Presupuesto mochilero para viajar por los Balcanes

Agosto 2017

Gracias a una contabilidad casi perfectamente llevada, os muestro unas tablas donde podréis encontrar el presupuesto aproximado para viajar durante un mes por los Balcanes, en países como Hungría, Serbia, Bosnia, Montenegro, Albania, Kosovo, Macedonia y Sofía.

Es importante remarcar que el estilo de viaje es mochilero y se incluye noches gratuitas de alojamiento, autostop y comida sencilla.

Estas tablas han de servir para hacerse una idea de los precios en estos países.

Los datos son del año 2017 en pleno agosto (por tanto los precios son más elevados) y están distribuidos de acuerdo a comida, alojamiento, transporte, cultura y ocio.

En líneas generales, los gastos generales por persona fueron los siguientes:

ComidasAlojamientoTransporteCulturaOcioTotal
250,45234,4190,2222,66171,15768,89

El gasto medio diario era alrededor de 24 euros por persona y 100 euros por país, con una estancia de unos 4 días en cada lugar.

Los países que salieron más económicos fueron Montenegro, por la vida tranquila del cámping, y Albania y Kosovo, los dos países posiblemente más baratos de la región.

A continuación, la distribución por países.

HUNGRÍA

Lo más caro fue el alojamiento y lo más barato el transporte.

ComidasAlojamientoTransporteCulturaOcioTotal
Día 18,0015,222,000,004,0029,22
Día 25,5014,050,005,0625,0049,61
Día 33,0013,540,000,003,0019,54
Día 41,500,003,000,002,507,00
Media4,5014,271,251,278,63
Total18,0042,815,005,0634,50105,37

SERBIA

En comida gastamos casi cuarenta euros.

ComidasAlojamientoTransporteCulturaOcioTotal
Día 42,3010,500,000,000,0012,80
Día 56,000,005,500,001,5013,00
Día 67,600,000,000,006,7514,35
Día 710,507,600,000,0012,5030,60
Día 88,5010,500,000,009,0028,00
Día 92,5024,0026,50
Media6,235,724,920,005,95
Total37,4028,6029,500,0029,75125,25

BOSNIA y HERCEGOVINA

Lo más caro fue el alojamiento.

ComidasAlojamientoTransporteCulturaOcioTotal
Día 95,5010,0015,50
Día 1012,6510,003,005,002,5033,15
Día 114,5010,001,0021,2536,75
Día 124,008,007,5019,50
Media6,669,505,253,0011,88
Total26,6538,0010,506,0023,75104,90

MONTENEGRO

Gastamos unos 50 euros en dos días y medio.

ComidasAlojamientoTransporteCulturaOcioTotal
Día 129,005,0014,00
Día 139,505,001,007,0022,50
Día 142,2510,0012,25
Media6,925,0010,001,007,00
Total20,7510,0010,001,007,0048,75

ALBANIA

En Albania fue el lugar donde pasamos más tiempo, un total de seis noches.

ComidasAlojamientoTransporteCulturaOcioTotal
Día 1410,509,0019,50
Día 1521,000,001,5012,6335,13
Día 1610,000,002,004,504,5021,00
Día 175,0011,005,0021,00
Día 187,0012,502,251,0022,75
Día 195,750,005,502,5013,75
Día 200,803,304,10
Media8,585,423,952,755,16
Total60,0532,5015,808,2520,63137,23

KOSOVO

Kosovo fue el país más barato del viaje.

ComidasAlojamientoTransporteCulturaOcioTotal
Día 206,2010,001,0017,20
Día 219,0010,000,7519,75
Día 227,000,002,259,25
Día 233,000,006,709,70
Día 242,305,500,308,10
Media5,505,005,502,20
Total27,5020,005,500,0011,0064,00

MACEDONIA

Macedonia podría ser el ejemplo medio, en cuanto a precios, de un país de la región.

ComidasAlojamientoTransporteCulturaOcioTotal
Día 245,859,000,600,859,0025,30
Día 256,508,004,0018,50
Día 269,2510,006,254,0029,50
Día 274,608,006,253,0021,85
Día 282,002,00
Media5,648,754,375,00
Total28,2035,0013,100,8520,0097,15

BULGARIA

Bulgaria fue la última étapa del viaje, y apenas nos movimos del centro de la capital.

