El porvenir de Croacia

Julio 2017

Tras visitar a Dubrovnik nos dirigimos a Split, la segunda ciudad más poblada de Croacia después de Zagreb, también con costa y con un importante puerto. A diferencia de Dubrovnik, se respira un ambiente más juvenil y fiestero, así como una infraestructura urbana menos cuidada. Split es conocido por sus fiestas y festivales, a la vez que posee un bonito centro histórico de la época romana. Me sorprendió lo bien cuidado que estaba Dubrovnik en general en comparación al resto del país.

Desde Split se puede ir Hvar, una isla tipo Menorca de 20 km para relajarse, con un ambiente bastante pijo y elitista en la que se pueden visitar bonitos pueblos costeros.

El verano croata es bastante caluroso, y alcanzábamos con facilidad los 34 grados durante el mediodía.

En general, la costa croata es muy apta para bañarse y disfrutar de las pequeñas calas con aguas cristalinas. Sin embargo, sería muy recomendable pillarse una cangrejeras y una esterilla para poder estar cómodo en las calas, ya que prácticamente todas son de piedra. La masificación de la costa está en aumento, con Dubrovnik y Split como máximo exponente.

Un turismo playero muchas veces hace que el coche sea imprescindible, si se quiere llegar a lugares más recónditos.

Me llamaba la atención la alemanización del turismo, lógico por la proximidad y por la influencia política y ecónomica. Acompañado de la novela que leía sobre la antigua Yugoslavia, me era imposible no imaginarme las vacaciones yugoslavas, en las que el serbio disfrutaba de sus preciadas vacaciones en Croacia, pero a que ahora han sido sustituidos por los alemanes.

Calas de piedras

Luego fuimos a Zadar, otra bonita ciudad de la costa croata, pero no tan turística. También tiene un barrio viejo muy bonito y los precios eran más bajos. En Zadar destacaba el órgano, una especie de escaleras situadas en el malecón de la ciudad que hacen un sonido musical con el agua del mar. Después de eso nos cayó una tormenta tropical y nos cogió frío, que acabamos paliando con comida típica croata.

En la costa croata se puede comer muy bien, y los platos más típicos son el pescado y el marisco, los arroces y la pasta, y la pizza, todo con un toque muy mediterráneo. Es recomendable parar en restaurantes croatas cercanos al mar y aprovechar el pescado fresco que suelen vender.

Seguidamente llegamos a Plivitce, el parque nacional más famoso de toda Croacia. La categoría parque nacional es la más alta dentro de la legalidad de los estados, lo que significa que son zonas casi vírgenes en las que está prohibido edificar.

El turismo que genera Plivitce es impresionante, haciendo un negocio increíble a pueblos que están incluso a 20 kilómetros del parque, justamente donde nos hospedamos, en un pueblucho rural con vacas y prados rodeándote. Nos encontrábamos con la tranquilidad del campo después de la simpatía playera. Incluso nos bajó la temperatura, llegando a 13 grados a las 6 de la mañana, momento en el que uno se tiene que despertar para ir a Plivitce si quiere disfrutar con tranquilidad los lagos que lo atesoran sin hordas de turistas.

Lagos de Plivitce

Los lagos de Plivitce son una visita obligatoria para cualquier turista o viajero que desee conocer otra Croacia. En un trayecto de unas 4 o 5 horas, realizas un camino, en la que puedes coger un barquito y un bus, viendo la inmensidad de los paisajes, una combinación de lagos, cascadas y montañas verdes increíble. Un paisaje difícil de superar, posiblemente de lo más bonito que he visto junto al lago Bojinh en Eslovenia. El precio son alrededor de 20 euros, con descuentos para niños y estudiantes.

A lo largo del viaje iba estudiando acerca de la historia del país, y cada ciudad por la que pasábamos tenía algo que decir a la reciente Guerra de los Balcanes. Croacia sufrió bombardeos por parte de la aviación serbia en varias ciudades, como en Zadar, y en ciudades como Karlovacko, que paramos para pasear un rato y nos pareció una ciudad desértica y sin ambiente, con una gran cantidad de edificios con disparos de la guerra.

Mientras que en algunos lugares se han podido reparar los daños de la guerra, en Karlovacko, una ciudad más empobrecida, se observa otra realidad completamente diferente. La costa croata se nutre del turismo, pero otras zonas no tienen esa suerte.

Con el fin de la Guerra Fría estallaron muchos conflictos armados. Acostumbrados a pensar que Europa es un continente pacífico y democrático, cuesta creer que  hace tan solo 20 años hubiese una guerra de tal magnitud e incluso genocidios. El análisis de conflictos es realmente interesante, a la vez que frustrante y decepcionante, y la paz se sigue construyendo, lentamente. Aprovechando su historia política me pillé un libro sobre la antigua Yugoslavia en una librería de Zagreb, que espero que me sirva para comprender un poco mejor todo lo sucedido.

En esos momentos intentamos descifrar la psicología croata, que me resultaban serios y grandes, con una fisiomanía tirando a rusia pero menos rubios, con esa fama de ser directos y hablar sin tapujos, o eso decían las guías.

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