Septiembre 2020
Tras haber leído los principales libros de Hesse (a excepción del Juego de los Abalorios, su obra más filosófica), en los que incluyo Demian, Siddharta, Bajo las ruedas, El lobo estepario y El caminante, he de decir que Narciso y Goldmundo (1930) —uno de sus libros menos conocidos— es el que más me ha gustado y el que creo que ilustra mejor sus ideas. En momentos me recordaba a una síntesis de muchos de sus obras, aunque cómo el mismo dijo: “en este libro no se dice otra cosa que en El lobo estepario; solo cambia el ropaje”.
Al igual que en todas las obras de Hesse se trata el cómo afrontar la vida, y en el caso de Narciso y Goldmundo —una novela ambientada en la Edad Media, en aquel mundo de caballeros y doncellas— se hace través de una compleja amistad entre estos dos personajes. El primero es un joven aventajado, un erudito dedicado a la filosofía, sereno y con templanza, con el alma de “padre” y dispuesto a pasar toda su vida recluido en el convento y a predicar la palabra de dios. Goldmundo, sin embargo, es totalmente opuesto a él, ya que posee el espíritu del artista y las imágenes, la errancia, el alma de “madre”, la pasión y la muerte.
La amistad es recíproca, ambos se aman: Narciso ejerce de maestro espiritual de Goldmundo y Goldmundo enseña a Narciso la sensibilidad del mundo. Pero siempre mantienen una relación vertical, hasta que un día, tras una profunda conversación, Narciso pronostica el futuro de Goldmundo, diciéndole que debe alejarse del convento y recorrer mundo para encontrar su secreto, y así hacer una gran obra para la humanidad.
Lo primero que hace es seguir a una gitana y dormir en el bosque junto a ella. Tras este giro, la novela es principalmente la vida errante de Goldmundo, en la que no hay objetivo, solamente camino. El hidalgo Goldmundo hace prácticamente de todo, viviendo la vida al máximo. Aprende de maestros, goza de la vida sedentaria, conquista a mujeres cual Don Juan (quizá es el libro más sexista de Hesse), admira a la belleza del mundo; también pasa frío y hambre, ve la muerte pasar y al amor huir. Conforme pasa el tiempo, más razón le da a Narciso en su visión, hasta que un día, su antiguo maestro, que siempre le prometió una mano en los momentos difíciles, le salva la vida. En ese momento, la novela vuelve al principio: las personalidades se vuelven a encontrar tras muchos años, Goldmundo habiéndolo vivido todo y Narciso ejerciendo de abad en el convento.
Esta preciosa novela ofrece una dualidad aplicable a prácticamente cualquier amistad. Nos plantea los debates filosóficos entre el maestro y el aprendiz, entre el padre y la madre, entre la vida errante y la sedentaria, entre la vida y la muerte, entre las ideas y las imágenes. Goldmundo se pregunta: “¿Valdría acaso la pena dedicar toda la vida al servicio del arte, a expensas de la libertad y de las grandes aventuras, únicamente para crear un día algo tan hermoso que no fuese sólo vivido y contemplado y concebido en amor sino, además, labrado con segura maestría?