ComidasAlojamientoTransporteCulturaOcioTotal
Domingo 277,609,501,5018,60
Lunes 2810,009,001,5015,0035,50
Martes 299,509,002,4020,90
Miércoles 304,800,825,6211,24
Media7,989,170,826,13
Total31,9027,500,821,5024,5286,24

La identidad de Sarajevo y la globalización

Agosto 2017

La identidad en el mundo postmoderno y globalizado se está convirtiendo en una cuestión cada vez más compleja. El sentimiento de pertenencia a algo es fugaz. Teóricamente, la globalización –entendida en abstracto como un mundo globalmente conectado- debería generar una especie de conciencia planetaria, un “ciudadanismo global” que va más allá de las fronteras de las naciones.

Si bien este fenómeno se produce en cierta manera, también existen reacciones, como el supuesto “nuevo” nacionalismo que está (re)surgiendo en el mundo, como Donald Trump o los nacionalismos europeos. Frente a los desmanes de la globalización, la soberanía -mermada- de los estados se repliega. La crítica a los nacionalismos se basa en abogar por un mundo en el que las identidades nacionales no tengan tanto peso. Y por lo tanto, nos induce a pensar de manera más global.

Lo cierto es que la ingenuidad respecto al “ciudadanismo global” puede ilustrarse mediante el ejemplo balcánico.  Sabemos que la identidad en los Balcanes nos dará muchos dolores de cabeza.

Si creíamos en la unión de los pueblos yugoslavos, ¿Cómo se desencadenó el conflicto? ¿Qué le pasó a la Yugoslavia socialista y multicultural para acabar en cenizas? ¿Y qué ha pasado tras el conflicto? ¿Cómo se pueden reparar las heridas de la guerra y comenzar a construir paz con dicha diversidad?

¿Podríamos aplicar un ciudadanismo abstracto en Yugoslavia con todos esos problemas? Mientras que la globalización prometía ese “ciudadanismo global”, los fantasmas del pasado aparecían. La región balcánica desde ese momento se replegó y la mirada realista apareció con fuerza.

El supuesto “ciudadanismo global” ha creado una especie de sentimiento de identidad en las ciudades, lugares que en el mundo actual  tratan de escapar de los poderes del estado nación. En la antigua Grecia la ciudad -la polis- era la forma de organización social por excelencia, y tras el surgimiento de las naciones y los nacionalismos, el estado emergió con más fuerza.

Desde los años ochenta, momento que coincide con la expansión de la globalización -neoliberal-, las ciudades son cada vez ricas y poseedoras de recursos. Hoy en día las ciudades globales son el motor de la economía mundial, que está sufriendo una urbanización cada vez más acelerada. 

Sarajevo no es ni de lejos una ciudad de importancia en el tablero global, pero su caso es especialmente entrañable. Su identidad ante todo es Sarajevés, antes que bosnio, cristiano o musulmán. El Sitio de Sarajevo hizo que la gente desarrollase ese sentimiento, y en cierta manera me recuerda a la identidad en las ciudades globales modernas.

El “ser de Barcelona” es casi más importante que el ser de Cataluña e incluso el ser de España. Es una especie de “patriotismo posmoderno”; una visión internacional de tu lugar. Por todo ello, ser de Sarajevo escapaba de las denominaciones étnicas o religiosas y su identidad hacía referencia a una ciudad sucumbida al sufrimiento de la guerra.

Sarajevo me supuso un colocón político, en cierta manera obsesivo.  Oír historias de la guerra como el que sale a comprar el pan o ver edificios ametrallados no es algo común en mi vida cotidiana. Pero justamente en esos momentos de borrachera vital siempre ocurren acontecimientos cósmicos que te trastocan los planes y que te hacen vivir de manera aún más pasional y aventurera. Cuando el espíritu mochilero aparece con fuerza.

En este sentido, todo iba con relativa normalidad. Tras tres días en Sarajevo, queríamos partir hacia Mostar, la segunda ciudad más importante de Bosnia. Reservamos mediante una aplicación de móviles.

Mostar se encontraba como punto a visitar en la ruta que íbamos elaborando paulatinamente mientras viajábamos. Es decir, teníamos un camino de alguna manera preestablecido, pero no marcado. Después de visitar Mostar queríamos ir a Kotor, en la costa montenegrina, y desde allí seguir bajando hasta Albania. 

