Inicios en Karate

Tras nueve años jugando a fútbol decidí dejarlo por lesiones en el tobillo, que llevaba acarreando por unos años. Fui perdiendo nivel. A partir de ahí estuve dos años sin hacer deporte, me puse muy delgado y andaba desmotivado.

Un día, con unos colegas, decidimos ir al parque a ponernos los guantes. Por aquel entonces tenía 18 años y algunos de mis amigos practicaban cosas como kick boxing o boxeo. 

Boxeando en la calle.

Más tarde hice la transición y me apunté a Karate, por pura casualidad divina. 

Era la primera oportunidad que tenía de practicar algo así, y decidí apuntarme al estilo Shito Ryu, una de las modalidades del Karate.

Cuando me apunté pesaba unos 66 kilos. Teniendo en cuenta que mido 1.86, esa diferencia de 20 kilos me hacía un auténtico bicho palo.

Era delgado y un pelín torpe, pero rápido y ágil

Con el Gi de Karate hay un movimiento que significa desprender energía que se llama Kime. Eso me atraía especialmente.

En el examen a cinturón naranja.

Posteriormente, en el examen a cinturón verde me preguntaron sobre los orígenes del Karate. Conteste más o menos acertadamente. 

Expliqué que tiene sus orígenes en el Siglo XX (a diferencia de lo que mucha gente piensa) y que proviene de otras artes marciales tradicionales, y que lo utilizaban los campesinos japoneses para defenderse de los invasores. 

Creo que esa respuesta fue la que me hizo aprobar el examen.

El Karate me enseñó muchas cosas. Aprendí sobre respeto y perseverancia, pese a que bajo mi punto de vista el marcialismo era excesivo

Desarrollé educación, tanto por los cinturones más experimentados como por el propio Tatami, el lugar donde realizas el arte, el cual debe estar bien cuidado y transmitir paz. 

El problema que vi en el Karate fue la poca aplicación en la vida real, o al menos el estilo que practiqué. 

La modalidad de combate, el kumite, apenas la practicaba y era justamente cuando más disfrutaba.

El Shito Ryu era un estilo extremadamente preciso y veloz. 

Tenías que aprenderte las Katas a la perfección, con todo tipo de detalles. 

Hoy en día me acuerdo de movimientos, pero de ninguna entera. La más clásica era el Pinan Nidan, y conforme avanzabas, más tenías que saber. 

Las katas eran representaciones ficticias contra enemigos imaginarios, y podías hacerlo en solitario o acompañado. Incluían todo tipo de movimientos bajo ritmos muy precisos. 

El karate realmente me gustaba, y creía que se me daba relativamente bien por mis condiciones físicas, pero me acabó aburriendo

Me faltaba acción. Me mantenía en forma y me introdujo al mundo de las artes marciales, pero se quedaba corto para mí.

Dejé Karate tras dos años, habiendo conseguido el cinturón azul (luego va marrón y negro) y con 72 kilos. 

Hice un gran amigo en Karate, con el cual sigo en contacto. Pero ninguno de los dos hacemos Karate.

No sabía cuál iba a ser la próxima arte marcial. Pensé en Capoeira y Kick Boxing. Pensaba que podría aprovechar las nociones de karate para aplicarlos a otra arte de golpeo (striking)

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