El láser tag y nuestra cultura de guerra

Enero 2017

A raíz del cumpleaños de mi prima, hace unos días fui a un Láser Tag.

El juego, desarrollado en un laberinto oscuro no muy grande, consiste en eliminar a tus enemigos y a sus bases mediante un fusil con un puntero láser, en un periodo de 20 minutos.

Echamos un par de partidas y realmente me lo pasé genial. Pasas un rato con tensión y emoción, corres, te asustas, te matan, matas… y pasas un calor apabullante. Aunque parezca algo lightes bastante cansado físicamente ya que estás en constante movimiento.

Y a nivel mental lo es también, ya que el ambiente trepidante y desconcertante te dejan constantemente en shock. Es una actividad muy recomendable tanto para adultos como para niños.

Tenemos claro que se trata de un juego, puro entretenimiento y diversión. Pero intentemos ir más allá y veamos lo normalizada que está la guerra en la vida cotidiana. Cuando somos niños, incluso bebés, la guerra aparece como institución más en nuestra sociedad.

Desde una óptica realista la historia de la humanidad es una sucesión de guerras, conquistas e imperios.

La guerra es y ha sido uno de los motores de cambio de la historia. Sin embargo, parece que desde el Siglo XX, después de dos fatídicas guerras mundiales, la humanidad ha emprendido un viaje hacia la paz.

Es decir, la lógica de las arenas internacionales ya no es necesariamente la guerra. Pese a que el cambio sea lento y a veces poco palpable, esta conciencia pacifista va amaneciendo.

No obstante, hay muchos eventos internacionales que te niegan esta realidad. Los conflictos después de la IIGM estuvieron marcados por las guerras de proxis.

El mundo se dividía en dos bloques hegemónicos (mediante un sistema bipolar) y los conflictos aparecían en otras áreas geográficas llamadas Tercer Mundo. Estas zonas eran el lugar de disputa entre las dos superpotencias.

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Con un tanque en París

Luego de la Guerra Fría (basada en la lógica de la disuasión: las bombas nucleares son demasiado peligrosas), el mundo empezó una etapa, en primer lugar, unimultipolar con el liderazgo económico y militar de Estados Unidos, y en segundo lugar, con un multipolarismo incipiente debido a la proyección económica de las llamadas potencias emergentes.

En este periodo, Naciones Unidas creyó convertirse en una especie de gobierno mundial, pero el estallido de las Nuevas Guerras y sus intervenciones fracasadas mermaron su “borrachera legislativa” y su emprendimiento en lograr un mundo más seguro y pacífico. Los idealistas años noventa acabaron, dando paso a la vuelta de la geopolítica y del realismo en la década del 2000, debido a la guerra contra el terrorismo de Estados Unidos contra esos enemigos “imaginarios” llamados terroristas.

Quince años después de eso la visión es poca esperanzadora. El auge de la extrema derecha en Europa aumenta, los populismos neoliberales avanzan en latinoamérica, Donald Trump llega a la presidencia de Estados Unidos, el terrorismo y la guerra de Siria ponen en alerta a la comunidad internacional, el cambio climático amenaza con destruir el modelo de desarrollo fósil, los gigantes informáticos controlan nuestro pensamiento… y muchos problemas más.

Y la guerra sigue allí como institución. Cada vez más sangrienta.

No parece que vaya a parar, por lo menos en mucho tiempo. La gente sabe que hay guerras, que están allí, que son complejas, que cuesta acabar con ellas y que tienen consecuencias desastrosas. 

Aparecen constantemente en nuestra vida cotidiana: telediarios, videojuegos, redes sociales y un largo etcétera.  

Tenemos miles de ejemplos de cómo hemos llegado a normalizar la guerra y la violencia militar.

Desde el Estado Islámico, con su dominio de las redes sociales y de Internet, que publica y promociona vídeos con atrocidades para que lleguen al mundo entero y causen alerta y odio, pasando por los videojuegos como Call of Duty y compañía, que hacen que la guerra sea fiesta y diversión, hasta cosas como el Láser Tag y el Paintball, que no dejan de ser recreaciones de situaciones de guerra.

Las guerras están ahí, todos los sabemos. ¿Pero la televisión, los videojuegos y el láser tag son puro entretenimiento? Reflejan el mundo en el que vivimos y nuestra realidad.

Las tecnologías de la violencia, de acuerdo a una exposición que asistí, “abordan las relaciones críticas del arte con la producción contemporánea de violencia y la tecnologías digitales, así como las técnicas utilizadas por el poder para ejercer su imposición a través de la violencia”.

La violencia se “configura como un imaginario colectivo, la iconografía y la simbología de la industria mediática y del espectáculo, así como de las diversas formas en las imágenes son producidas, consumidas o utilizadas por la industria bélica”.

Se llega, pues, al concepto de necropolítica o necrocapitalismo, como “sistema de producción global de muerte”. La guerra global de USA contra el terrorismo se puede plantear de acuerdo a estos términos: una imposición de la industria mediática y militar para legitimar el imperialismo norteamericano.

¿Qué cultura del entretenimiento queremos?