Octubre 2016
La geopolítica es una palabra que lo justifica todo.
¿Es un doctrina o un comodín en nuestros análisis?
Todo es geopolítica. Conflictos en Oriente Medio: geopolítica. Conflictos en el mar de la China: geopolítica.
¿Hasta qué punto es cierto todo esto?
Los estudios geopolíticos están a la orden del día. Estadistas y académicos siempre tienen esa palabra en la mente y elaboran complejos estudios y análisis para comprender el sistema internacional actual.
Pero a veces tendemos a centrarnos demasiado en enrevesadas teorías -supuestamente innovadoras- actuales y olvidamos las bases teóricas de la doctrina geopolítica. Si olvidas la historia, no entenderás nada.
Por ello me dispongo a explicar qué es la geopolítica basándome en el primer gran historiador catalán, Vicens Vives.
Conocido por sus estudios sobre la Edad Media en Cataluña y por ser el nombre de una editorial de libros, el historiador fue el maestro académico de Josep Fontana y Pierre Vilar, entre otros. Entre su magnífica obra, también destaca su Tratado General de Geopolítica: el factor geográfico y el proceso histórico publicado en 1950.
En el primer capítulo del libro, el historiador explica, mediante comprobaciones históricas, la evolución de distintos imperios, desde Alejandro Magno, Julio César hasta los imperios faraónicos de Egipto y Gengis Khan. Todos estos imperios estaban basados en determinadas trayectorias culturales y políticas, movidos, según Vives, por un sentido geohistórico. Para él, la geohistoria es la disciplina que ayuda a comprender el mundo de los fenómenos históricos en la tierra (factor geográfico).
Si hablamos de los primeros pensadores geopolíticos, no podemos olvidar a Herodoto, “el primer historiador” del mundo, que explicó las guerras médicas entre Persia y el mundo helénico, y a Tucídides, narrador de la Guerra del Peloponeso. Más adelante, los preludios de la disciplina fueron avanzando mediante los análisis posteriores, gracias al helenismo y el imperio romano, a la expansión de europa y las ideas renacentistas y a la ilustración.
Aun así, no es hasta el siglo XIX, con la llegada de la Geografía Política alemana, que la disciplina geopolítica comienza a formularse académicamente, con Humboldt (padre de la geografía física) y Herder (los “Estados naturales” surgen de la propia naturaleza del carácter de los pueblos).
Vives explica que la geografía política tiene cuna alemana, debido a un triple motivo: la corriente idealista kantiana, los innovadores métodos universitarios de las universidades alemanas y el desbordante deseo de la vida del país por conseguir una plenitud soberana inspirada en el imperio germánico.
La implosión de la Geografía Política alemana fue posteriormente complementada por Ratzel (padre de la geografía humana), que consideraba útil a la geografía para fines diplomáticos y de relaciones internacionales. Para Ratzel la geopolítica era la actuación del “hombre” en el suelo (medio geográfico) y el Lebensraum (doctrina del espacio vital).
Unos años más tarde, Kjellen, firme estatalista, consideraba al estado como un organismo geográfico y soberano, y Haushofer, influyente de los planes nacionalsocialistas, incluyó el factor étnico-racial en sus análisis y complementó el famoso Lebensraum. Ante la erudita escuela alemana, otros estudiosos occidentales reaccionaron ante tal producción académica.
Las ideas geopolíticas se fueron ampliando a otras subdisciplinas, como la geopsique (geografía y psicología), la geomedicina (geografía y enfermedades), la biopolítica (geografía y biología) y la geoeconomía (geografía y economía, muy importante ahora).
Algunas de ellas fueron enmarcadas dentro del método geopolítico alemán, pero Vicens Vives critica duramente las posiciones racistas alemanas y defiende el método geohistórico, es decir, la disciplina que estudia a las sociedades históricas. La geohistoria explica las relaciones entre el medio ambiente geográfico y las diferentes sociedades humanas que conviven en él. Considera que “el hombre no ha de considerar sus relaciones con la tierra que habita como una mística del espacio vital, sino como una experiencia empírica”.
Llegados a este punto tenemos:
Vicens Vives considera que el motor activo de la historia es “la capacidad del espíritu social para hacer frente a los sucesivos estímulos internos y externos que se le presentan; ya de las adversidades, presiones y penalidades que actúan sobre el mismo”, y estos estímulos juegan en terreno formado por dos factores: los geográficos y los humanos.
En contraposición a la geopolítica alemana (la lucha biológica entre pueblos) y al materialismo histórico (la lucha de clases), el historiador considera al motor de la historia a la autodeterminación espiritual de las sociedades humanas en su contexto geográfico, rechazando a las escuelas más deterministas. En este sentido, Vives explica que “reconocemos la existencia de un escenario -el medio ambiente geográfico- y la presencia de coactores en la representación del drama histórico.
¿Pero cuáles son estos estímulos? Vicens Vives diferencia entre los factores naturales, en los que incluye el clima, el relieve, el mar y el continente, el litoral y las islas, los ríos y valles, los pasos y puertos montañosos, y el comercio y las comunicaciones, que no forman parte de la naturaleza pero que son condicionantes de la evolución de las sociedades humanas.
Otro aspecto importante en el análisis de Vives es lo que él llama la situación geohistórica, es decir, “la situación geográfica de un país respecto a las líneas del tráfico mercantil mundial prevalecientes en un periodo determinado de la historia”. Las grandes rutas de las comunicación y el comercio son las que permiten el desarrollo de las sociedades humanas. Además incorpora el concepto de núcleo geohistórico, “el espacio natural favorecido por el cruce de comunicaciones y corrientes de tráfico, de donde, a causa de diversas coyunturas humanas y sociales, ha surgido el ímpetu creador de una cultura o de un Estado.”
Existen determinados lugares que son propicios para el desarrollo político y cultural de una sociedad, también llamado por Vives como “ecúmene estatal”, normalmente las capitales de las sociedades. Los Estados, en su aspecto geopolítico, tienen tendencia a buscar una salida al mar, a una expansión litoral, y a los glacis (disponer de seguridad para posibles ataques externos) defensivos.
El historiador considera a la frontera uno de los focos de tensión internacional, como “una periferia de tensión cultural (…) un fenómeno determinado por coyunturas históricas y geográficas registradas en el transcurso de la vida de las sociedades humanas” que, según él, no implica belicismo. Las fronteras existen desde el imperio egipcio, en la que la necesitaban separar las ciudades para organizar la vida agrícola.
Más adelante, la frontera militar surge para defenderse de los pueblos “bárbaros”. Vives niega rotundamente que existan fronteras naturales; creemos comúnmente, por ejemplo, que los ríos, las montañas y los mares establecen fronteras naturales. Para él, dar por hecho esa afirmación es una “aberración geohistórica”, un sueño de una “diplomacia fosilizada”. Es cierto que ciertas fronteras puedan parecer “naturales”, pero es una mentira rotunda; son construcciones de las sociedades humanas a lo largo de la historia.
Por último tenemos que ser conscientes del papel que juegan los recursos naturales, las materias primas para construir y mantener a las sociedades modernas. Todos ellos son considerados esenciales en los análisis geopolíticos. Por un lado tenemos a los minerales (hierro, hulla, níquel, cromo, tungsteno, cobre, plomo, cinc, aluminio, estaño, minerales preciosos, el uranio, la potasa, el salitre, el petróleo), los animales (sobre todo la pesca) y las plantas (trigo, azúcar, cedro, lino, cáñamo, caucho). Han pasado 66 años de estos postulados, por lo que seguramente tendríamos que añadir alguno y quitar otros.