Enero 2017
El litoral barcelonés comprende prácticamente de la desembocadura del río Llobregat hasta la del río Besós. Sin embargo, solamente una parte de este litoral es transitable. Desde el horrible Hotel W, conocido como Hotel Vela, hasta el parque del Fórum, se permite a la gente caminar con relativa tranquilidad.
Una de las transformaciones urbanísticas más importantes en España ha sido la construcción masiva de edificios costeros en los últimos 15-20 años, siendo una realidad acrecentada por el boom del turismo y la burbuja inmobiliaria.
Además de la masificación, los puertos también han sufrido drásticos cambios en los últimos años. Solamente hace falta ver lo gigantesco que es el puerto Barcelonés. Es el tercer puerto español y el sexto europeo. Desde Montjuïc o cuando uno aterriza en la ciudad puede contemplarlo.
Leí hace un tiempo un artículo titulado Vida portuaria, de Marco d’Eramo, en el que hacía un repaso histórico del papel de los puertos.
Explicaba que los puertos han tenido tres etapas, totalmente relacionados con el desarrollo del capitalismo a nivel mundial.
En primer lugar, el autor llama al “capitalismo de vela” a los puertos de la primera era de la globalización, en la que se amarraban los navíos holandeses que iban en busca de especies al Nuevo Mundo.
En segundo lugar, aparece el “capitalismo de vapor”, en alusión al desarrollo industrial derivado del carbón, más vinculado al poder británico y a un ambiente puramente proletario. El puerto tendía a estar rodeado de fábricas, ferrocarriles y barrios pobres.
Con el avance tecnológico, el petróleo apareció y moldeó el desarrollo portuario. Esta vez, Estados Unidos, emergió como gran potencia marítima tras la IIGM; ostentaba el poderío portuario.
En tercer y último lugar aparece el “capitalismo de contenedor”, nacido a partir de los años 70, basado en la estandarización de mercancías y en los grandes barcos de contenedores. Esto son barcos con gigantes cajas, ordenadas e idénticas, con todo tipo de productos y sin perder un milímetro de espacio.
El capitalismo del contenedor está estrechamente vinculado a la industria de la guerra. Los americanos tuvieron un gran despliegue militar en Vietnam, ayudado principalmente por los barcos. Estos grandes procesos de transporte lo usaron posteriormente grandes empresas como Wall Mart.
El fenómeno de la contenerización es producto de la tercera era de la globalización.
A partir de aquí, los países emergentes, sobre todo China, comenzaron a crear inmensos puertos para transportar su producción al resto del mundo. Hoy en día los puertos chinos son los más grandes.
En la última parte del artículo, d’Eramo también explica que la naturaleza del puerto también ha cambiado. Tal y como dice: “Si un día fue el lugar de los encuentros públicos –el equivalente marítimo del foro, el ágora, el mercado: una plaza acuática–, hoy en día el puerto ha pasado a ser un espacio privado.”
El puerto tiene una sed insaciable de ocupar espacio y se ha ido alejando y separando, poco a poco, de la ciudad, convirtiéndose en una entidad más independiente.
El puerto de Springfield (Los Simpsons) parece tener esa sensación de espacio público. Se trata de una ciudad pequeña e imaginaria. Seguramente todos recordamos algún capítulo de la serie en la que se muestra al puerto como lugar de evento social.
Según el autor del artículo: “La bahía se llenaba de gentes que vivían indirectamente del puerto, como posaderas, camareras, prostitutas, ladronzuelos y contrabandistas (…) un puerto repleto de mercancías exóticas, de estampas, de improperios y de blasfemias, que acogía a una multitud de razas con un sonoro babel de idiomas.”
Pero los grandes puertos de contenedores no son aptos ni atractivos para la gente. Estan profundamente mecanizados. Recuerdo, por ejemplo, el de Hamburgo, el segundo más grande de Europa, algo totalmente horrendo y gigantesco, que ocupaba una gran parte de la ciudad.
Los puertos de contenedores se han convertido en una de las bases del capitalismo moderno y “han destruido la relación entre puerto y ciudad”, creando un espacio privatizado a la ciudadanía, muy diferente al papel que jugaron los puertos en un pasado.