La idea de Yugoslavia

Agosto 2017

Nos despertamos congelados en la habitación del hostal. Al salir de nuevo al aire libre, volvimos a notar la exuberante ola de calor. Nos esperaba el último día dedicado a conocer Belgrado. Pensamos incluso en quedarnos más. Pero este era uno de los dilemas. No siempre puedes quedarte allí donde estés bien; a veces tienes que irte y ya está.

Es importante cerrar etapas, y más en un viaje largo en el que conoces a muchísima gente y te tienes que mover. Es una especie de mística viajera que nos afectó durante el viaje. También podríamos explicarlo debido al cálculo racional de nuestras mentes, que eran conscientes de que estar demasiado tiempo en un sitio luego te lo resta a otros. Es decir, que teníamos unos 25 días para ver 6 países más. Y digamos que era un poco justo e inabarcable. Si hubiese sido por nuestro corazón, habríamos estado más. Pero la mente esta vez venció la batalla.

  •  David, ¿Nos quedamos más o qué?
  • Puf, no sé, no sé. Deberíamos irnos.
  • Yo me quedaría.
  • No tío, nos tenemos que ir. Que nos liamos.
  • Venga va.

Para decidirnos, por muchos cálculos racionales que hiciese nuestro cerebro, se basaba al final en la insistencia y la motivación. Por lo tanto, decidimos que era nuestro último día y que mañana partíamos hacia Sarajevo. No sabíamos cómo aun. La opción preferible era autostop, ya que resultaba más económica y más sociológicamente interesante. Debido a nuestra experiencia anterior y el calor sofocante, nos decantamos a última hora por el bus, que salía al día siguiente a media mañana.

Tras nuestros debates acerca del cuándo y dónde viajar, decidimos pasar la mañana en el hostal, descansando. En esos momentos es cuando me ponía a reflexionar, buscando información por Internet, hablando con la gente o leyendo libros. Y es de esta manera, en este pequeño descanso en el caluroso Belgrado, comenzó mi estudio de los Balcanes. Había tratado de escribir en Budapest, pero no conseguí inspirarme, más allá de ciertas notas que apuntaba en mi móvil. Parecía que había llegado el momento en el que podía ponerme un rato con la tablet.

Todo iba bien.

Todo iba relativamente bien para Serbia mientras los otomanos se descomponían, hasta que estalló la Primera Guerra Mundial en 1914 tras el “Atentado de Sarajevo”, con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, posiblemente uno de los acontecimientos más importantes de la historia. La IGM (1914-1917) enfrentó al bloque de la Triple Entente (Reino Unido, Francia, la Rusia zarista y demás potencias) y la Triple Alianza (el imperio alemán, el imperio austrohúngaro e Italia). Las razones de la guerra, ampliamente estudiadas por los académicos, se deben a los profundos conflictos económicos y sociales y las tensiones derivadas de la colonización, que suponía una competición para las potencias europeas.

La IGM fue el máximo exponente de lo que Lenin llamó “imperialismo”, es decir, una nueva fase del capitalismo en la que éste se expande por todo el globo y necesita apoderarse de todos sus recursos. Así pues, Lenin, inspirador de las doctrinas socialistas que acompañaron a la futura Yugoslavia, calificó a la IGM como una “guerra imperialista”, criticando con vehemencia la actitud del imperio ruso. La IGM supuso el inicio de la Revolución rusa (1917), momento en el que Lenin puso en práctica sus doctrinas.  

La IGM volvió a reconfigurar la geopolítica de los Balcanes y se comenzaron a observar los primeros vestigios de la unión de los eslavos del sur. El territorio que ocupaba anteriormente el imperio austrohúngaro fue el lugar en el que se fundó el  Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (1918), bajo el dominio de Pedro I y posteriormente de Alejandro I.

La configuración de este nuevo Estado fue polémica y se desarrolló con muchas complicaciones, en la que convivieron múltiples grupos étnicos y religiosos. El Reino duró a duras penas hasta 1928, cuando comenzó la dictadura absolutista –con una creciente serbización del sistema- y se creó el Reino de Yugoslavia (1929-1945). Alejandro I organizó el nuevo país solamente durante cuatro años, debido a su muerte por asesinato en 1934. Seguidamente, la familia real siguió ostentando el poder.

Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. Fuente: Wikipedia

Esta sucesión de trágicos acontecimientos y luchas por el poder fue la regla común que se produjo en los Balcanes desde la caída del imperio otomano. Pero se fraguando con más intensidad a partir de la IGM, con el inicio de lo que E. H. Carr llamó “la crisis de los veinte años”. El historiador británico alertó a los idealistas que, en un sistema internacional inestable, garantizar la paz mundial era un sueño peligroso que podía desembocar en la hecatombe.

Mientras la Sociedad de Naciones (1919) -la antesala de Naciones Unidas-, creada en el Tratado de Versalles para propugnar por la paz y la cooperación internacional, se mostraba inútil e ineficaz, el crack del 29, una gran crisis económica mundial que puso en vilo los principios del capitalismo de libre de mercado, estaba engendrando un monstruo: el fascismo.

Este monstruo, fruto de las contradicciones del capitalismo y herramienta útil para el freno de los movimientos obreros en Europa, influenció a una parte importante de la antigua Yugoslavia.  Las ideas del nacional-socialismo llegaron hasta Croacia, bajo el movimiento ustachi.

