La muerte en Venecia (1912) de Thomas Mann

Julio 2020

La muerte en Venecia (1912) es una novela corta del escritor alemán y Premio Nobel Thomas Mann. La trama es sencilla y básicamente consiste en el proceso de enamoramiento del reputado escritor y noble Gustav Aschenbach, que decide ir a Venecia en busca de inspiración, ya que se encontraba “cansado por su deber artístico”. Pese a que en la pintoresca ciudad hace mucho calor y le da malas sensaciones, Aschenbach, tras un pequeño imprevisto, decide quedarse en Venecia sin fecha de regreso a Alemania. El motivo: Tadzio, un precioso joven polaco. Este pequeño escrito de Thomas Mann trata resumidamente de la identidad homosexual en un mundo reprimido.

A lo largo de la novela se van viendo los sentimientos que experimenta Aschenbach, de como un escritor centrado, burgués y pulcro sucumbe a la pasión del amor y se obsesiona con el chavalín. Ambientada en un hotel y en una playa de Venecia, en el libro apenas pasa nada ya que los dos personajes principales apenas interactúan. El libro consiste en la frustración del viejo escritor por un amor no correspondido con Tadzio, el paso de la razón a la pasión, y de la pasión a la muerte, ya que el pobre hombre, que venía en busca de inspiración, acaba muriendo enfermo debido a una misteriosa epidemia de cólera que las autoridades ocultan. La pasión y el arte acaban desembocando en ganas de vivir y desequilibro. La belleza lo es todo, “quien ama es más divino que quien es amado, ya que en aquel habita dios, y no en el otro”, dice Mann.

Los diálogos platónicos de Fedre que parafrasea Mann entran como anillo al dedo: “Y sobre el prado, que descendía en pendiente suave de manera que, aun estando acostado, se podía tener el derecho, había dos hombres reposando al abrigo del calor del día: uno era viejo y el otro, joven, el uno era feo y el otro, hermoso, la sabiduría y la gracia. Y, entre finuras e ingeniosas placeres para mantener la atención, Sócrates aleccionaba a Fedro sobre el deseo y la virtud. Le hablaba del escalofrío ardiente que experimenta el hombre sensible cuando sus ojos perciben un símbolo de belleza eterna.” Y prosigue más adelante: “Porque has de saber que nosotros, los escritores, no podemos seguir la vía de la belleza si Eros no nos acompaña y no nos lleva (…) nuestro entusiasmo es la pasión y nuestro deseo ha de ser amoroso; he aquí nuestra gloria y nuestra miseria”.

Deja un comentario