Mis casi dos años de entreno y mi cinturón azul recién ganado me hicieron aficionarme más aún.
Así pues, en un viaje que realicé a Cuba pregunté a un conocido (que era cinturón negro en Judo) de entrenar con ellos, y me llevaron a la Academia de Judo Hiroshima de Santiago, una de las más prestigiosas de la ciudad.
Allí me recibieron con los brazos abiertos y me prestaron un kimono blanco. Vinieron unos cinco o seis judokas y me estuvieron enseñando. Yo les enseñé un poco acerca del Jiu Jitsu Brasileño, y estuve entrenando algún joven cubano.
El primero era cinturón verde, un tipo bastante peleón y activo, y estuvimos haciendo Ne-Waza (lucha de suelo) por un rato.
El segundo era un cinturón negro en Judo y en Jiu Jitsu Japonés. Estuvimos haciendo Ne-Waza, pero él insistió en comenzar desde una posición desfavorable. Le acabe finalizando de triángulo.
Al volver de Cuba me atacó un tío borracho por la calle y gracias al Jiu Jitsu pude defenderme.
Más aun, al cabo de unos meses me volvió a atacar un hombre con un gran perro delante de mi casa, el día de navidad mientras paseaba con mi tío.
Por una extraña confusión (nos acusaba de tirarle mandarinas) nos increpó. Hubo un momento en el que hombre se puso más bravo y me empujó, a lo que le respondí con un placaje contra una puerta. El agresor soltó a su perro blanco y salimos corriendo, con el animal corriendo detrás nuestro, el cual me rajó la chaqueta con sus zarpas.
Esos dos infortunios me hicieron ver que las artes marciales tenían algún tipo de utilidad. Me habían servido tanto para actuar como para mantener la compostura.
Ese año seguí entrenando con prácticamente la misma intensidad, unas dos o tres veces por semana de media.
El azul se convertía en un reto cada día. Tenía momentos de estancamiento y sensación de que no aprendía.
El cinturón azul era un cinturón de experimento. Por un lado te daba un ego a conservar, y no podías dejarte vencer por un cinturón blanco. Por otro lado, los cinturones cinturones superiores jugaban más contigo.
En el rango de azul hay una variedad enorme. Hay gente que lleva cuatro o cinco años entrenando y gente que acaba de ser graduada, por lo que se hacían grandes diferencias.
Me encontraba estancado.