Pero algo pasó y sorprendentemente no fuimos.

Durante el viaje se reproducían constantemente cambios de roles y contradicciones entre mi amigo y yo, lo cual nos permitía un cierto equilibrio para seguir adelante. Una de estas contradicciones, enmarcada dentro de los múltiples debates mochileros, es la cuestión de improvisar y planificar. Por ello, lograr una estabilidad entre esas dos ideas es necesaria para disfrutar realmente. ¿Debíamos haber reservado para Mostar?

Fruto de la experiencia vimos que, por regla general, no es necesario reservar por los Balcanes, debido a que no hay mucho turismo excepto en Croacia o Eslovenia. Por otro lado, hubo veces que el no haber reservado nos repercutió en el precio final o en el alojamiento, aunque el cambio fue mínimo. De todas maneras, ¿Qué pasa con la experiencia que te llevas? En definitiva, perdimos aproximadamente unos 10 euros por cabeza, lo que valía el hostal de Mostar.

Pero no nos supo mal. Ahí radica la importancia del espíritu mochilero para ser capaz de adaptarse a muchos tipos de circunstancias, algunas de ellas muy rocambolescas. Al día siguiente, en vez de estar viendo a los niños bosnios saltando desde el famoso puente de Mostar, nos encontramos en un espectacular y paradisíaco parque natural montenegrino perdido en los confines del mundo ¿Qué nos pasó?

Eran las 22:30 y tras un largo día, íbamos a ir a dormir para el madrugón del día siguiente, en el que teníamos previsto utilizar autostop. Cuando ya estábamos aposentados en el hostal, nuestro colega brasileño nos comentó que había conocido a un francés que tenía coche y planeaba ir hasta Montenegro unos días y, seguidamente, acabar en Tirana, la capital de Albania. 

Cuando recibimos esa información no nos lo pensamos. El plan nos pareció tan apasionante que no dudamos en aceptar. Así que buscamos al francés y comenzamos a hablar con él acerca del futuro viaje. Él tenía previsto salir al día siguiente por la mañana, al igual que nosotros. Concretamos un módico precio por la gasolina del coche y la propuesta tiró hacia adelante, a la que se sumó nuestro amigo brasileño.

Nos fuimos a dormir con los planes totalmente trastocados. Nos sabía mal abandonar Bosnia tan rápidamente, pero el espíritu mochilero venció.

El dilema de la identidad puede abordarse desde el mochilerismo. Aun formar parte de una cultura, el hecho de ver gente y modos de vida diferente te hace ampliar tu punto de miras. No se trata de imponer tus valores y costumbres, sino de entender a la diversidad del mundo, viendo lo que puedes compartir y lo que no. Pero en mi caso renunciando a la noción del ciudadano global, que en realidad esconde una realidad muy desigual. Quién se mueve cual liebre sin preocupaciones forma parte una emergente “clase media global” sin apenas preocupaciones económicas.

Habíamos quedado a una hora decente por la mañana, pero nos lo tomamos con la calma. El francés quería desayunar en un sitio cercano a donde tenía el coche aparcado, por lo que le seguimos por las empinadas cuestas de Sarajevo mientras cargábamos con nuestras grandes mochilas. Comimos un burek (pan yufka con espinacas, queso o carne) acompañados de un café turco. Hicimos un auténtico desayuno balcánico; una de las costumbres heredadas del imperio otomano.

Tras el desayuno revitalizador procedimos a ir a su coche, a unos cinco minutos de la panadería. Llegamos. Se trataba de un BMW Serie 5 de 200 caballos de hace 15 años, con los asientos de cuero y un teléfono al estilo James Bond. Nos quedamos bastante anonadados ya que no nos esperábamos un coche de ese calibre. Además, tenía un gran inconveniente que preocupaba sumamente a su propietario: la primera marcha no funcionaba. 

Eso significaba que el coche no podía arrancar en subidas, o peor aún, que en según qué cuestas podía no tener fuerza para seguir adelante. Ese gran fallo era el motivo del viaje hacia Albania, donde esperaba reparar el coche o en el mejor de los casos venderlo. Sonaba extraño pero resultaba curioso ¿Vender un coche de lujo en uno de los países más pobres de Europa? ¿A quién se le ocurre hacer un viaje de Francia a Albania en coche?

