanto al continente euroasiático como al Mar de la China Meridional. Estados Unidos se está retirando de Siria y Afganistán. En esencia, el giro hacia Asia fue una estrategia iniciada en la era de Obama, que ahora sigue Trump con la guerra comercial con China y la lucha contra la Ruta de la Seda. 

En el norte de Eurasia se encuentra otra gran potencia histórica: Rusia. Para el gigante del norte, la geografía es un enemigo y un aliado al mismo tiempo. Sus aguas congeladas por el norte y sus enormes estepas por el sur, así como su riqueza en recursos naturales, hacen de Rusia una potencia única. Sus fronteras, volátiles e incontrolables, hacen al país muy difícil de controlar, pero veremos qué rol tiene en el juego euroasiático, es decir, en su relación con Europa del Este, Cáucaso, Asia Central y China, y cómo proyecta su política exterior más allá de sus fronteras.

Si el “cuadrilátero mundial” está marcado por los conflictos permanentes derivados de la geografía y la historiaIndia y China, divididas por las montañas, son las potencias que determinarán el futuro de Eurasia. Ambas crecen económicamente a un ritmo abrumador y suman 2.700 millones de personas, aproximadamente un 35% de la población mundial.

China ya ha iniciado su gran proyecto de la nueva ruta de la seda y está afrontando grandes problemas en la actualidad, aunque su dominio mundial es cada vez mayor. Mientras que la China próspera se asienta en las tierras fértiles del Pacífico, en el Xinjiang, separado por el desierto del Gobi, habitan los Uigures, que comparten grandes similitudes con muchos pueblos de Asia Central; son de ascendencia turca y su fe es el Islam. 

China seguirá afrontando sus retos en el disputado Mar de la China Meridional, y con Taiwán, Tíbet, Estados Unidos, la frontera rusa y Corea del Norte, y por no hablar de los efectos que puedan tener sus inversiones en lugares más lejanos como en África.

La Antigua Ruta de la Seda. Vía: https://www.imagenesmi.com/im%C3%A1genes/muslim-history-timeline-ac.html

Por otra parte, India aún está en un nivel de desarrollo mucho menor, y va camino de convertirse en gran potencia. La geografía le acompañará en el futuro, ya que se encuentra en un “subcontinente” con tierras fértiles y habitables. Ayudada por las calientes aguas del Índico, es cuestión de tiempo que comience a expandirse por los mares con más rapidez. Su delicada situación con Pakistán (el sexto país más poblado del mundo, con 200 millones de habitantes), y su enemigo acérrimo, no da muestras de arreglarse, al igual que la convivencia entre musulmanes e hinduistas. La frontera de Kachemira, con montañas de más de 7000 metros de altura, es una de las regiones más peligrosas del mundo, y en ella convergen Afganistán, Pakistán, India y China.

Tras sus análisis de Eurasia, cabe decir que, pese a su calidad argumental, su visión del mundo está articulada en La anarquía que viene, un famoso artículo que publicó en The Atlantic en el 1993.

Kaplan cree que el mundo pobre o subdesarrollado está condenado al caos y a la violencia, y muchas de sus previsiones de los años noventa se han cumplido. Este mundo que describe es difícil de determinar, pero podría ir de Sarajevo a Pekín, de Rabat a Bangkok, y de El Cairo a Johannesburgo.  Más allá de este mundo anárquico, Kaplan advierte que Estados Unidos no puede olvidar su frontera Mexicana: el muro que propuso Trump que tan criticado fue se acabará convirtiendo en una dramática realidad.

Eurasia

Su obsesión es desgranar los conflictos étnicos y religiosos de los lugares que va visitando en su carrera de periodista y viajero, hasta acabar convirtiéndose en un analista geopolítico de primer nivel. Polémico por naturaleza pero cada vez más vinculado al poder estadounidense y a sus intereses. Es obvio que su cosmovisión es fruto tanto de su identidad de judío estadounidense como la de una persona que ha entrevistado a personalidades políticas de todo el globo. Con sus ojos ha visto lo mejor y lo peor de este mundo. Su excesivo determinismo geográfico es la gran crítica que se le puede hacer.

Robert Kaplan es un firme defensor de la idea estadounidense del mundo, en el que la democracia y el libre mercado son empresas que debe exportar. Entre otras, justifica la invasión de Irak y el bombardeo de la OTAN en Belgrado, siempre determinado por los intereses estadounidenses y occidentales, que según él, están casi condenados a ser universales. Kaplan es también un orientalista, y claramente un autor que identifica el mundo occidental con un Nosotros y un mundo oriental con un Otros (¿Subdesarrollados? ¿Antidemocráticos? ¿Menos seculares? ¿Peores condiciones geográficas?).

En mi humilde opinión, Kaplan ilustra con claridad la política exterior estadounidense, una de las disciplinas más estudiadas en el mundo. Por muchos textos que hubiese leído en la universidad estudiando relaciones internacionales, al final el periodista Kaplan es un ejemplo de un neorrealista convencido: el mundo es anárquico (no hay autoridad central) y el Sistema Internacional está determinada por su estructura. Y en ese caos que impera y que viene, Estados Unidos juega sus cartas desde su protegida isla americana. 

