Hamburgo y Sant Pauli

Marzo 2016

Aquí comenzaba el viaje al norte de Alemania, que realizaría durante Semana Santa. Las temperaturas bajas (una media de cinco grados) y el mal tiempo me acompañaron todo el viaje. Pese a los cortos que eran los días, la afluencia de turistas era bastante baja y todo resultaba más económico. 

Después de un incómodo vuelo con Ryanair, en el que estuve oliendo un perfume olor miel durante el trayecto y leyendo a Petros Markaris y sus novelas policíacas que reflejan la situación griega. Tras unas tres horas volando aterrizaba en Hamburgo, una ciudad relativamente canalla de 1 millón de habitantes, que me dejó un sabor agridulce.

Una urbe que a primera impresión es seria y gris, de las más caras de toda Alemania. Destacaba la gran cantidad de Kepabs y el escaso turismo. El mal tiempo (viento, frío, chirimiri y nubes) me hacía ver las cosas con otros ojos y me reafirmaba ese aspecto industrial y portuario. En Hamburgo, de hecho, está uno de los mayores puertos de toda Europa.  

Callejeo por Hamburgo

La ciudad tuvo que reconstruirse tras la Segunda Guerra Mundial, ya que quedó devastada en un 70%. 

Mi recomendación particular, más allá del centro histórico, es pasear por el famoso barrio de Sant Pauli. Es sin duda alguna una zona peculiar de Hamburgo, conocido mundialmente por ser la sede de uno de los clubs más izquierdistas del mundo; en sus estatutos se definen como antifascistas y antirracistas. 

En Sant Pauli puedes perderte, beber cerveza, ver graffitis y callejear sin parar. Todo el mundo bebía en la calle y había variopintos personajes, como gente disfrazada o despedidas de solteras que se iban de las manos, al igual que muchos vagabundos y borrachos. 

Sant Pauli es también mundialmente conocida por ser el lugar donde los Beatles se popularizaron. En el Sant Pauli más profundo hay varios homenajes al emblemático grupo, así como diferentes bares y prostíbulos. Hamburgo es sin lugar a dudas un buen lugar para hacer trapicheos. 

Por la tarde, a modo de espejismo, salió el sol, por lo que aproveché para pasear por el lago principal.

Me hospedaba en un International Youth Hostel, hostales-albergues metidos dentro de la ciudad. He estado en varios del estilo en diferentes países y no los recomendaría. Son poco humanos, las reglas son estrictas y los servicios que se ofrecen dejan que desear. Era demasiado grande.

Para movernos por la ciudad mi compañera de viaje y yo fuimos al metro, el cual no pagamos por una mezcla de picaresca y desconocimiento, ya que no se tenían que validar los tickets, que valían unos tres euros. El karma nos hizo que un revisor nos pillase por banda y nos pidió los tickets. Después de intentar regatear y hacernos los tontos, bajamos la multa de 60 euros por persona a 30. Fue un pequeño alivio, y contemplamos una pequeña corrupción en uno de los estados más burocráticos del mundo. 

La cerveza de Hamburgo era muy suave y muy ligera, o al menos las que probé. También me llamó la atención la cantidad de dulces y chocolatinas que había en los supermercados. 

Los alemanes tienen en general un carácter especial, caracterizado por la seriedad, la rectitud y la racionalidad, aspecto que se nota en su sociedad, sus métodos y su enrevesado idioma. Conocer a los alemanes es todo un reto.

Mi amiga me explicaba que estaban comenzando a llegar muchos refugiados a la ciudad, y que estaba habiendo buenas y malas reacciones. De hecho, ya han ocurrido diversos episodios xenófobos. Vi unas tiendas de campaña en la estación central

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