Abandonamos Sarajevo con la misma sensación que Belgrado: con nostalgia y ganas de conocer más. Después de haber visitado las dos ciudades más emblemáticas de la región nos esperaba otro tipo de aventura, adentrándonos en un territorio mucho más desconocido.

Al salir de la capital bosnia algo me llamó especialmente la atención: un cartel que ponía Bienvenido a la República Srpska (Serbia en castellano) en alfabeto cirílico. ¿Qué significa esto? ¿No estábamos en Bosnia y Herzegovina? ¿Será otra parte del país?

Tras los acuerdos de Dayton en 1995 (un acuerdo de paz entre Croacia, Yugoslavia y Bosnia Herzegovina que ponía fin a la guerra), Bosnia quedó dividida en dos mitades separadas por una frontera intraestatal. Dicha República se sitúa en el este y el norte del país, en la que vive prácticamente la mitad del país y está poblada principalmente por habitantes de origen serbio, los llamados serbobosnios. La otra parte del país es llamada Federación de Bosnia y Hercegovina.

Esta división territorial refleja, de nuevo, el carácter multiétnico de la población bosnia. Pero nos recuerda, a la vez, el gran problema actual en Bosnia. Una política ineficaz y corrupta motivada por los intereses – muchas veces contrapuestos- de las tres comunidades mayoritarias.  

Bosnia hoy en día está enfrascada en un complejo sistema político consecuencia de los Acuerdos de Dayton, basado en una presidencia colegiada entre los tres grupos étnicos con una alternancia cada ocho meses, lo que repercute en la estabilidad del país y en la aplicación de políticas comunes. El estancamiento del país también es una lacra para su economía, con una de las tasas de paro más alta de Europa, con porcentajes alrededor del 30%.

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Siguiendo el río Drina

En el viaje hacia los lagos montenegrinos apenas hubo problemas con el coche. Aun llevando a cuatro personas dio la talla. Luego de dos horas deambulando por la República Srpska en coche, entramos en una zona montañosa, por una carretera que iba paralela al río Drin; nuestra despedida a Bosnia se parecía sumamente a nuestra entrada. Las vistas eran de nuevo espectaculares. 

Nos habían hablado de Montenegro como un lugar precioso, perfecto para descansar y reflexionar. Y más aún después de la borrachera política en Serbia y Bosnia. Estuvimos aproximadamente una hora esperando en la frontera, en la que solamente nos hizo falta sacar los pasaportes.

Cruzamos y nos adentramos en una nueva realidad: la paz montenegrina. Al entrar en el país hicimos una parada delante de un lago. Aprovechamos para miccionar y comer unas nueces. Hacía mucho viento y la boina que me acompañaba voló de manera trágica y filosófica. Fue una despedida romántica.

Bosnia, territorio de cementerios y heridas abiertas

Agosto 2017

Abandonar Belgrado fue duro debido a las emociones que nos había suscitado. Ya nos habíamos despedido de Milan y teníamos los tickets para el bus dirección Sarajevo, así que agarramos nuestras mochilas, pillamos el bus y nos plantamos en la estación central de Belgrado. Llegamos con antelación para evitar problemas. La sensación era que tras dejar la Unión Europea el “desarrollo” era ligeramente menor, notándose una diferencia entre Serbia y Hungría. Esa palabra me persiguió todo el viaje, a la cual estuve dándole vueltas y  vueltas, más incluso que en el Máster que había cursado con anterioridad.

Mezquita en zona rural

A nivel de percepción, “desarrollo” hace referencia al estado de las infraestructuras, a la tecnología en los sistemas de información y al estado de la gente que ves en la calles. Cosas como la limpieza de las calles y el estado de los edificios, o de poder pagar con tarjeta de crédito y adquirir billetes de tren o bus por Internet. 

A nivel analítico, el desarrollo se convierte en una cuestión mucho más compleja. Por un lado, debemos entenderlo como un conjunto de estadísticas (esperanza de vida, calorías diarias consumidas o acceso a la educación, entre otros). Por otro lado, deberíamos entender que el desarrollo ya no se concibe meramente como crecimiento económico de un estado, si no que se amplía llegando a otras variables (desarrollo medioambiental, por ejemplo) y se profundiza, poniendo el foco en el individuo (desarrollo humano) y no únicamente en el estado.

