Mayo 2019
La venganza de la geografía (2012) ofrece realidades muy incómodas que gran parte de los académicos y periodistas no se atreven a mencionar. Una de las tesis de Kaplan es que la geografía fue olvidada durante los años noventa, cuando la URSS se descompuso y múltiples guerras estallaron. En ese momento, Estados Unidos y Naciones Unidas creían que podían modelar el mundo a sus anchas.
Occidente, marcado por los valores del racionalismo, el humanismo, la ilustración, la democracia y los derechos humanos, creía que la tecnología y el progreso traerían seguridad y desarrollo a los países pobres. No obstante, Kaplan se muestra dudoso al respecto y pone su foco en la geografía y la historia. Accidentes geográficos como una montaña, un mar o un desierto o las herencias históricas imperiales, tienen profundos efectos en la creación –y el destino- de los estados nación modernos. Es decir, estas características ayudan –o más bien moldean- a dividir o unir comunidades humanas.
En la primera parte del libro, llamada “Visionarios”, Kaplan explica las teorías de Mackinder y la Isla Mundial, y analiza otros autores como Spykman, McNeill, Mahan, Hodgson, Morgenthau, y Kissinger, todos ellos conservadores británicos o estadounidenses (muchos de ellos migrantes europeos a Estados Unidos), e incluso también se apoya en Heródoto y finalmente en el marxista francés Braudel.
Muchas de estas teorías fueron esenciales para las potencias occidentales a lo largo del Siglo XX, pero en la actualidad Kaplan afirma estas doctrinas están siendo aplicadas por potencias como China, con su obsesión por dominar Asia Central (el centro de la Isla Mundial de Mackinder), o India, con su voluntad por ampliar su poderío naval (aspecto esencial de las teorías de Mahan).
Los “geopolíticos” son aquellos autores que intentan analizar el mundo de acuerdo a la geografía (el medio ambiente) y la política (los estados).
Robert Kaplan, pese a su heterodoxia, defiende la doctrina geopolítica -profundamente realista-, aunque puede ser utilizada de manera perversa como la Alemania nazi. La geopolítica por tanto va más allá del entendimiento del ciudadano medio y su advertencia es clara.
Comúnmente olvidamos el factor geográfico y la consecuencia que tiene ésta en la relación entre actores a nivel mundial. Y pese a lo que ocurre con el cambio climático, la geografía sigue siendo prácticamente la misma desde el inicio de las primeras civilizaciones en Mesopotamia.
La segunda parte del libro analiza el mapa mundial de nuestro presente.
Las regiones más importantes del mundo son las que componen Eurasia, por lo que África y América Latina quedan en segundo plano (aunque veremos si es así en el futuro: tendremos que ver qué ocurre con la migración subsahariana hacia Europa, por ejemplo.).
El proceso globalizador actual, a diferencia del de Marco Polo, hace que el tiempo y el espacio se compriman al máximo, y que las cosas que ocurran en el otro lado del mundo nos afecten directamente (interdependencia). Así pues, Europa, Rusia, China, India, Irán y el legado del Imperio Otomano son los mundos a tener en cuenta.
El conflicto -o la cooperación- se encuentra en el corazón de Eurasia, pero ¿cuál es exactamente este corazón de la Isla de Mackinder? Posiblemente Asia Central, una región dominada por lenguas túrquicas, influido por el poder político ruso y cada vez más interconectado a China por sus poderosas inversiones.
El autor, con su visión de estratega geopolítico, habla constantemente del “Gran Oriente Medio” o “quadrilátero mundial”, un término acuñado durante el legado de George W. Bush y que hace referencia a una región triangular con sus ángulos en Marruecos, Somalia y Asia Central, y que está caracterizada por su inestabilidad.
En este triángulo convergen persas, turcos, árabes y kurdos principalmente, y que todos ellos excepto los persas formaron parte del Imperio Otomano, pero ahora nos preguntamos quién domina el mundo musulmán ¿Los turcos, más avanzados y cercanos a Occidente? ¿Los iraníes mesetarios, que son un país milenario? ¿Los árabes del desierto, que nunca han tenido una gran potencia? La descomposición del Imperio fue hace más de 100 años, pero los efectos siguen estando muy presentes. El mundo actual se parece mucho al de la Primera Guerra Mundial.
En el centro de este triángulo Estados Unidos priorizó su política exterior, invadiendo Irak y Afganistán en la década de los 2000. Sin embargo, los estadistas estadounidenses consideran que ahora es momento de centrarse en contrarrestar el poderío chino, sacándole provecho tanto al continente euroasiático como al Mar de la China Meridional. Estados Unidos se está retirando de Siria y Afganistán. En esencia, el giro hacia Asia fue una estrategia iniciada en la era de Obama, que ahora sigue Trump con la guerra comercial con China y la lucha contra la Ruta de la Seda.
