La vida es una sucesión de caminos hacia distintos lugares. Y uno de esos caminos es el del guerrero.
El guerrero es aquel que participa en la guerra, aunque en nuestros tiempos modernos esta palabra queda un poco desfasada para referirnos los humanos que van a contiendas bélicas.
Guerrero hoy en día es aquel que lucha en diferentes aspectos de su vida, tanto para pagar un alquiler, sobrepasar una enfermedad o pelear en un tatami contra su adversario.
El camino del guerrero es por tanto mi concepción de la lucha.
Es aquel camino que contempla a la lucha como filosofía de vida, aplicada mediante la práctica y el estudio de artes marciales.
Mis primeras experiencias con la lucha provienen de la escuela.
Aunque no era especialmente un chaval peleón, el patio del colegio era un ring, un lugar donde luchar por recursos y territorio. Poseer el balón o el campo de juego otorgaba un poder que muchas veces tenía que ser disputado.
La lucha emergía entonces para resolver conflictos entre niños, dado la falta de autoridad de los profesores para poner orden.
La lucha tiene orígenes milenarios y está con nosotros desde que nacemos.
Es indisociable de la condición humana.
A falta de leyes, la lucha, en sus diferentes ámbitos y momentos de la historia, sigue apareciendo como mecanismo para resolver conflictos.
La lucha va más allá, y es una vía para defender y proteger a los tuyos.
Conocer un arte de lucha te permitirá defenderte con más facilidad de aquellos que quieran atacarte, sean los invasores de las estepas asiáticas o un violador.
Además de los beneficios físicos, las artes marciales te dan autoconfianza, capacidad de actuar en momentos de tensión o incertidumbre.
En la antigua Grecia los ciudadanos de las polis eran políticos y filósofos, pero también dominaban las artes de lucha. Cuentan que Sócrates era un gran luchador. Y que Confuncio, pese a la concepción de erudito de las montañas, era un gran deportista. Los samurais seguían el código del Bushido (camino del guerrero en japonés)
Cultivar mente y cuerpo, dos hechos indisolubles.