Diciembre 2016
La cultura del hachís está ampliamente extendida en Marruecos desde hace siglos, que según un ruso que conocí, se basa en un pacto de hace 250 años entre la monarquía y los señores del hachís. Antiguamente se utilizaba como planta medicinal y se distribuía hacia Francia y otras parte de Europa.
El negocio del cáñamo es fruto de un pacto secreto entre la monarquía y los señores del hachís. Aunque esté ilegalizada en todo el país, se consume con naturalidad, sobre todo en el norte del país. Al contrario que el alcohol, prohibido por el Corán, el Cannabis no aparece en el texto sagrado.
Marruecos es el mayor productor de hachís del mundo y se encarga de la distribución al resto de Europa. Una gran parte de la droga va hacia España, a las costas andaluzas, donde desembarca. Las vías de llegada son muy variadas, desde lanchas hasta aviones, y se distribuye tanto por mafias locales como por fumadores individuales.
Históricamente, desde España se ha dicho que llega en el “culo del moro”, en el que el marroquí ingiere la droga en una bolsa y luego la defeca al llegar a destino.
En el valle del Rif, zona mayoritariamente bereber, se produce principalmente el hachís. La droga tiene un gran impacto en el tejido laboral del país, dando empleos a miles de personas. Chefchaouen es la ciudad del hachís por excelencia, donde miles de peregrinos fumetas europeos aparecen por esos lares a disfrutar de los mágicos efectos del THC.