La geopolítica según Vicens Vives

Octubre 2016

La geopolítica es una palabra que lo justifica todo.

¿Es un doctrina o un comodín en nuestros análisis?

Todo es geopolítica. Conflictos en Oriente Medio: geopolítica. Conflictos en el mar de la China: geopolítica.

¿Hasta qué punto es cierto todo esto?  

Los estudios geopolíticos están a la orden del día. Estadistas y académicos siempre tienen esa palabra en la mente y elaboran complejos estudios y análisis para comprender el sistema internacional actual.

Pero a veces tendemos a centrarnos demasiado en enrevesadas teorías -supuestamente innovadoras- actuales y olvidamos las bases teóricas de la doctrina geopolítica. Si olvidas la historia, no entenderás nada.

Portada del libro.

Por ello me dispongo a explicar qué es la geopolítica basándome en el primer gran historiador catalán, Vicens Vives.

Conocido por sus estudios sobre la Edad Media en Cataluña y por ser el nombre de una editorial de libros, el historiador fue el maestro académico de Josep Fontana y Pierre Vilar, entre otros. Entre su magnífica obra, también destaca su Tratado General de Geopolítica: el factor geográfico y el proceso histórico publicado en 1950.

En el primer capítulo del libro, el historiador explica, mediante comprobaciones históricas, la evolución de distintos imperios, desde Alejandro Magno, Julio César hasta los imperios faraónicos de Egipto y Gengis Khan. Todos estos imperios estaban basados en determinadas trayectorias culturales y políticas, movidos, según Vives, por un sentido geohistórico. Para él, la geohistoria es la disciplina que ayuda a comprender el mundo de los fenómenos históricos en la tierra (factor geográfico).

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Si hablamos de los primeros pensadores geopolíticos, no podemos olvidar a Herodoto, “el primer historiador” del mundo, que explicó las guerras médicas entre Persia y el mundo helénico, y a Tucídides, narrador de la Guerra del Peloponeso. Más adelante, los preludios de la disciplina fueron avanzando mediante los análisis posteriores, gracias al helenismo y el imperio romano, a la expansión de europa y las ideas renacentistas y a la ilustración.

Aun así, no es hasta el siglo XIX, con la llegada de la Geografía Política alemana, que la disciplina geopolítica comienza a formularse académicamente, con Humboldt (padre de la geografía física) y Herder (los “Estados naturales” surgen de la propia naturaleza del carácter de los pueblos).

Vives explica que la geografía política tiene cuna alemana, debido a un triple motivo: la corriente idealista kantiana, los innovadores métodos universitarios de las universidades alemanas y el desbordante deseo de la vida del país por conseguir una plenitud soberana inspirada en el imperio germánico.

La implosión de la Geografía Política alemana fue posteriormente complementada por Ratzel (padre de la geografía humana), que consideraba útil a la geografía para fines diplomáticos y de relaciones internacionales. Para Ratzel la geopolítica era la actuación del “hombre” en el suelo (medio geográfico) y el Lebensraum (doctrina del espacio vital).  

Unos años más tarde, Kjellen, firme estatalista, consideraba al estado como un organismo geográfico y soberano, y Haushofer, influyente de los planes nacionalsocialistas, incluyó el factor étnico-racial en sus análisis y complementó el famoso LebensraumAnte la erudita escuela alemana, otros estudiosos occidentales reaccionaron ante tal producción académica.

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Las ideas geopolíticas se fueron ampliando a otras subdisciplinas, como la geopsique (geografía y psicología), la geomedicina (geografía y enfermedades), la biopolítica (geografía y biología) y la geoeconomía (geografía y economía, muy importante ahora).

Algunas de ellas fueron enmarcadas dentro del método geopolítico alemán, pero Vicens Vives critica duramente las posiciones racistas alemanas y defiende el método geohistórico, es decir, la disciplina que estudia a las sociedades históricas.  La geohistoria explica las relaciones entre el medio ambiente geográfico y las diferentes sociedades humanas que conviven en él. Considera que “el hombre no ha de considerar sus relaciones con la tierra que habita como una mística del espacio vital, sino como una experiencia empírica”.

Llegados a este punto tenemos:

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Vicens Vives considera que el motor activo de la historia es “la capacidad del espíritu social para hacer frente a los sucesivos estímulos internos y externos que se le presentan; ya de las adversidades, presiones y penalidades que actúan sobre el mismo”, y estos estímulos juegan en terreno formado por dos factores: los geográficos y los humanos.

En contraposición a la geopolítica alemana (la lucha biológica entre pueblos) y al materialismo histórico (la lucha de clases), el historiador considera al motor de la historia a la autodeterminación espiritual de las sociedades humanas en su contexto geográfico, rechazando a las escuelas más deterministas. En este sentido, Vives explica que “reconocemos la existencia de un escenario -el medio ambiente geográfico- y la presencia de coactores en la representación del drama histórico.