La Segunda Guerra Mundial empezó en 1939 y las potencias comenzaron a organizarse. Por un lado, las potencias del eje: Alemania, Italia y Japón). Por otro lado, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, la URSS y la República de China. La situación era sumamente complicada e inestable. El ejército alemán avanzaba imparable y había logrado convencer a otras naciones para la consecución de su deseado III Reich. ¿Qué pasaba, pues, con la idea de Yugoslavia, amenazada por el nazismo?

En esos momentos, mientras Serbia se intentaba desprender del yugo nazi, diferentes movimientos políticos comenzaron a organizarse para dar una salida al conflicto. En primer lugar estaban los monárquicos y conservadores, llamados chetniks. En segundo lugar estaba Josip Broz Tito -alias “Tito”- un militar comunista que dirigió al grupo de los partisanos desde el 1941, tras la invasión de los nazis. Mientras se luchaba conjuntamente contra el nazismo, se libraba entre las propias fuerzas serbias el futuro del país que, tras el fin de la guerra, cayó en manos Tito y los comunistas.

A partir de allí nació Yugoslavia, una confederación única hasta el momento. Yugoslavia se  presentaba como un país alejado de la ortodoxia y el centralismo de la URSS, por lo que a los americanos no les molestaba tanto. Más aun, tras la ruptura entre Tito y Stalin en el 1946. Criticado y financiado por las dos superpotencias. Situado entre ellas, ejerciendo de balance. Lo que le llamaron una “vía original hacia el socialismo” bajo el liderazgo de Tito. El socialismo de Tito fue un experimento único, por su componente autogestionario y su lograda multiculturalidad que duró con cierta harmonía hasta principios de los ochenta.

El liderazgo de Tito me sorprendió, ya que a diferencia de la URSS y el pacto de Varsovia, su figura estaba bastante legitimada y aceptada por las diferentes repúblicas yugoslavas.  Decidí comprarme un pequeña estatua de Tito. Un recuerdo con un toque étnico: el marketing postcomunista que impera en los países eslavos ortodoxos. Una muestra, al fin y al cabo, del soft power postsoviético. Y nostálgico, muy nostálgico. Una nostalgia muy común en la vida belgradense.

Nuestro último día tenía que ser intenso. Así que desistí de escribir, como era común ya en mis andares y fuimos a hacer el free tour de la ciudad. Visitamos lo que le llaman el Montmartre (barrio bohemio de París) de Belgrado, llamado Skadarlija, una calle muy bonita con centros de arte, restaurantes típicos y mercadillos. Seguimos visitando la ciudad durante ese lluvioso día que nos hacía verlo todo con otra perspectiva. Se trataba de una ciudad gris por regla general, siendo esta la consecuencia de una historia tan dramática y convulsa. 

Las ciudades grises y nuevas siempre tienden a tener una amplia cultura underground. La gente necesita expresarse de alguna manera cuando tienes un barrio viejo reconstruido. Es ahí cuando sale el arte urbano. Si tus edificios tienen 500 años de historia no los llenarás de grafitis. En cambio, si estos son grises sí.

Después de la visita fuimos a comer con Milan por su barrio, al típico bar-restaurante serbio. Comimos una cantidad impresionante de carne, además de pan, chupitos de rakkia (licor de allí), ensaladas y un largo etcétera. Vamos, un atracón de esos parecidos a los navideños que hacen que tu estómago permanezca funcionando varias horas. Y todo por un precio irrisorio. Nuestra compostura merecía un descanso tras la comilona, pero había quedado para dar una vuelta con la familia de canarios que conocimos en el tren.

Quedamos exactamente en uno de los lugares más impactantes de toda la ciudad: el ex Ministerio de Defensa de la antigua Yugoslavia. Este impresionante edificio fue bombardeado por la OTAN en 1999 y se convirtió en uno de los símbolos nacionales del sufrimiento serbio. Tras la destrucción del edificio, el gobierno serbio puso una gigantesca pancarta para el alistamiento al ejército serbio, con una mujer militar en la portada. Como vemos, las heridas y la nostalgia de Serbia son las consecuencias inevitables del nacionalismo serbio.

De alguna manera, Yugoslavia funcionó más o menos bien y la gente de allí llegó a creerse el proyecto. Pese muchos problemas, como las desigualdades, la diversidad religiosa, la diversidad étnica y las demandas de más autonomía, la idea yugoslava aguantó durante un tiempo, pero acabó de una manera trágica: la guerra. Y concretamente, una guerra muy sangrienta y que ha dejado muchas heridas abiertas. Por lo tanto, Yugoslavia fue un experimento que pereció, que dejó muchas huellas en las mentes sudeslavas. 

Tras visitar las famosas ruinas de Belgrado, paseamos a lo largo del río Danubio y estuvimos al lado de uno de los puntos por donde pasa la ruta en bicicleta del Danubio, una de las más conocidas a nivel europeo. Así que si hay algún interesado en recorrer Europa en bicicleta, que sepa que esta es una de las mejores opciones.

El calor se iba yendo y anochecía, por lo que volvimos de nuevo a Svezdara para despedirnos de Milan. Debido a nuestro uso fraudulento del transporte público en Belgrado, nos llegamos incluso a conocer cómo funcionaba, a grandes rasgos, el servicio de buses y tranvías. Así que quedamos y fuimos a tomar las últimas cervezas. Fue un momento muy emotivo. En apenas unos días habíamos comenzando una relación de amistad que dura hasta el día de hoy. Y despedirse, cuando las cosas suceden con mucha intensidad, es duro. De hecho, no nos queríamos ir de Belgrado. Pero debíamos. Al día siguiente, sobre las 12:00 del mediodía nos dirigiríamos hacia Sarajevo (capital de Bosnia) en bus.

Deja un comentario