Julio 2020
El vértigo de Babel, cosmopolitismo o globalización (1999) del filósofo francés Pascal Bruckner es un corto ensayo sobre el cosmopolitismo, en el que ofrece una visión amplia sobre esta compleja palabra y nos propone una pequeña guía para actuar en el mundo moderno, sin fronteras y con identidades frágiles. Bruckner va más allá de los aprioris deseables del concepto y critica el universalismo —“hay que renunciar al sueño del hombre universal que acariciaba el Renacimiento, y conformarse más con el ideal del hombre consumado, es decir, parcialmente realizado, siempre inacabado”—, de una supuesta paz romántica imposible en la actualidad. Así pues, el cosmopolitismo es visto socialmente como una apología de la asociación y de la cooperación, aunque en realidad nos dice muchas más cosas; cosmopolitismo no es comer cuscús ni llevar un kimono.
Disney World podría ser un ejemplo de la globalización debido a que representa una “miniatura de todas las épocas, mitologías y culturas”, pero a la vez es una mezcla insulsa, empalagosa e ingenua. Como dice Bruckner, la “globalización es cualquier cosa menos cosmopolita”, ya que lo traga y lo digiere todo al mezclar las culturas, matando su singularidad. Resumidamente, el autor afirma que antes que tocar varios instrumentos, es preferible aprender a tocar uno bien; entiende y estudia tu cultura, luego adéntrate en otras.
“No se borra a Babel por medio de la diversión”, y por mucho consumo de otras culturas, los humanos no renuncian a sus orígenes. ¿Beber Coca-Cola te convierte en estadounidense? No. Dice el filósofo que es preferible el “melting pot” al “salad bowl”, ya que “hay que insistir sobre lo que acerca más que sobre que lo diferencia” y el “salad bowl pretende conservar el sabor de cada ingrediente; el zapping cultural no aporta, es pura distracción.
Para Pascal Bruckner, el cosmopolitismo es una idea que implica sufrimiento y sacrificio; transitar de una civilización a otra es una empresa complicada. El mundo no es un pañuelo, lo es solo para aquellos que viven en “un minúsculo club y no ven en el universo más que una categoría de personas”. Conviene, más allá de ser un globetrotter o un “funámbulo transcontinental”, intentar extender la identidad manteniendo unas raíces, que normalmente se adscriben a la idea de nación. Es por ello que su propuesta europeísta final es la de un “patriotismo paradójico que no nos exija renunciar a nuestro país como precio de nuestra adhesión a Europa”. El análisis de Bruckner es muy astuto para acercarnos a los debates actuales de identidades, diversidad, etc… y su prosa es elegante y da que pensar.