En el norte de Eurasia se encuentra otra gran potencia histórica: Rusia. Para el gigante del norte, la geografía es un enemigo y un aliado al mismo tiempo. Sus aguas congeladas por el norte y sus enormes estepas por el sur, así como su riqueza en recursos naturales, hacen de Rusia una potencia única. Sus fronteras, volátiles e incontrolables, hacen al país muy difícil de controlar, pero veremos qué rol tiene en el juego euroasiático, es decir, en su relación con Europa del Este, Cáucaso, Asia Central y China, y cómo proyecta su política exterior más allá de sus fronteras.
Si el “cuadrilátero mundial” está marcado por los conflictos permanentes derivados de la geografía y la historia, India y China, divididas por las montañas, son las potencias que determinarán el futuro de Eurasia. Ambas crecen económicamente a un ritmo abrumador y suman 2.700 millones de personas, aproximadamente un 35% de la población mundial.
China ya ha iniciado su gran proyecto de la nueva ruta de la seda y está afrontando grandes problemas en la actualidad, aunque su dominio mundial es cada vez mayor. Mientras que la China próspera se asienta en las tierras fértiles del Pacífico, en el Xinjiang, separado por el desierto del Gobi, habitan los Uigures, que comparten grandes similitudes con muchos pueblos de Asia Central; son de ascendencia turca y su fe es el Islam.
China seguirá afrontando sus retos en el disputado Mar de la China Meridional, y con Taiwán, Tíbet, Estados Unidos, la frontera rusa y Corea del Norte, y por no hablar de los efectos que puedan tener sus inversiones en lugares más lejanos como en África.
Por otra parte, India aún está en un nivel de desarrollo mucho menor, y va camino de convertirse en gran potencia. La geografía le acompañará en el futuro, ya que se encuentra en un “subcontinente” con tierras fértiles y habitables. Ayudada por las calientes aguas del Índico, es cuestión de tiempo que comience a expandirse por los mares con más rapidez. Su delicada situación con Pakistán (el sexto país más poblado del mundo, con 200 millones de habitantes), y su enemigo acérrimo, no da muestras de arreglarse, al igual que la convivencia entre musulmanes e hinduistas. La frontera de Kachemira, con montañas de más de 7000 metros de altura, es una de las regiones más peligrosas del mundo, y en ella convergen Afganistán, Pakistán, India y China.
Tras sus análisis de Eurasia, cabe decir que, pese a su calidad argumental, su visión del mundo está articulada en La anarquía que viene, un famoso artículo que publicó en The Atlantic en el 1993.
Kaplan cree que el mundo pobre o subdesarrollado está condenado al caos y a la violencia, y muchas de sus previsiones de los años noventa se han cumplido. Este mundo que describe es difícil de determinar, pero podría ir de Sarajevo a Pekín, de Rabat a Bangkok, y de El Cairo a Johannesburgo. Más allá de este mundo anárquico, Kaplan advierte que Estados Unidos no puede olvidar su frontera Mexicana: el muro que propuso Trump que tan criticado fue se acabará convirtiendo en una dramática realidad.
Su obsesión es desgranar los conflictos étnicos y religiosos de los lugares que va visitando en su carrera de periodista y viajero, hasta acabar convirtiéndose en un analista geopolítico de primer nivel. Polémico por naturaleza pero cada vez más vinculado al poder estadounidense y a sus intereses. Es obvio que su cosmovisión es fruto tanto de su identidad de judío estadounidense como la de una persona que ha entrevistado a personalidades políticas de todo el globo. Con sus ojos ha visto lo mejor y lo peor de este mundo. Su excesivo determinismo geográfico es la gran crítica que se le puede hacer.
Robert Kaplan es un firme defensor de la idea estadounidense del mundo, en el que la democracia y el libre mercado son empresas que debe exportar. Entre otras, justifica la invasión de Irak y el bombardeo de la OTAN en Belgrado, siempre determinado por los intereses estadounidenses y occidentales, que según él, están casi condenados a ser universales. Kaplan es también un orientalista, y claramente un autor que identifica el mundo occidental con un Nosotros y un mundo oriental con un Otros (¿Subdesarrollados? ¿Antidemocráticos? ¿Menos seculares? ¿Peores condiciones geográficas?).
En mi humilde opinión, Kaplan ilustra con claridad la política exterior estadounidense, una de las disciplinas más estudiadas en el mundo. Por muchos textos que hubiese leído en la universidad estudiando relaciones internacionales, al final el periodista Kaplan es un ejemplo de un neorrealista convencido: el mundo es anárquico (no hay autoridad central) y el Sistema Internacional está determinada por su estructura. Y en ese caos que impera y que viene, Estados Unidos juega sus cartas desde su protegida isla americana.