Agosto 2016
En Air France me sirvieron comida decente, barra libre y comodidad. Pero ojo, nueve horas de avión son una auténtica pesadilla, y más la primera vez que haces un vuelo de larga distancia. Pero cuando uno va solo la cosa cambia y tiendes a abrirte. Siempre acabas conociendo a gente por tu camino.
De la mayoría nunca más volverás a saber nada, pero hay otros que te dejan pequeñas huellas. Por ello, después de despertarme a las cuatro de la mañana para emprender un viaje de 24 horas, conocí a una mujer peruana haciendo la cola para embarcar hacia París. Casualmente, ella también viajaba a Latinoamérica y le esperaba una escala larga, aunque no tanto como la mía.
Así, por cosas del destino, estuve charlando con esta interesante mujer y me estuvo explicando su vida. Me estuvo comentando acerca de su país. Me dijo que estuvo trabajando por Europa de manera ilegal durante más de 20 años. Era una mujer luchadora y orgullosa.
Aún recuerdo un par de cosas que comentó sobre Cuba. Una, “escucha a Benny Moré, es un gran cantante”. Otra, “no te fies de las cubanas, que te la clavan por la espalda”. Y yo pensando: “Joder, qué mujer más directa”. Gracias a esto, las horas de espera se hicieron más amenas. Hicimos una bonita y corta amistad. En principio tiene mi correo electrónico, pero ya sabemos que las amistades viajeras tienden a desaparecer. Quién sabe.
Después de todo esto llegué a Cuba, a las nueve de la noche, semicongelado por el aire acondicionado del avión y sumando seis horas de más por la diferencia horaria. Y, de repente, el calor y la humedad habanera, que te meten un puñetazo en la cara.