Zagreb y las relaciones rotas

Julio 2017

Llegamos a la capital de Croacia, Zagreb, el centro politico, económico y cultural del país, que alberga un total de un millón de habitantes. La ciudad es relativamente desconocida comparación a otras centroeuropeas como Viena, Budapest o Praga.

Zagreb realmente me sorprendió. Mucho encanto y mucha vida social, acompañado de una arquitectura preciosa que combinaba lo imperial con lo balcánico.

Realizamos un free tour muy interesante por el centro, la opción más recomendable para conocer de un primer vistazo a la ciudad y recibir datos y anécdotas de la misma. Pese a su esplendor creciente sufrió una guerra hace 20 años.

Arte urbano en Zagreb

En el momento en el que llegamos a la plaza donde se ubicaba el Parlamento croata, Luka, el guía, nos hizo una pequeña reseña de la historia política reciente del país, pero sin mojarse y evitando el debate. Sin duda alguna, la guerra de los Balcanes está presente aun, causando estragos y recuerdos a las diferentes comunidades que componen a la región. En Croacia se enfrentaron serbios y croatas tras la proclamación de la independencia de Croacia en el 1991, y la guerra duró cinco años, suponiendo masacres en ambos lados y el exilio de miles de serbios (residentes en Eslavonia, la zona del este de Croacia).

Los días en Zagreb transcurrieron con calma, así que aproveché para leer y visitar tranquilamente la ciudad. Mis padres se habían ido por la mañana y me esperaban un par de días en solitario hasta fuese a Budapest. Tuve una serie de infortunios menores en aquel día, desde la pérdida de mi cepillo de dientes y de mi cantimplora, así como el ataque masivo de mosquitos que sufrí haciendo la siesta en la jardín botánico y la (creo que se lo llevó mi madre).

Después de esto fui al museo de las Relaciones Rotas, un museo único en el mundo. Me quedé un par de horas leyendo las profundas historias rotas que explicaba el simple museo, que consistía en una serie de escritos y objetos que hablaban de rupturas amorosas, familiares, de amistades y un largo etcétera. El museo funcionaba en base a donaciones reales, así que si alguien tenía una relación rota a explicar, podía donar su historia a este particular museo, que por unos cuatros euros nos podía hacer recordar alguna relaciona así que todos tenemos.

Seguí dando vueltas por el centro y me dí cuenta del apogeo del música reggaeton, presente en todos lugares y con ganas de desterrar al pop en inglés. La hegemonía anglosajona de la música va de capa y caída y ya hay expertos que comienza a decir que Despacito de Luis Fonse está marcando un hito en la historia de la música. Y es que resulta muy difícil escapar de esta pegadiza música que está llegando a todos los rincones del planeta, incluido a Croacia.

Lo latino ha llegado al mercado occidental, véase por ejemplo la versión de Justin Bieber de despacito. El reggaeton está comenzando a ser aceptado por las sociedades occidentales, que ya no lo ven únicamente como una cosa de pobres negros que hacen apología del machismo.

Al día siguiente partí hacia Budapest a las 17.00 de la tarde. El bus partió con cierto retraso, y además, en la frontera estuvimos una hora por la revisión de pasaportes. Las fronteras dan para muchas historias, de todos los colores. En la zona Schengen no existen. Sin embargo, en el resto del mundo no es así, e incluso la libre circulación se está poniendo al debate en la actualidad debido a las alertas de terrorismo.

El bus repleto de mochileros cruzó la frontera y tres horas más tarde llegamos a Budapest. Fue un pequeño infierno, siete horas de bus solo, aburrido, y sin poder dormir por la incomodidad. Y aunque no sé cómo, desperté en la estación de Budapest desubicado.

El porvenir de Croacia

Julio 2017

Tras visitar a Dubrovnik nos dirigimos a Split, la segunda ciudad más poblada de Croacia después de Zagreb, también con costa y con un importante puerto. A diferencia de Dubrovnik, se respira un ambiente más juvenil y fiestero, así como una infraestructura urbana menos cuidada. Split es conocido por sus fiestas y festivales, a la vez que posee un bonito centro histórico de la época romana. Me sorprendió lo bien cuidado que estaba Dubrovnik en general en comparación al resto del país.

Desde Split se puede ir Hvar, una isla tipo Menorca de 20 km para relajarse, con un ambiente bastante pijo y elitista en la que se pueden visitar bonitos pueblos costeros.

El verano croata es bastante caluroso, y alcanzábamos con facilidad los 34 grados durante el mediodía.

En general, la costa croata es muy apta para bañarse y disfrutar de las pequeñas calas con aguas cristalinas. Sin embargo, sería muy recomendable pillarse una cangrejeras y una esterilla para poder estar cómodo en las calas, ya que prácticamente todas son de piedra. La masificación de la costa está en aumento, con Dubrovnik y Split como máximo exponente.

