En Sarajevo, cuando los ríos separan y los puentes unen

Agosto 2017

El primer vistazo a Sarajevo es el río Miljacka, que destaca por partir la ciudad en dos y por sus diversos y reconocidos puentes. Uno de ellos es el Latinska ćuprijav, conocido como el Puente del Príncipe o el Puente Latino, debido a que fue el escenario donde se asesinó al archiduque Francisco Fernando de Austria y se desencadenó la Primera Guerra Mundial. También hay otro llamado Skenderija, que fue diseñado por Gustavo Eiffel (el diseñador de la Torre Eiffel), repleto de candados amorosos que dañan su infraestructura y le dan un toque romántico.

El Miljacka es probablemente lo más representativo de Sarajevo. Durante el Sitio de Sarajevo, el asedio más largo de los últimos 300 años, el río ejercía como uno de los principales campos de batalla en esos 44 meses infernales de conflicto bélico. Hay un puente especialmente simbólico, el de Suada y Olga, basado en las dos primeras víctimas de la guerra. Y más aún, es muy conocida la historia de Admira y Bosko, una pareja formada por una bosníaca (bosnios musulmanes) y un serbobosnio (serbios que viven en Bosnia), que fueron asesinados en 1993 con tan solo 25 años. Su leyenda amorosa aún perdura; la historia de Romeo y Julieta versión balcánica.   

Antes de la contienda  bélica Sarajevo tuvo un periodo de esplendor. Los Juegos Olímpicos de Invierno de 1984 se realizaron en la ciudad, lo que permitió una modernización de las infraestructuras.  Entre otras cosas, se construyó una espectacular pista de Bobsleigh en una de las montañas que la rodean. Una pista que, ocho años después, era utilizada en la guerra como un lugar para atrincherarse y para colocar la artillería de las fuerzas serbobosnias. 

Hoy en día sirve de atractivo turístico alternativo en Sarajevo. Me hablaron de ello unos portugueses que conocí en Zagreb, así que una visita a las pistas en nuestra estancia en Sarajevo se convirtió en una particular obsesión.  

Tras no haber podido empezar el free tour por la lentitud de mi compañero, decidimos, junto a un amigo brasileño que habíamos conocido en el hostal, ir al Museo de los Crímenes contra la Humanidad y el Genocidio 1992-1995en el que aprendimos lo acontecido durante esos años, viendo las dramáticas historias, desde campos de concentración hasta atrocidades desgarradoras como la famosa matanza de Srebrenica, con episodios de limpieza étnica.  

Después de eso fuimos a visitar la pista de Bobsleigh, esta vez acompañados también de una chica turca que habíamos conocido en el bus a Sarajevo. De acuerdo a Google maps -un fiel compañero de viaje y un peligroso controlador- nos indicaba que ir en bus era posible. Pero cuando preguntábamos a los bosnios nos decían que no, que la mejor idea era tomar un taxi y que nos dejase allí directamente.

Así que aceptamos y fuimos en taxi a un precio muy económico. Subimos por las cuestas empinadas hasta llegar a la cima de la montaña. Allí, seguimos las indicaciones y nos metimos de lleno a pasear por el interior de las pista de Bobsleigh, lleno de grafitis y con un aspecto muy deteriorado.  

Estuvimos disfrutando de las pistas underground durante un buen rato, además de las fabulosas vistas a la ciudad que ofrecía. Cuando el sol ya comenzaba a resultar muy molesto y el estómago rugía, decidimos volver de nuevo al centro de Sarajevo, esta vez mediante autostop. Los taxis desde allí nos querían cobrar una millonada, por lo que la técnica del dedo fue la elegida. Y fue exitosa, como en la mayoría de ocasiones. Nos dividimos en dos grupos y en menos de media hora ya estábamos subidos a algún coche. Llegamos al hostal y nos preparamos algo de comer. Aprovechamos para descansar.