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¿Pero cuáles son estos estímulos? Vicens Vives diferencia entre los factores naturales, en los que incluye el clima, el relieve, el mar y el continente, el litoral y las islas, los ríos y valles, los pasos y puertos montañosos, y el comercio y las comunicaciones, que no forman parte de la naturaleza pero que son condicionantes de la evolución de las sociedades humanas.

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Otro aspecto importante en el análisis de Vives es lo que él llama la situación geohistórica, es decir, “la situación geográfica de un país respecto a las líneas del tráfico mercantil mundial prevalecientes en un periodo determinado de la historia”. Las grandes rutas de las comunicación y el comercio son las que permiten el desarrollo de las sociedades humanas. Además incorpora el concepto de núcleo geohistórico, “el espacio natural favorecido por el cruce de comunicaciones y corrientes de tráfico, de donde, a causa de diversas coyunturas humanas y sociales, ha surgido el ímpetu creador de una cultura o de un Estado.”

Existen determinados lugares que son propicios para el desarrollo político y cultural de una sociedad, también llamado por Vives como “ecúmene estatal”, normalmente las capitales de las sociedades.  Los Estados, en su aspecto geopolítico, tienen tendencia a buscar una salida al mar, a una expansión litoral, y a los glacis (disponer de seguridad para posibles ataques externos) defensivos.

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El historiador considera a la frontera uno de los focos de tensión internacional, como “una periferia de tensión cultural (…) un fenómeno determinado por coyunturas históricas y geográficas registradas en el transcurso de la vida de las sociedades humanas” que, según él, no implica belicismo. Las fronteras existen desde el imperio egipcio, en la que la necesitaban separar las ciudades para organizar la vida agrícola.

Más adelante, la frontera militar surge para defenderse de los pueblos “bárbaros”. Vives niega rotundamente que existan fronteras naturales; creemos comúnmente, por ejemplo, que los ríos, las montañas y los mares establecen fronteras naturales. Para él, dar por hecho esa afirmación es una “aberración geohistórica”, un sueño de una “diplomacia fosilizada”. Es cierto que ciertas fronteras puedan parecer “naturales”, pero es una mentira rotunda; son construcciones de las sociedades humanas a lo largo de la historia.

Por último tenemos que ser conscientes del papel que juegan los recursos naturales, las materias primas para construir y mantener a las sociedades modernas. Todos ellos son considerados esenciales en los análisis geopolíticos. Por un lado tenemos a los minerales (hierro, hulla, níquel, cromo, tungsteno, cobre, plomo, cinc, aluminio, estaño, minerales preciosos, el uranio, la potasa, el salitre, el petróleo), los animales (sobre todo la pesca) y las plantas (trigo, azúcar, cedro, lino, cáñamo, caucho). Han pasado 66 años de estos postulados, por lo que seguramente tendríamos que añadir alguno y quitar otros.

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Rumbo a Tartaria, de Robert Kaplan

Enero 2019

“Rumbo a Tartaria” de Roberto J. Kaplan es el libro que me ha acompañado estas navidades, en las cuales he estado en Atenas (2 semanas) y en el norte de Marruecos (5 días). Me esperaba literatura de viajes pero me he encontrado un tratado geopolítico de alto nivel. Hacía tiempo que no me leía un ensayo de 500 páginas al completo. La mayoría de libros se suelen dejar a la mitad.

Su obsesión por la democracia, el libre mercado y el sistema de valores occidental marcan la ideología neorrealista de Kaplan que, junto a extensas referencias bibliográficas, precisos análisis de contexto histórico y testimonios de alto nivel, retrata un panorama bastante desolador para Oriente Próximo.

Portada del libro

El estadounidense pasa por Rumanía, Bulgaria, Turquía, Siria, Líbano, Jordania, Israel, Georgia, Armenia, Azerbaiyán y Turkmenistán.

Sus descripciones me dejaban boquiabierto. Dibujaba a Rumanía como un pueblo inculto y sin innovación debido al comunismo, y a Bulgaria como un estado dominado por las mafias de chulos. A Turquía como un estado anticuado y a Siria como una extrema dictadura pro Assad. De Jordania habla bastante bien, y de Israel hace un ejercicio casi biográfico. Luego relata las disputas del Cáucaso y acaba cruzando el Caspio hasta llegar a Turkmenistán.

Robert Kaplan es un autor de resonancia internacional. Ha sido nombrado en 2011 y en 2012 como una de las personas más influentes del mundo según Foreign Policy y ha publicado libros como “La anarquía que viene” o “La venganza de la geografía”.

Kaplan visitó estos países a finales de los años noventa. Hoy en día la situación ha cambiado enormemente.

Los Balcanes y el Cáucaso se han recuperado parcialmente. Sin embargo, Siria ha quedado destrozada, tal y como pronosticaba el autor por esas épocas.

El libro me ha despertado muchas inquietudes y ahora espero embarcarme en clásicos de los exploradores del pasado, como Herodoto, Tucídides, Marco Polo y Batuta, entre otros.