Así que como vemos, hablar de desarrollo es sumamente complicado y nos permite relativizar acerca de lo supuestamente avanzada que está una sociedad y un sistema.

El choque que íbamos a ver durante el viaje sería bastante grande.  En Serbia, tras cuatro días, tuvimos un problema de esos de “desarrollo”, a los que nos fuimos acostumbrando y tanto nos sirvió para aprender. Al principio los consideras problemas, pero al final representan el gusanillo de viajar a zonas menos desarrolladas.

La situación era la siguiente. Habíamos comprado los tickets. Que por cierto, nos salieron bastante caros (los que más del viaje), alrededor de unos 20-25 euros. Estábamos en la zona de espera y nos decidimos a ir a tomar el bus. Pero resulta que para entrar en el parking de buses tenías que pagar alrededor de 1 euro por persona, y apenas teníamos dinares (moneda serbia). Nos pareció una estafa pero vimos a todo el mundo hacerlo y procedimos. Nos dieron el ticket de entrada y listos. El bus dirección Sarajevo estaba allí aparcado y salía en quince minutos, por lo que teníamos tiempo de sobras.

Fuimos a enseñarle el ticket online que habíamos comprado por Internet al autobusero. Lo vió y nos miró raro. Con sus sesenta años de edad no quería saber nada de móviles. No nos creía y decía que teníamos que sacar los tickets en las taquillas, que eso no le valía. Todo ello hablando mediante señas o chapurreando esperanto.

Una pequeña sensación de pánico nos entró, aunque la calma barrioviajera estaba allí. Hablamos con el guardia que nos había dejado entrar al parking por un euro y fuimos a intentar validarlos. Íbamos a preguntar y cada vez nos mandaban a una taquilla diferente. Primero a información, luego a incidencias y luego a la taquilla 12. Recuerdo ese número.

Al final, tras insistir a tiempo récord, negociar y enfadarnos, conseguimos nuestro ansiado ticket para el conductor. Más aun, tuvimos que pagar, de nuevo y obligatoriamente, por poner las mochilas en el maletero del autobús, ya que iban con seguro. Otro euro más. Así que definitivamente emprendimos el viaje en el solitario bus, en el que había muy poca gente y que tenía una duración de aproximadamente de diez horas.

Nos habían dicho que le llaman “la vomitera”, debido al conjunto de montañas que atraviesa y la elevada posibilidad de vomitar en el trayecto.

Cementerios

Los días de viaje siempre se hacen pesados, pero en la vida del mochilero son muy frecuentes. De hecho, mochilear implica estar siempre con un espíritu nómada, por lo que te acabas acostumbrando y adaptándolo a tu rutina. Diez horas en bus, a vista de un mochilero, es una cifra sin más; sin importancia alguna. Con un poco de música, conversaciones interesantes y disfrutando del paisaje se nos haría más ameno. Al final, el camino y no las metas son lo realmente importante.

Tras abandonar el área metropolitana de Belgrado empezaron los campos y las llanuras, hasta que llegamos a la zona fronteriza, por donde pasaba el río Drina, afluente del río Sava. Al estar en la frontera de Bosnia, nos dieron un papel informativo sobre las cosas prohibidas a hacer en el país, y seguidamente un guardia nos registró las mochilas. Nos hizo gracia la gorra que llevaba el policía bosnio: básica y con el escudo del país. Otras cuestiones a comentar acerca del “desarrollo”.

Tras haber superado la frontera el autobús empezó a adentrarse en la carretera que bordeaba al río, repleta de montañas verdes y unas vistas espectaculares, acompañadas de unas curvas que nos revolvían el estómago. El recibimiento a Bosnia y Herzegovina fue espectacular en términos paisajísticos. Nos dieron ganas de irnos a vivir allí. Se comenzaban a palpar las diferencias con Serbia. Cementerios, muchos cementerios. Iglesias ortodoxas y mezquitas. Restos de disparos y algún edificio destruido. Un ambiente más rural, esquivando vacas y ovejas. Estragos de una reciente guerra sangrienta.

En líneas generales, Bosnia y Hercegovina tiene una historia contemporánea parecida a Serbia, marcada también por el Imperio Otomano. Pero a diferencia de Serbia, Bosnia siempre se caracterizó por ser un territorio más multicultural. Durante los 500 de años del periodo otomano el país sufrió un periodo de modernización económica y política, al igual que una islamización del país. El pacto social que ofrecían los otomanos en sus territorios era justamente ese. 