En la pista de Bobsleigh

Hasta el momento, en los diarios de viaje se ha hablado de los orígenes de los pueblos sudeslavos y de su historia contemporánea, hasta la constitución de la Yugoslavia socialista bajo el liderazgo de Tito.

Lamentablemente, los intentos de lograr a estos pueblos unidos pereció, desencadenando en una de las peores guerras modernas que se recuerda. Nada más y nada menos que 200.000 muertos en diez años. Con el fin de Yugoslavia y la URSS, los años noventa fueron el fin de la utopía iniciada en 1917 con la Revolución Rusa.

Los inicios de la hecatombe son difíciles de saber y no existe un consenso al respecto, pero digamos que las confrontaciones existen prácticamente desde los orígenes de su constitución como país después de la Segunda Guerra Mundial. 

Las razones son variadas: el auge de los nacionalismos, la diversidad étnica-religiosa, la dependencia del liderazgo de Tito y la injerencia internacional. La clave posiblemente nace en Kosovo, el origen del pueblo serbio. Como dice Bernard Féron: “Esta historia empieza y acaba en Kosovo: la cuna de Serbia se ha convertido en la tumba de Yugoslavia”.

Eran finales de los años sesenta y las tensiones en el seno de Yugoslavia se hacían cada vez más intensas, por lo que se olían nuevas reformas políticas, hasta que llegó la nueva Constitución de 1974, en la que se otorgaba más autonomía tanto a las repúblicas (Croacia, Eslovenia, etc.) como a las regiones autónomas (Kosovo y Voivodina).

En este sentido, desde 1968 los ciudadanos de Kosovo (principalmente de etnia albanesa), se manifestaban contra el poder serbio y se mostraban favorables al sistema comunista ortodoxo albanés de Enver Hoxha.

Kosovo estaba cada vez más enfadado, hasta que en 1981 comenzaron unas revueltas estudiantiles que acabaron convirtiéndose en un problema de primer orden en Yugoslavia, declarando incluso el estado de emergencia en Pristina, la capital del país.

 Durante los años ochenta, las diferencias entre la mayoría albanesa y la minoría serbia (que habitaba principalmente en el norte del país) se fueron acrecentando, produciendo una situación en la que los serbios de Kosovo se veían discriminados y atacados.

En Croacia y en Eslovenia también comenzaba a resurgir el nacionalismo, con el objetivo de seguir descentralizando a Yugoslavia y demandar más autonomía. Los problemas se hacían cada vez mayores y para acabar, Josip Broz “Tito” falleció el 4 de mayo de 1980. 

El sistema se estaba empezando a desestabilizar, acrecentado por una fuerte crisis económica. Entre el 1990 y el 1991 la economía yugoslava cayó un 23% de su Producto Interior Bruto y sufría una inflación del 2.500%. El conflicto estaba al caer. La llegada al poder de Milosevic en Yugoslavia fue la guinda del pastel, desencadenando en una mayor tensión entre las diferentes repúblicas yugoslavas, ya que tuvo la iniciativa de unificar a los serbios en un único país, bajo la idea de la Gran Serbia.  

En Eslovenia y en Croacia los partidos nacionalistas iban emergiendo, hasta que a partir de 1991 comenzaron a declarar las declaraciones unilaterales de independencia. 

En primer lugar, Eslovenia realizó en 1990 un referéndum por su independencia con una abrumadora victoria, y la disputa finalizó con la Guerra de los Diez Díasque se saldó con aproximadamente 200 muertos. La guerra en Eslovenia fue fugaz y no causó tanto dolor. Por su posición geoestratégica no interesaba tantos a los serbios y, además, tenía la composición étnica y religiosa más homogénea de todas las repúblicas. 

El caso croata fue sumamente distinto, durando cuatro años y llevándose a decenas de miles de soldados y civiles, produciendo también desplazamientos masivos. Después de que Croacia declarase la independencia los serbios entraron en escena. La parte este del país (Krajina), habitada por una gran cantidad de serbios, se constituyó como la República Serbia de Krajina. Al terminar la guerra, Croacia se quedó con los territorios.

