Los orígenes de los pueblos sudeslavos

Agosto 2017

A la gran mayoría de las capitales centroeuropeas les gusta vanagloriarse de su situación geográfica y de su heroica historia. Si vas a Berlín, Praga o Budapest, en las guías o explicaciones te harán alusión constante de su ventajosa situación estratégica. Belgrado también cumple con esos aspectos: ha sido históricamente una ciudad en disputa por diferentes grupos, países e imperios y bebe de las orillas del río Danubio en toda su plenitud, acompañado de su afluente el Sava.  

Belgrado es y ha sido la ciudad históricamente más grande de los Balcanes. Las leyendas cuentan que ha sido reconstruida más de 40 veces, tras siglos de constantes guerras. Los orígenes de los primeros asentamientos humanos datan de hace miles de años.

Situémonos en el fin del imperio romano de Occidente, en el siglo VI, cuando los bárbaros aparecieron. En esos andares, los eslavos, venidos del Nordeste europeo, aparecieron en la región y formaron pueblos y ciudades; es decir, asentaron su civilización.

Eslavos orientales: verde bosque; Eslavos occidentales: verde menta; Eslavos meridionales; verde esmeralda.
Fuente: Wikipedia.

El término de Yugoslavia se basa en la combinación entre Yugo, haciendo referencia al sur, y Slavi, haciendo referencia a los pueblos eslavos. Se distinguen en el mundo tres pueblos eslavos: los occidentales (checos, polacos, etc), los orientales (rusos, ucranianos, etc) y los meridionales (Eslovenia, Croacia, Serbia, Montenegro, Bosnia y Hercegovina, Macedonia, Bulgaria).

Dentro de eso llamado Balcanes, complicado de por sí de definir y de delimitar sus fronteras geográficas, los pueblos sudeslavos fueron los predominantes, junto con otros como los albaneses. Cuando hablamos de Balcanes entendemos, a priori, montañas y guerra, pero la realidad es mucho más compleja.

Tras la aparición de los bárbaros, se fueron originando las culturas propias en la región del sudeste europeo, como los eslovenos, los croatas y los serbios. El reino de Serbia, originado en Kosovo, llegó a dominar un gran territorio en su reinado del XII hasta el XV, hasta que el Imperio Otomano, venido desde Turquía, apareció.

En la histórica batalla de Kosovo en el 15 de Junio de 1389 el Reino de Serbia comienza su proceso de descomposición. Una batalla que, con el paso del tiempo, se convirtió en un importante componente de la identidad nacional serbia. Concretamente, esta reivindicación de la batalla de Kosovo es especialmente importante en el acto que realiza Milosevic (presidente de Yugoslavia desde el 1989 al 1997) en 1989, pronunciando un discurso patriótico por los 600 años de la histórica derrota frente a los otomanos.

Los otomanos conquistaron los Balcanes y anduvieron allí cinco siglos, en lo que llegaron hasta Serbia y Bosnia, e incluso superando más allá de Budapest en su época de pleno apogeo. Su periodo de máximo expansión aconteció desde finales del siglo XVII hasta principios del XIX, hasta que empezó su declive mediante la pérdida cada vez más gradual de territorios. Concretamente, los Serbios protanizaron diversas insurrecciones, consolidando un Principado (un semiestado serbio) y posteriormente un estado independiente, formalizado en 1878 mediante el Congreso de Berlín. Situándonos, además, en la guerra entre el Imperio Otomano y el Imperio Ruso (1877-1878), que ganaron los segundos.

Los rusos lograron defender a los cristianos ortodoxos de los Balcanes –sus pueblos “hermanos” de los Balcanes, los serbios- y logrando el acceso al mar Mediterráneo.

El reino de Serbia en 1882. Fuente: filatelia.uy.

La historia balcánica plagada de conquistas, guerras, imperios y religiones sumamente complicada y en constante evolución, que acabó dibujando un complejo mosaico cultural-religioso en los inicios del siglo XX. Toda esta explicación, recogida de libros, conversaciones con Milan e Internet, me ayudó y me ha ayudado a entender cuestiones que me sorprendieron estando en Belgrado.

Una cuestión que nos llamó especialmente la atención fue el sentimiento pro-rusia existente. Más allá de las conversaciones, el carácter serbio y el alfabeto cirílico, nos sorprendió ver en los mercadillos camisetas de Vladimir Putin de souvenir, de todos los tipos y colores.

Partida de ajedrez previa a irnos de casa de Milan. Parece que tenga dieciocho años. Me afeié tras un arrebato y además se me ve excesivamente delgado. La cerveza que no falte. Milan me retó y le gané.

Todo esto pasó tras habernos establecido en el hostal por el módico precio de ocho euros, que aun así intentamos regatearlo. El hostal estaba francamente bien. Barato, agradable, con un toque hippy-moderno. Se dividía entre dos edificios, uno para el hall y la recepción y otro para las habitaciones. E incluso tenía una piscina hinchable en el patio, que a cuarenta grados era un auténtico lujo. Era curioso porque había como 5 o 6 personas trabajando mediante work away, es decir, con un contrato por el cual el hostal ofrecía alojamiento y desayuno gratuito a cambio de trabajar para ellos. Es una práctica bastante extendida en el mundo hostalero.

Seguidamente, fuimos a pasear por fin por el centro de Belgrado. Después de prácticamente dos días en Svezdara, apenas habíamos visitado el centro de la ciudad. A Milan no le apetecía bajar. En cierta manera, me recordó a mí a veces con la relación que tengo yo con el centro de Barcelona. ¿Para qué ir al centro si ya lo tienes todo en tu barrio?

Una cosa curiosa y divertida en Belgrado era el tema de los buses y tranvías. No pagamos ninguno porque interpretamos que así funcionaba. No veíamos a nadie pagar y cuando preguntábamos a la gente nos decía simplemente que no sabían nada. Era una cultura de colarse bastante divertida, ya que pillamos la costumbre de movernos por Belgrado mediante el bus, cogiendo buses sin mirar nada prácticamente, solamente intuyendo que íbamos hacia el centro.  

Tras las impactantes camisetas de Putin y el agradable centro de la ciudad, nos dirigimos Kalemegdan, la fortaleza de Belgrado, rodeado de unos bonitos parques. Se trata del lugar más antiguo de la ciudad, con miles de años de historia y de reconstrucciones constantes.

El nombre viene del turco y significa “fortaleza del campo de batalla”. Es enorme y posee cientos de atractivos: museos, galerías, vistas panóramicas espectaculares, restaurantes, actividades, etc. Tras nuestro primer contacto con el centro belgradense, fuimos a tomar unas cervezas con Milan y dos amigas suyas, una serbia y otra brasileña. El intercambio cultural resulta siempre muy beneficioso.

Cuando llegamos al hostal por la noche nos encontramos con una grata sorpresa. Estaba el aire acondicionado puesto a toda pastilla. A 17 grados. En comparación al exagerado calor sufrido los días anteriores, el aire se agradece. Pero nos asustamos. Aun así, durmiendo bien abrigados no pasó nada. Era un maldito congelador. 

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