La vida pública en sus zonas de influencia estaba marcada por la presencia del islam como religión, por lo que si querías acceder a una serie de derechos (cívicos, políticos, sociales, etc), tenías que convertirte al islam. Comenta Tamara Djermanovik, en su libro Viaje a mi país ya inexistente lo siguiente: “Los musulmanes de bosnia, a los que Tito dio el estatus de nación, étnicamente son eslavos que adaptaron la fe musulmana entre los siglos XIV y XVI”. En este sentido, a diferencia de Serbia, el islam penetró con más fuerza que en el resto de pueblos yugoslavos.

Mientras que Eslovenia y Croacia forman parte de una tradición más católica, más latina y más romana en general, Serbia, Macedonia y Montenegro se engloban dentro de una tradición de religión cristiana ortodoxa y heredera de los bizantinos. 

Aunque la gran mayoría de los pueblos sudeslavos tengan orígenes étnicos similares (exceptuando los albaneses), la diferenciación religiosa, auspiciada durante los últimos 500 años, ha generado múltiples controversias. Bosnia, en estos Balcanes diferenciados, se situaba en la mitad.

En Bosnia convivían bosníacos (bosnios musulmanes), serbios (ortodoxos) y croatas (católicos). Así pues, tras los quinientos años de Imperio Otomano en Bosnia y Hercegovina, llegó el Imperio Austro Húngaro en 1878. Seguidamente, llegaron las primeras ideas yugoslavas y la Primera Guerra Mundial.

Anochecía y nos metimos en un valle para llegar a Sarajevo, donde había unas vistas increíbles, hasta que superamos las montañas y, expectantes, llegamos a Sarajevo. El sol bajaba lentamente y nos íbamos adentrando en la ciudad, por uno de los bordes que la rodeaba. Era un mirador constante, un increíble recibimiento a esta ciudad rodeada de montañas.

Se hizo de noche y el bus nos dejó en la ciudad, en una estación de una zona periférica. No teníamos ni idea de cómo llegar al centro, donde estaba el hostal que previamente habíamos consultado por Internet. En la estación conocimos a un francés que nos indicó como ir, tomando un único bus que te dejaba en un lugar céntrico. A todo esto, era de noche y no teníamos ni un marco bosnio (la moneda de allí), por lo que estábamos un poco perdidos.

Aunque ese tipo de situaciones nos encantaba y nos hacía aflorar la mentalidad mochilera, lo que luego apodamos como espíritu balcánico. Así que tomamos el bus, por las afueras de Sarajevo. Sin pagar, obviamente.

  • Es muy complicado que nos pillen. Será como en Belgrado.
  • Tío, como nos van a pillar aquí, en Bosnia.
  • De todas formas no tenemos dinero.
  • Venga, ¡vamos!

Entramos y a los cinco minutos entró un revisor, contra todo pronóstico. Por lo que tuvimos que hacernos los extranjeros perdidos sin un duro. No pasó nada, y a raíz de eso entablamos conversación con un amigable bosnio durante el trayecto. Media hora más tarde, por fin, tras muchas horas deambulando, llegamos al hostal y pudimos relajarnos un rato. Era una casa reconvertida a hostal, custodiada por una pareja de abuelos bosnios con mucho carácter. De hecho, la casa, con un salón repleto de antigüedades, era su antigua vivienda, que sobrevivió intacta a los años de la guerra.

La atmósfera y la vida nocturna que nos había transmitido Sarajevo nos eclipsó, por lo que tras aposentarnos decidimos ir a dar a una vuelta por el centro de la ciudad, y aprovechamos para visitar el famoso barrio turco (Bascarsija) y comer un Cevapcici, la comida típica de los Balcanes (una especie de carne de hamburguesa en forma de salsicha, acompañado de pan turco y cebolla).

Cevapicis!

Visitar Bascarsija fue un experimento y un contraste espectacular, pasando de Europa al mundo musulmán en un periquete. Una pequeña reliquia en el corazón del continente. Artesanía turca, mucho té y café turco, hiyabs y burkas. Una variedad que nos dejó anonadados, una ciudad única que nos enamoró, deparándonos también muchas aventuras y experiencias inolvidables.