Eslovenia, un país de bosques

Agosto 2015

Eslovenia es un país con forma de gallina. Solamente tiene dos millones de habitantes, lo que le convierte en uno de los más pequeños de Europa. Su capital, Liubliana, concentra en su área metropolitana a un cuarto de los eslovenos. 

El centro histórico de la capital, acompañado del río Liubliana, tiene unas preciosas vistas al castillo que se encuentra en la colina, en uno de los puntos más altos de la ciudad. Pequeñita, agradable y coqueta son adjetivos que definen a Liubliana. 

Nosotros nos hospedamos en las afueras de la ciudad, en la casa de un couchsurfer esloveno muy simpático y hospitalario. Sí, los eslovenos nos llamaron la atención por ese aspecto. Te saludaban por la calle y te intentaban ayudar si tenías algún problema. 

El plan es Eslovenia fue perfecto. Nuestro couchsurfer nos llevó a casa de una amiga suya a las afueras de la ciudad, con el objetivo de disfrutar de una barbacoa, ver estrellas fugaces por la noche y dormir al raso. Fue una experiencia muy bonita y increíble que no pasa cada día. Era una de las primeras veces que veía estrellas fugaces -o que prestaba atención a ellas- y tuve la oportunidad de ver una quincena. El cielo rural esloveno desprendía pureza.

Eslovenia es el ejemplo de país tranquilo, pacífico y con bajas tasas de criminalidad, pese a la pequeña guerra que tuvieron debido a la descomposición de Yugoslavia, en la que murieron aproximadamente un centenar de personas.

Algo que destaca en Eslovenia es la gran cantidad de bosques que tiene, los cuales constituyen más del 50% del país, además de gran cantidad de lagos y riachuelos. Bajo recomendación eslovena, decidimos no ir al famoso lago de Bled por el exceso de turismo, y decidimos ir a visitar el lago de Bojinh -situado debajo de los Alpes- que se encontraba a unos poco kilómetros de Liubliana. 

Acampada libre en la Eslovenia rural

Se trata del lago más grande del país, mucho menos turístico y más natural que Bled. Mis ojos no habían contemplado hasta ese momento una zona tan preciosa y recóndita. Alquilamos unas bicicletas y rodeamos gran parte del lago. 

La bicicleta es el medio de transporte por antonomasia del ciudadano de Liubliana, y con un único candado ya te aseguras que no te la roben, no como en Barcelona. 

Eslovenia era un gran cambio en comparación a lo anteriormente visto. Se percibía mejor nivel de vida, menos pobreza y menos multiculturalidad, y los precios eran más elevados. Me parecía una especie de oasis en la que los jóvenes a los que pregunté desconocían el reggaeton. Al igual que en los países anteriores, se bebía alcohol en grandes cantidades, pero esta vez tenías que pagar en euros. 

En Liubliana, el último día, visitamos el museo del autostop por mera casualidad, el cual sirvió de inspiración para las próximas aventuras que venían, como las experiencias que nos explicaron los amigos eslovenos.

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