En el aeropuerto de Minsk, Bielorrusia

Mayo 2019

Después de haber estado en un pésimo hostel en Batumi y habiéndome despertado a las 2.00 de la mañana, me embarcaba dirección Minsk (capital de Bielorrusia) a las 4.40 de la mañana, para una escala de ocho horas en la ciudad.

El aeropuerto de Batumi era diminuto, el más pequeño que había visto jamás. En el vuelo había principalmente bielorrusos, que destacaban por su mayor tamaño y sus cabellos rubios (Bielorrusia significa rusia blanca) y seguramente volvían de vacaciones. El murmuro en ruso estaba presente.

Publicidad en el avión para invertir en Batumi. Las luces como motor de desarrollo

El vuelo con la compañía Belavia fue decente y sorprendentemente cómodo, acompañado de un desayuno. Belavia es la mayor compañía bielorrusa, copando la mayoría de vuelos desde Minsk. Casi cinco millones de pasajeros pasaron por el aeropuerto de Minsk en 2018, una cifra que aumenta año tras año.

Al llegar a Minsk había una hora menos, por lo que me desorienté ligeramente. Cuando bajé del avión me llamó la atención la brutalidad de la arquitectura del aeropuerto, que tenía un aire espacial.

Mi intención inicial era poder visitar la ciudad por dos o tres horas, pero al cruzar el control de pasaportes me mandaron directamente por una salida que servía exclusivamente para escalas internacionales, por lo que no podía salir del aeropuerto.

En Bielorrusia no hace falta pagar visado desde 2018, y te otorgan uno de turismo que te permite viajar por un mes por la zona.

El infortunio por no poder visitar Minsk me hizo quedarme en el aeropuerto ocho horas, que acabaron resultando nueve y media. Sin embargo, esa larga escala fue un momento de los más inspiradores del viaje.

El cruce de las aduanas fue de alguna manera como sumergirse en el pasado soviético. Bielorrusia es un país que mantiene al presidente Aleksandr Lukashenko desde 1994, una figura muy polémica a nivel europea acusada de déspota.

Recuerdo una entrevista que leí al analista Morozov, experto en tecnologías de la información, sobre su país natal, Bielorrusia. Explicaba que después de la caída de la URSS el país no había experimentado el mismo dramatismo que Rusia y que se había instaurado un sistema autoritario.

A diferencia de Rusia y su colapso, Bielorrusia prefirió otro tipo de transición, sin figuras como Yeltsin. De alguna manera, ese neoliberalismo de los años noventa que propugnaba por la liberalición de los mercados y el desmantelamiento del estado, no ejerció igual de fuerza en el estado bielorruso.

Así pues, esa supuesta modernización no llegó a Bielorrusia y se quedó a mandos de Lukashenko. El país se quedó anclado en los años noventa, aunque esa realidad ha ido cambiando con el tiempo.

El aeropuerto era un poco laberíntico y me dejaba guiar por la intuición, así que me puse a caminar y observar.

Tras echar un vistazo a los estantes con productos bielorrusos, donde destacaban el vodka, los chocolates y las muñecas, caminé hasta llegar a un lugar que ponía Business Lounge, con una entrada verdosa, grande y bonita.

En el Business lounge

Me adentré con curiosidad y tranquilidad, y observé buenos servicios y gente trajeada. Vi una cama de matrimonio y procedí a tumbarme, lo que permitió dormir una siesta de casi dos horas. A eso de las diez de la mañana me desperté y fui a pedir un café para empezar el día.

Al dirigirme a la barra y preguntar, la respuesta de la señora que me atendió fue sorprendente. Era gratuito. Por lo que fui a tomarme un café con leche a la máquina. Todo parecía un poco raro.

Seguidamente le pregunte si podía tomar agua, y ahí la picaresca desapareció. Me preguntó si tenía invitiación, a lo que tras vacilar respondí que no. Y le dije que pagaba el café, pero me respondió diciendo que tenía que pagar el servicio completo, 35 dólares.

Con el café en la mano decidí dejarlo en la mesa y decir que no iba a pagar esa burrada. Me despedí de ellas mientras las dependientas se reían inocentemente. Se trataba de un servicio para largas escalas de gente con dinero. Paseé un poco más por la zona y vi unas cabinas con camas incorporadas y demás servicios.

Fui al al baño y al llegar vi un cartel indicaba donde beber agua más fría, siguiendo unas indicaciones. Me sentó genial esos tragos de agua helada. Las indicaciones estaban en tres idiomas diferentes: ruso, inglés y chino.

También observé a muchos chinos por la zona.

Buscando un poco de información, descubrí el parque industrial China-Bielorrusia, situado justo al lado del aeropuerto. Es conocido por llamarse Great Stone y es uno de los mayores parques industriales de China fuera de sus fronteras. El parque da trabajo a casi 150.000 personas.

La gran piedra.
Via Belt & Road news.

China está invirtiendo mediante su Ruta de la Seda en Bielorrusia, país que servirá para conectar Rusia con el resto de Europa.

El complejo industrial de 91,5 km2.
Vía industrialpark.by