Un turismo playero muchas veces hace que el coche sea imprescindible, si se quiere llegar a lugares más recónditos.

Me llamaba la atención la alemanización del turismo, lógico por la proximidad y por la influencia política y ecónomica. Acompañado de la novela que leía sobre la antigua Yugoslavia, me era imposible no imaginarme las vacaciones yugoslavas, en las que el serbio disfrutaba de sus preciadas vacaciones en Croacia, pero a que ahora han sido sustituidos por los alemanes.

Calas de piedras

Luego fuimos a Zadar, otra bonita ciudad de la costa croata, pero no tan turística. También tiene un barrio viejo muy bonito y los precios eran más bajos. En Zadar destacaba el órgano, una especie de escaleras situadas en el malecón de la ciudad que hacen un sonido musical con el agua del mar. Después de eso nos cayó una tormenta tropical y nos cogió frío, que acabamos paliando con comida típica croata.

En la costa croata se puede comer muy bien, y los platos más típicos son el pescado y el marisco, los arroces y la pasta, y la pizza, todo con un toque muy mediterráneo. Es recomendable parar en restaurantes croatas cercanos al mar y aprovechar el pescado fresco que suelen vender.

Seguidamente llegamos a Plivitce, el parque nacional más famoso de toda Croacia. La categoría parque nacional es la más alta dentro de la legalidad de los estados, lo que significa que son zonas casi vírgenes en las que está prohibido edificar.

El turismo que genera Plivitce es impresionante, haciendo un negocio increíble a pueblos que están incluso a 20 kilómetros del parque, justamente donde nos hospedamos, en un pueblucho rural con vacas y prados rodeándote. Nos encontrábamos con la tranquilidad del campo después de la simpatía playera. Incluso nos bajó la temperatura, llegando a 13 grados a las 6 de la mañana, momento en el que uno se tiene que despertar para ir a Plivitce si quiere disfrutar con tranquilidad los lagos que lo atesoran sin hordas de turistas.

Lagos de Plivitce

Los lagos de Plivitce son una visita obligatoria para cualquier turista o viajero que desee conocer otra Croacia. En un trayecto de unas 4 o 5 horas, realizas un camino, en la que puedes coger un barquito y un bus, viendo la inmensidad de los paisajes, una combinación de lagos, cascadas y montañas verdes increíble. Un paisaje difícil de superar, posiblemente de lo más bonito que he visto junto al lago Bojinh en Eslovenia. El precio son alrededor de 20 euros, con descuentos para niños y estudiantes.

A lo largo del viaje iba estudiando acerca de la historia del país, y cada ciudad por la que pasábamos tenía algo que decir a la reciente Guerra de los Balcanes. Croacia sufrió bombardeos por parte de la aviación serbia en varias ciudades, como en Zadar, y en ciudades como Karlovacko, que paramos para pasear un rato y nos pareció una ciudad desértica y sin ambiente, con una gran cantidad de edificios con disparos de la guerra.

Mientras que en algunos lugares se han podido reparar los daños de la guerra, en Karlovacko, una ciudad más empobrecida, se observa otra realidad completamente diferente. La costa croata se nutre del turismo, pero otras zonas no tienen esa suerte.

Con el fin de la Guerra Fría estallaron muchos conflictos armados. Acostumbrados a pensar que Europa es un continente pacífico y democrático, cuesta creer que  hace tan solo 20 años hubiese una guerra de tal magnitud e incluso genocidios. El análisis de conflictos es realmente interesante, a la vez que frustrante y decepcionante, y la paz se sigue construyendo, lentamente. Aprovechando su historia política me pillé un libro sobre la antigua Yugoslavia en una librería de Zagreb, que espero que me sirva para comprender un poco mejor todo lo sucedido.

En esos momentos intentamos descifrar la psicología croata, que me resultaban serios y grandes, con una fisiomanía tirando a rusia pero menos rubios, con esa fama de ser directos y hablar sin tapujos, o eso decían las guías.

Dubrovnik, la ciudad amurallada

Julio 2017

Aterrizamos sobre las nueve de la mañana en Dubrovnik, recogimos las maletas y nos dirigimos hacia la concurrida ciudad. Antes de todo era necesario cambiar euros a la moneda croata, la kuna (1 euro = 7 kunas), para disponer de dinero en efectivo. En los aeropuertos el tipo de cambio suele estar peor, aunque la variación normalmente es mínima.

Nunca me ha gustado el hecho de estar cambiando dinero en cada país, pero por otra parte es una de las gracias de viajar fuera de la zona euro: cuando cruzas la frontera, la moneda cambia.

Dubrovnik es una ciudad situada en la Dalmacia, el sur de Croacia, con salida al mar. Hoy en día es uno de los grandes atractivos turísticos de un país que está en pleno apogeo. Un porvenir que parece positivo para Croacia, y que le ha permitido recuperarse rápidamente de la Guerra de los Balcanes, sobre todo en su zona costera.