Via EntretantoMagazine

Pero, ¿qué ocurría con Bosnia a todo esto? El país, el más diverso en términos religiosos, se encontraba en medio del conflicto, mientras que Croacia y Serbia disputaban una rampante guerra. Los bosníacos, étnicamente eslavos pero musulmanes, junto a la ayuda interesada de los bosniocroatas, declararon la independencia. 

Sin embargo, en Bosnia y Herzegovina había un 30% de serbobosnios, que se aliaron con Serbia. A partir de allí, todo empezó, y los bosníacos, huérfanos de apoyos externos, sufrieron fatídicos episodios, destacando la masacre de Srebrenica y el Sitio de Sarajevo.

El pasado y el presente no pueden entenderse únicamente mediante lo escrito en libros, sino que deben vivirse y palparse. Keynes, el ilustrado economista británico, era un gran experto en temas relacionados con la India. Sin embargo, nunca llegó a estar allí ni tuvo un amigo indio. Creo que es importante saber que el contacto con la persona local, el auténtico individuo que ha vivido el pasado y vive el presente, es imprescindible y mucho más valioso que lo que encontrarás en libros o en historias de juglares.

En este sentido, durante todo el viaje estuve pensando en entrenar jiu jitsu brasileño, una de mis pasiones. Creo que es una buena manera de conocer a la gente de un lugar, aunque sea limitado y en un tatami. Así pues, contacté mediante Facebook con un par de academias de Sarajevo y les envié un mensaje.

Las dos me respondieron y me dijeron que estaban encantados, y que incluso me dejaban un kimono para entrenar con ellos. Acepté y este mismo día me fui a entrenar con los bosnios del Ferrari BJJ Team Sarajevo. Tomé el bus, que me dejó en una zona más alejada del centro y fui hacia el gimnasio, que se encontraba en el Pabellón Olímpico Juan Antonio Samaranch. Dicho pabellón fue bombardeado durante la guerra, por lo que el aspecto estaba bastante descuidado. De hecho, una de las primeras cosas que me dijo el entrenador era que aquí habían caído bombas de los serbobosnios.

Este tipo de experiencias son realmente muy gratificantes, ya que permiten un intercambio cultural bastante curioso y enriquecedor. ¿En qué se pueden llevar un viajero barcelonés y un grupo de luchadores de jiu jitsu bosnios? En compartir una pasión y pasar horas luchando, haciendo volar a la fraternidad entre seres humanos, más allá de fronteras y naciones, aprendiendo así nuevas técnicas y, sobre todo, gente que piensa y actúa diferente.

Después de haber estado unas horas con los bosnios jiujitseros, me dirigí de nuevo al centro, al cual me llevaron amablemente un chico y su padre. Me duché y fuimos a tomar una pizza a un restaurante al lado del hostal, con un grupo que habíamos formado de manera improvisada. Seguidamente estuvimos disfrutando del ocio nocturno a base de la Sarajevska, la mejor cerveza de los Balcanes, o por lo menos la que mejor recuerdo. Muchas de esas cervezas fueron pagadas por un emiratí llamado Sultan –nunca mejor dicho-, al cual el dinero le salía por las orejas y no escatimaba en invitar, llevar relojes de oro y pagar noches en el hotel más caro de la ciudad.

Barrio turco

La historia de Sultan es cada vez más casual en Bosnia, ya que el turismo de países musulmanes se está haciendo un hueco. Los Balcanes es una región en disputa donde diferentes países proyectan su política exterior. Por ejemplo, sorprende la influencia turca en Bosnia, marcada por una trayectoria histórica y cultural, además de las petromonarquías del golfo, que han incrementado su presencia. Carteles en turco y numerosos burkas, más de los que vi en Marruecos.