Diciembre 2016
La tríada cálida de este año se ha basado en Tenerife, Cuba y Marruecos. Son viajes que que quizás me han convertido en un ser más abierto y extrovertido, una especie de reivindicación latina, antes que europea. Hasta mi visita a Cuba había visitado únicamente Occidente, uno de los bloques, de acuerdo a Samuel Huntington, geográficos, culturales y religiosos del mundo. El pasado agosto, sin embargo, visite a la región latinoamericana (Cuba), lo que supuso ya un choque cultural importante.
Esta vez visité la región islámica y el contraste fue mayor aún, constituyendo mi primera visita al mundo árabe. El choque de civilizaciones de Huntington explica que después de la Guerra Fría, el mundo se divide en bloques/civilizaciones geográficos, culturales y religiosos. Debido al desorden internacional, éstas tienden a chocar. En el mundo actual, gran parte de la narrativa occidental es exactamente esa: la civilización islámica entra en choque nosotros. ¿Hasta qué punto esto es verdad y tenemos que creernos esta visión conflictiva y pesimista?
Así pues, decidí bajarme al moro.
Estaba emocionado, que no nervioso, como siempre antes de cada viaje o acontecimiento importante. Me tocaba levantarme a las 04:00 de la mañana y me fui a dormir a las 02:00. Dos horas de sueño, tras un lunes intenso, para afrontar un martes al otro del charco.
Salía el vuelo a las 06:40. Incómodo, como siempre. Volar no me gusta especialmente y cada vez me gustaba menos, se me hace largo. Llegamos alrededor de las 8:30. Pasamos el control de inmigración, haciendo 45 minutos de cola. Rellenamos el papel y cruzamos. Todo estaba en francés o en árabe.
Marrakech a las 9 de la mañana tenía un sol radiante y una temperatura agradable. Un cielo limpio, sin nubes.
Este fue uno de los viajes más improvisados y menos planificados que he hecho. Siempre tiendo a mirar un poco qué hacer, pero en este caso lo único que teníamos era una noche en el Riad Dia (los hostales marroquíes se llaman riads, que en árabe significa jardín) por siete euros. Más allá de eso, tenía unos lugares a los que sí que quería ir (Essaouira) y otro a los que no (desierto).
De Marruecos sabía lo justo, solamente lo que había oído o visto en la tele o Internet, plagado de opiniones negativas. Cuando comentaba que me iba a Marruecos, llovían los consejos y las recomendaciones, normalmente cuñadismos, sobre todo cuestiones relativas a la seguridad y a la salubridad. Había oído hablar de la famosa hospitalidad árabe-marroquí y del regateo. .
A parte de eso, sobre Marruecos sabía lo que me había enseñado una compañera de trabajo, habitual visitante de esas tierras, y de un amigo de la universidad, marroquí de segunda generación, o como dice él “marroquí occidental”. Me ayudaron bastante y me recomendaron libros y lugares así como pequeñas cosas de la vida cotidiana.