Enero 2018
Quizás un clima tan duro es menos sano para la estabilidad mental, pero a nivel físico, Edimburgo y, en general Escocia, me trajeron más bondades que otra cosa. La única consecuencia física negativa del clima era que la piel se reseca con más facilidad; mucha gente, sobre todo en invierno, tiene que cuidarse bien las manos o la cara.
Sin embargo, durante ese año estuve realmente sano. No pillé ningún constipado y tuve febrícula una sola vez. Era menos proclive a las enfermedades, por una mezcla entre sentido de la supervivencia y bendiciones climáticas.
El clima de Barcelona me hace estar con alergia constantemente. Y a veces, inevitablemente, esta alergia puede derivar en un indeseado constipado. Esto está relacionado, en cierta manera, por el polen del lugar, pero bajo mi punto de vista el motivo número uno es la contaminación, con sus nocivas consecuencias que conlleva.
La mezcla de coches y tejido industrial de Barcelona hacen de ella un lugar poco agradable. Un ejercicio tan básico como respirar profundamente se convierte en un auténtico suplicio para el ciudadano, en el que te da la sensación que estás inhalando alquitrán.
Un día fui a donar sangre a la NHS. Me pareció un servicio mediocre. La enfermera era extremadamente simpática, a lo English Women puro y duro, llamándome «honey» todo el rato. Me sentía querido. Al acabar de donar, fui a comer algo, y todo era comida basura. Me regalaron una camiseta que la utilizo para ir por casa.