Crimen y Castigo (1866) de Fiódor M. Dostoievski

Diciembre 2020

Crimen y Castigo (1866) es la obra más conocida del escritor ruso Fiódor M. Dostoievski, uno de los literatos más influyentes de la historia. Se trata de una novela profundamente psicológica ambientada en San Petersburgo y desarrollada en apenas unas semanas. En “Crimen y castigo” se tratan los “grandes temas de la humanidad” y aparecen una gran cantidad de personajes, entre los que destaca el joven protagonista Raskólnikov, estudiante de Derecho que se ve obligado a dejar la universidad por falta de dinero.

Consumido y atormentado por su pobreza y su miseria moral, a la vez que poseído por pensamientos justicieros y napoleónicos, el protagonista encuentra legítimo cometer un crimen contra una vieja usurera (llamada “piojo” por Raskólnikov), por el bien de la humanidad. A partir de ese trance, Dostoievski desarrolla una tremenda historia que gira en torno a un doble asesinato, en la que todo es una gran desgracia, un dolor absoluto en el alma, un castigo que aparece tras cometer un crimen.

Tras ese acto brutal, el joven estudiante entra un estado de seminconsciencia, marcado por fiebres constantes, paranoias y delirios, hasta que poco a poco va recuperando la cordura. Mientras que Raskólnikov está en estado de shock se da inicio la investigación sobre el crimen y se desarrolla toda la historia, que son en esencia las cavilaciones del joven Raskólnikov –y sus conversaciones con los otros personajes– en cuánto a la psicología y al comportamiento humano. “Crimen y castigo” va de amor, muerte, familia, herencia, crimen, dolor, todo esto elevado a un alto nivel.

En aquella compleja trama aparecen cientos de personajes con personalidades muy variadas, e incluso Dostoievski a veces los escribe con diminutivos o apellidos. Entre ellos destaca el juez Porfirii (una persona inteligente y cruel, amante de la psicología y con el que Raskólnikov mantiene unas orgásmicas conversaciones sugiriéndole que confiese, ya que su autocastigo moral será la peor de las consecuencias), su hermana Dunia (que va a casarse con un empresario llamado Luchin), su madre Pulkeria (dócil, viuda y humilde, como casi todas las mujeres de la novela), Sonia (una joven prostituta que acaba convirtiéndose en la única persona de Raskólnikov, el ejemplo de la bondad en la novela), Svidrigáilov (un viejo libertino y exmarido de la usurera) y otros como su amigo Razumijin y el desgraciado funcionario Marmeládov.

“Crimen y castigo” no es en absoluto una lectura difícil, aunque si es bastante densa, por lo que requiere leerse tranquilamente, dedicando un rato diario sin riesgo de atormentarse. Acompañarla con música clásica rusa es todo un acierto y utilicé como banda sonora a Rachmaninoff y su “Piano Concerto no.2”, lo que me hacía meterme más de lleno aún en la esencia de Raskólnikov, personaje con el que me sentí en ocasiones identificado.

Dostoievski dibuja en Raskólnikov un retrato prácticamente imposible de descifrar, ya que es bondadoso en ocasiones, pero también tremendamente contradictorio y neurótico. Es un joven excéntrico que se cree por encima de las leyes e intenta aplicar sus teorías en la vida real. Raskólnikov cree jugar a ser dios y eso tiene unas terribles consecuencias: contra la Naturaleza uno no puede luchar. Aun así, el protagonista se mantiene firme en sus principios, y finalmente acaba confesando y consecuentemente es deportado a Siberia ocho años. Pero sus ideales siguen firmes y acaba entregado al Amor de Sonia; su querida es la conclusión de que hay un camino humanista fuera de la maldad y la corrupción del hombre. “Ved en lo que únicamente se reconocía culpable: sólo en no haber persistido y haber ido a delatarse”, se expresa al final del libro.

Este libro es una obra maestra que releeré en unos años. Creo que nunca una novela me había atormentado de esta manera, como si estuviese sacando algo de mis adentros con cada línea que leía. El debate principal que plantea “Crimen y castigo” es la justificación del crimen en un mundo racional, del si existen personas superiores a otras; y aunque creamos tener una firme convicción al respecto, la profundidad psicológica y filosófica (existencialista) de Dostoievski nos hace constantemente dudar de nuestros principios.