La Habana no deja indiferente

Agosto 2016

La Habana es una ciudad que no deja indiferente. Después de París es la urbe que más me ha impactado. Prácticamente cada día descubres algo que hacer y, sinceramente, considero que ni en un mes te quedarías satisfecho. 

Es la capital de Cuba, además de su centro neurálgico, y posee una energía impresionante. Viven, contando las afueras, unos tres millones de habitantes. Posee una arquitectura colonial de tradición española, francesa, británica y americana. Está estructurada conforme a tres barrios: Habana Vieja, Centro y el Prado y el Vedado.

Mis compañeros y yo nos hospedamos en el barrio del Vedado, una gigantesca zona donde antiguamente vivían los burgueses y ahora es un barrio residencial, con casas rurales. Concretamente, estuvimos cerca del sucio río de los Almendares. Enfrente de la casa había una infraestructura totalmente favelera, en el que muchos edificios fueron construidos por los propios vecinos.

Aun así, la seguridad es altísima y es un hecho que repiten constantemente los cubanos. “En Cuba nadie te va a robar”. Sí que es cierto, no obstante, que con el incremento del turismo se han producido pequeños robos a turistas, pero la delincuencia sigue siendo irrisoria. Es, posiblemente, uno de los lugares más tranquilos y pacíficos para vivir en el mundo. 

La Habana es una ciudad que parece estancada en el tiempo. Posee un aspecto empobrecido y una infraestructura degradada, pero con un encanto inigualable. Durante esta primera semana en la isla hicimos un pequeño recorrido por la ciudad que supuso nuestra toma de contacto con el país.

Tuvimos la suerte de hospedarnos en una casa de alquiler única, en la que nos sentimos muy bien acogidos y nos trataban como si fuésemos su familia. Marta y Alberto, a que no dudaré en recomendar para los futuros viajeros que vayan a La Habana, era una pareja encantadora, hospitalaria y revolucionaria. A ello le sumamos las experiencias de Mami (madre de Marta)una abuela de 83 años que participó en la Revolución, con la que charlando un rato uno recibía una clase magistral de humanidad y principios.

Tal y como comentaba, la cantidad de cosas que hacer en la ciudad es enorme. Durante estos primeros siete días aprovechamos para visitar el Malecón, un paseo que recorre la costa de La Habana a lo largo de siete kilómetros y conecta los diferentes barrios de la ciudad.

El término ‘malecón’, que desconocía más allá del hit reggaetonero del verano Hasta que se seque el malecón –que escuché cientos de veces-, se refiere en Cuba y en algunos países de Latinoamérica a los rompeolas y paseos marítimos. También conocimos la Habana Vieja: el centro de la ciudad, patrimonio de la humanidad, precioso y repleto de historia.

Pasear por la Habana Vieja es imprescindible para conocer Cuba. La cantidad de museos, plazas, callejuelas y bares con música en directo confiere al barrio un ambiente único.

Una tarde que pretendíamos ir  en barco a Casa Blanca (un pueblo cercano en frente de La Habana en el que se encuentra un castillo, un Cristo gigante y unas vistas espectaculares) nos sucedió una anécdota curiosa. Nos dirigíamos hacía allí cuando nos cayó una tormenta tropical y unos cubanos nos invitaron a entrar en su casa a charlar y a ver boxeo olímpico en su televisión,  a la vez que uno de ellos nos recitaba canciones con la guitarra española.

Cantaba genial y se dedicaba a la música, pero lo más impresionante de este hombre eran sus orígenes. Era el bisnieto de Juan Negrín, presidente de la República Española; nos enseñó el DNI para constatarlo. Este fue uno de los primeros ejemplos de la hospitalidad cubana. Nos encontrábamos perdidos y atacados por la lluvia y acabamos pasando una gran tarde.

El Vedado, lugar donde nos hospedábamos, es el mayor barrio de la ciudad, siendo también un lugar emblemático y culturalmente el más activo, además de poseer grandes hoteles. 

Una de esas noches aprovechamos para ir a la Fábrica de Arte Cubano, una discoteca/centro cultural que combina galerías de arte, música en directo, discoteca e incluso cine. Todo esto a un precio de 2 dólares cubanos y con comida y bebida a precios asequibles. Una combinación nunca vista por mis ojos pero increíble;  una sensación extraña la de ir ebrio con un mojito mientras miras una exposición de los estudiantes de arquitectura de la Universidad de La Habana. Uno también puede ir a la Plaza de la Revolución, una gigantesca y emblemática plaza en la que Fidel pronunciaba sus discursos y se hacen grandes actos, y en la que se encuentra la Torre de José Martí y la sede principal del Partido Comunista.

Durante la estancia en La Habana aprovechamos para hacer excursiones de un día. Fuimos a Bacuranao, situado en lo que llaman Playas del Esteun conjunto de 20 km de playas a una media hora de La Habana. Nos desplazamos allí con la guagua (el bus) por 40 centavos de peso cubano (1 céntimo de euro); viajamos a lo cubano.

Son el medio de transporte por antonomasia de los habaneros.   Algunos están personalizados, suena reggaeton, vas como en una lata de sardina y se retrasan mucho, pero son muy divertidos.  Es curioso porque el sistema de información del transporte en Cuba funciona a base del boca a boca: ve preguntando por la calle, que acabarás llegando a tu destino. Todo esto gracias a Alberto, que nos acompañó. Ir con cubanos siempre será mejor que ir solos, ya que conocerás mejor el terreno y te saldrá todo más económico. Por ejemplo, si no hubiésemos tomado (se usa tomar en vez de coger) tendríamos que haber ido en taxi por un precio mucho más alto.

En Bacuranao tuvimos nuestra primera experiencia en una playa para cubanos. En general, era una playa agradable pero muy sucia, en la que podías comer muy barato y escuchar música durante todo el día. Uno buceaba y, en vez de peces, solo veía latas de cerveza Cristal y botellas de ron Havana Club. Nos pareció poco cuidada.

En Bacuranao tuve una experiencia un tanto desagradable con eso a lo que llaman jineterismouno de los temas más polémicos en Cuba. El término hace referencia a esos cubanos y cubanas que al entablar una conversación contigo siempre buscan algo de beneficio, sea una botella de ron, una cena o algo de dinero. Mi caso fue el siguiente: se me acercó una negra que decía que le gustaba y tras 5 minutos me propuso directamente sexo

Aún recuerdo alguna frase que me dijo: “Las cubanas somos muy buenas en la cama, somos de sangre caliente”. Siguió insistiendo, a la vez que nos pedía dinero y nos decía que Cuba no le gustaba y que quería irse. Poco a poco se le iba viendo el plumero y la historia acabó siendo bastante desagradable, especialmente para mí. La mandamos a tomar por culo.

Otra de las excursiones que realizamos fue a Viñales, situado en el oeste de Cuba. Posiblemente es una de las zonas más bonitas de la isla. Se trata de una región tabaquera en la que la población es más blanca y menos revolucionaria que en el este. Hicimos una ruta por este precioso valle, en el que vimos cuevas, paisajes verdes tropicales con mogotes (montañas verdes características de Viñales), plantaciones de tabaco y la elaboración en directo del famoso puro habano. Pese a no ser fumador, tuve la oportunidad de probar uno.

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