Durante el voluntariado, a la vez que realizas las actividades, escuchas detenidamente las historias de los refugiados. Ninguna te deja indiferente; nunca dejaba de sorprenderme. Con una paciencia táctica y un oído fino intentaba preguntar sobre sus vidas. En estos momentos te dabas cuenta de que tu vida tiene poca importancia. Acostumbrados al individualismo y egocentrismo occidental, estas experiencias suponían duros golpes. Ante todo, no eres nadie.
Un chico me explicó que tuvo que huir de Irak. La ruta que emprendió fue cruzar Turquía desde el Kurdistán iraquí, pasando por las montañas. Seguidamente pagó un taxi para que lo llevase a Izmir, la gran ciudad Turca de la costa mediterránea. Esta se trata una de las principales rutas que realizaban los refugiados, independientemente de donde viniesen. O cruzaban Turquía (muchos de ellos gracias a las mafias) o se quedaban en campos de refugiados del país, en los cuales hay unos 3.5 millones de refugiados (el país con mayor número de refugiados). Una vez llegabas a Izmir ibas a pueblos de alrededor, y seguidamente era el momento de cruzar en barco hacia las islas griegas, concretamente a Lesbos, la más cercana.
Una vez llegabas a Grecia ya estabas en la Unión Europea, supuestamente un lugar donde se garantizan los derechos humanos. Aunque es radicalmente mentira. En los campos de refugiados de la isla de Lesbos las condiciones son infrahumanas. Todo el mundo hablaba de Moria –uno de los campos de Lesbos- como el auténtico infierno, donde los refugiados no tenían acceso ni a agua, ni a vivienda ni a comida. E incluso habitualmente había peleas e incendios constantes. Inicialmente, Lesbos tenía que ser un lugar temporal en el que los refugiados pasasen poco tiempo (1-2 semanas), pero debido al volumen y la falta de presupuesto se ha ido convirtiendo en una cárcel. El voluntario refugiado me seguía explicando, diciendo que había cruzado a Lesbos con una hija y que tuvo otra en Lesbos, hasta que fue trasladado a Atenas. Gracias a los voluntariados que se hacían en Lesbos logró aprender inglés.
Además de las historias de su camino, me daba valiosos detalles de la vida en su país. Y también sobre las relaciones entre sunitas y chiítas, sobre la distribución étnica y religiosa del país, sobre la época de Sadam Hussein y sobre cosas más sencillas como el precio de un falafel, de los que en Irak por 1 euro podías conseguir tres (y encima mucho más sabrosos). Mientras me explicaba iba buscando y estudiando los mapas de la región, sediento de curiosidad.
Historias. Una vez un amigo me explicó que tuvo una pelea en Turquía y que le rajaron el brazo. A raíz de eso, fue a la comisaría a denunciar y le dijeron que daba igual, que lo que tenía que hacer era ir al hospital y pagar por el tratamiento. En Turquía, o disponías los derechos nacionales o no te atendían. Sin embargo, en Grecia estos derechos fundamentales están garantizados y todos tienen derecho a la salud. La entrada a Grecia era el garante de los Derechos Humanos, aunque los inhumanos campos de Lesbos demostraban esa farsa. En Turquía, según me comentaba, tener un trabajo era mucho más fácil. En Grecia, el paro era mayor y apenas había trabajo. Esa era una de las grandes paradojas entre Turquía y Grecia, rivales históricos, uno musulmán y otro ortodoxo. |
Otro de mis turnos repartiendo ropa acabó y posteriormente estuve haciendo una actividad de outreach, que consistía en hacer saber a los residentes acerca de las actividades que se realizarían, en este caso sobre un concurso de pasteles. En una de las casas nos invitaron a tomar té y nos explicaron la historia de un joven ingeniero afgano que había tenido que huir por amenazas. Nos comentaba que estaba frustrado por la lentitud del campo de refugiados y la falta de respuestas.
Conforme íbamos caminando por el campo se nos unían niños en la búsqueda, siempre dispuestos a ayudar y pasar un buen rato. Muchos de ellos, sobre todo los más mayores, hacían de traductores, ya que a partir de los 10-11 años los niños ya comenzaban a dominar el inglés. Hay algunos que ya llevan tiempo en el campo de Eleonas, y acceden a escuelas públicas griegas, donde también aprenden griego. Sin embargo, una gran mayoría de adultos no quiere saber nada del griego, ya que lo consideran una pérdida de tiempo.