Perdido en alguna isla croata

Croacia es un país con forma de C y con múltiples islas a su alrededor. Su población es de 4.3 millones de habitantes y su capital es Zagreb. Formó parte de la antigua Yugoslavia, pero se independizó en 1992. Dieciséis años después, en el 2008, el país lograba entrar en la Unión Europea. Dentro del territorio yugoslavo, Croacia fue la región más desarrollada después de Eslovenia y su renta por habitante es de unos 15.000 euros anuales.

Respecto a la diversidad religiosa, el 88% se declaran católicos, el 4% ortodoxos y el 1% musulmanes, unas diferencias que se han ido pronunciado con cada vez más estupor en todos los Balcanes. De hecho, en la región están los tres únicos estados europeos con mayoría musulmana: Bosnia, Albania y Kosovo.

En Dubrovnik hay turistas de todos lados, sobre todo alemanes y japoneses, que inundan las calles de la Old Town, una auténtica reliquia arquitectónica. Dubrovnik es la ciudad más bonita de toda Croacia y, posiblemente, de todos los Balcanes, destacando sus impresionantes murallas (20 euros cuesta pasear por ellas) y por sus casas de color piedra y tejados rojos, una combinación que produce un brillo típico mediterráneo.

Sin embargo, los precios y los turistas quitan gran parte de ese encanto de eso que algún día fue una gran urbe costera al estilo de Venecia, una ciudad comercial y marítima que permaneció independientemente durante varios siglos.

La serie televisiva Juego de Tronos se ha rodado en Dubrovnik, siendo ésta la capital ficticia de Los Siete Reinos, ciudad donde se asienta el trono de hierro (el poder político) al cual quieren acceder las aristocráticas familias de la serie. La publicidad al respecto es masiva. Hay merchandising por todos lados y múltiples guías, lo que convierte a Dubrovnik en un parque temático para los adictos a la serie. Para sus fieles, en los que me incluyo, se hace imposible no hacer paralelismos entre lo que vi y las batallitas de la serie.

Más allá de la ciudad uno puede disfrutar de las playas que hay, bastante bonitas y de fácil acceso. El turismo es muy variado, pasando por el festivo, familiar y de pareja, pero sobre todo destacaba de manera abrumadora el crucerista, que invade la ciudad hasta las 15.00 de la tarde desembarcando 8.000 personas que se dedican a pasear por el barrio viejo con un calor abrumador.

Las pistas underground de waterpolo que hay montadas en las playas me parecieron un gran acierto, ya que junto al fútbol es el deporte nacional. El waterpolo se practica muchísimo en los Balcanes. La sensación era que la fisionomía croata era más grande que la ibérica, derivado de esos orígenes eslavos. La mezcla entre el tamaño centroeuropeo y los sudeslavos hacían que uno se sintiese pequeño.

Vagabundeo por las costas de Pula

Agosto 2015

Después de dos semanas de turismo cultural decidimos ir a la costa croata para relajarnos, gastando el último pasaje que nos quedaba de nuestro Interrail. Esta vez fue un trayecto corto, de unas cinco horas hasta llegar a Pula, ciudad principal de la península de Istria, situada al norte de Croacia. 

Nuestros planes allí contemplaban playa y relax. Caminamos por Pula hasta llegar al coliseo y salimos a las afueras para irnos a Premantura, un pequeño pueblo más al oeste que nos habían recomendado. El autostop fue increíblemente fácil. 

Anduvimos vagabundeando un par de días por las preciosas playas de la zona, disfrutando de esas aguas cristalinas y puestas de sol paradisíacas. Un día durmiendo al lado del bosque vimos un ciervo que nos miró inquietantemente y echó a correr. 

Por las afueras de Premantura, buscando algo.

Más adelante fuimos al pintoresco Rovinj, un pueblo más al norte, ya en dirección a Venecia. También hicimos autostop para llegar. Dormimos en un camping al lado de la playa, y nuestro nivel de precariedad aumentó.   Tenía una necesidad de comer comida más sana y alimentarme decentemente, pero el viaje no me lo permitía y debía calmar mis impulsos. 

Finalmente, un día más tarde emprendimos de nuevo el viaje dirección Venecia. Luego de 40 minutos esperando, un amigable italiano traductor de persa nos recogió en Rovinj. Dio la casualidad que el chico pasaba por Venecia, lo que nos fué de perlas. En principio, nuestra opción era hacer parada en Trieste y allí coger un bus o un tren para ir a Venecia. Pero vista la oportunidad, el amigable conductor nos llevó directamente a la plaza principal de Venecia. Habíamos superado exitosamente el trayecto, superando dos fronteras (300 kilómetros) en un total de cinco horas.