Noviembre 2015
Tras el derrumbamiento de la Unión Soviética en 1991 la nación rusa sufrió unos momentos muy convulsos. El sistema ruso fue sumido al colapso total. El país desapareció durante la década de los 90 en la escena internacional.
Con la llegada al poder de Boris Yeltsin se dieron inicio a una serie de reformas privatizadoras promovidas y aplaudidas por Occidente. Durante esos años los países occidentales vieron a Rusia como un aliado y cliente débil, con el único papel de suministrar recursos naturales.
Pese a la crisis el país está emergiendo de las tinieblas desde el año 2000, con Vladimir Putin al mando. Frente la “democracia anárquica” liberalizadora de la post Guerra Fría, marcada por la inseguridad y el caos, el partido Rusia Unida muestra una seguridad total, estabilidad y un consenso nacional.
La nueva Rusia del siglo XXI no se puede analizar desde los parámetros clásicos Occidentales, se trata de una potencia emergente y emergida: Rusia no confía en la Unión Europea y está configurando su propio sistema.
“Lo más trágico del pensamiento europeo sobre la política exterior es que nos enamoramos de nuestro paradigma. Estamos tan convencidos de que lo que quieren los demás es ser como nosotros que, en realidad, sólo estamos interesados en si pueden ser como nosotros, cuándo y cómo. Por el momento la élite política rusa no sueña con ser como nosotros ni tampoco quiere que Rusia se incorpore a la Unión Europea”.
El llamado consenso de putin nos explica que existe un consenso nacional en el seno de la sociedad rusa. Vladimir Putin goza de 70% del apoyo popular. Pese a que en Europa el sistema político ruso es tildado de autoritario, los círculos de Putin llaman al sistema ruso como “democracia soberana”.
El consenso de putin busca la innovación de su sistema, no una mera imitación a la democracia liberal europea. En este sentido, Putin es sinónimo de estabilidad política y racionalidad. Además, el presidente de la federación rusa ha sido capaz de centralizar el gobierno, creando una mayor “verticalidad del poder”.
“El secreto del éxito de Putin tiene una doble vertiente. En primer lugar, ha logrado, por primera vez en la historia rusa, un consenso nacional que no se basa en esperanzas utópicas, sino en una mayoría institucional estable. En segundo lugar, es el primer líder ruso que representa un consenso tanto social como sobre la seguridad”.
El partido de Putin, Rusia Unida, se creó como “partido aglutinador”, incluyendo así a los conservadores liberales, a los conservadores sociales y a los patriotas nacionales, con el fin de “ocupar la totalidad del espectro ideológico”.
No obstante, tanto el sistema político ruso como su partido gobernante, están ceñidos en torno a unos valores y a una identidad concreta. Leónid Polyakov explica que la Rusia actual se basa en tres principios: la libertad (la económica, la de competir con otros estados-nación del mundo y la de elegir su propia forma de gobierno, la democracia soberana), la identidad (valores cristianos y humanitarios) y la competitividad (habilidad para proteger sus intereses nacionales en el mundo).
“Putin trató de poner bajo control a los centros de poder que hasta entonces habían competido con el Kremlin, en especial los oligarcas, los gobernadores regionales y la Duma estatal”
La oligarquía o gran burguesía rusa ha tenido que, en palabras de Olga Krystanóvskaya “quedarse calladita y circunscribir su apoyo únicamente a los proyectos impulsados por el Kremlin”. Los gobernadores han dejado de ser meros políticos independientes para convertirse en “ejecutivos” dependientes de Moscú y la Duma estatal (la cámara baja del Parlamento ruso) se subordinó más a los intereses del gobierno.
Podríamos calificar de “modernización autoritaria” los cambios producidos dentro del sistema ruso, acercándose así a un capitalismo de estado. La transición del sistema soviético a la democracia liberal provocó una fractura que debilitó al país, mientras que las nuevas autoridades rusa están “construyendo una base de poder segura”.
“Las empresas públicas como Gazprom y Rosneft compiten con éxito con la competencia privada […] El gobierno decidió poner un gran número de las empresas rusas más importantes bajo el control del Gabinete de Ministros […] Cuánto más importante es la empresa, mayor es la probabilidad de que un ministro ocupe un puesto en el consejo de administración”
La modernización de Rusia no garantiza del todo una estabilidad política a largo plazo. Pese a la resolución de muchos de los problemas surgidos tras la disolución de la URSS, el país sigue teniendo unos retos importantísimos a largo plazo, desde la lucha contra el terrorismo internacional y la defensa de sus esferas de influencia en política exterior, hasta la desigualdad social y la corrupción en política interior.
“La desindustrialización empezó con la caída de la URSS, pero se aceleró durante la era de Putin”. Estas palabras de Vladislav Inozémtsev ponen en evidencia estos efectos de la modernización de Rusia Unida. La economía rusa sigue siendo muy dependiente del petróleo y el gas, siendo así una “superpotencia energética” y los retos de la modernización del país no parecen materializarse en consensos de actuación.
Las tensiones con Occidente aumentaron con Vladimir Putin dirigiendo: Washington se puso en alerta y Moscú comenzó un cambio en su estrategia. Pero más aún durante el conflicto de Ucrania puso en relieve estas tensiones y demostró que Rusia seguirá luchando a capa y espada por sus extensas y vulnerables fronteras y esferas de influencia.
El cambio de su estrategia en política internacional de Rusia ha sido demostrado con la mayor independencia en sus relaciones internacionales, su acercamiento a América Latina, su creencia en el multipolarismo y su apoyo a los BRICS.
Este ascenso del país como potencia emergente nos lleva a cuestionarnos el papel que jugará Rusia en un futuro.
Ni más ni menos, hace apenas unas semanas, Rusia emprendió unilateralmente, con el apoyo de Al Assad, una escalada militar contra el Estado Islámico, apareciendo súbitamente en la complicada situación geopolítica de Oriente Medio. La Rusia del siglo XXI está buscando su trozo del pastel en el nuevo escenario multipolar. Se auspician dudosas las futuras alianzas de Rusia con Occidente para combatir las problemáticas globales como el terrorismo internacional.
* La mayoría de la información está sacada del panfleto editado por el CIDOB ¿Qué piensa Rusia?