El mundo de ayer (1941) de Stefan Zweig

Julio 2020

El mundo de ayer (1941) es la obra póstuma del escritor Stefan Zweig, y junto a Novela de ajedrez, su trabajo más conocido. El manuscrito fue publicado un tiempo después de su muerte, ya que Zweig y su esposa se suicidaron en Petrópolis (Brasil) tras su exilio. En esencia, “El mundo de ayer” son las memorias del autor, desde su infancia hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. A través de sus más de quinientas páginas, Zweig describe sus sentimientos, sus viajes, sus encuentros con hombres notables y su vida de escritor, y gracias a ello nos enseña que ocurrió en la primera mitad del siglo XX en Europa. Si uno quiere saber qué pasó en el corazón del Viejo Continente desde la visión de un escritor humanista, este es el libro. Zweig nos habla con claridad de los movimientos culturales, de las crisis económicas y del avance de la técnica; nos hace un retrato humanista y apátrida de esa compleja época.

Zweig explica relativamente poco de sus libros y de su notorio éxito; habla más bien del proceso creativo, de todas las experiencias que hacen reflexionar a este judío burgués –también erudito, obsesivo, curioso, pasional y reservado– nacido en la Viena austrohúngara, pero condenado a ser un apátrida. La voluntad del hombre, la paz y la tolerancia y la libertad individual son aspectos esenciales en su vida, así como el papel que otorga al “espíritu”.

Los primeros capítulos hablan de la seguridad del Imperio austrohúngaro, donde todo iba bien –siempre que fueses privilegiado, claro–, donde no había guerras y Viena era la ciudad de la ópera, el teatro y los cafés. La capital de Austria, en la que los judíos dieron la fuerza intelectual, promovieron la cultura y potenciaron la economía, fue testigo del fin del mundo centroeuropeo previo a la Primera Guerra Mundial. Zweig narra ese mundo de ayer: la dureza de los colegios, la rigidez moral (una moral antisexual que por mucho que se reprimiese siempre estaba Freud) y el culto a lo viejo y seguro; antiguamente “uno se disfrazaba para hacerse mayor y se desconfiaba de lo joven”.

Desde muy temprana edad, el escritor desarrolló una pasión literaria que lo acompañaría toda la vida. Tenía, en sus propias palabras, una “infección intelectual literaria”, un necesario fanatismo juvenil. Se metió en círculos literarios y comenzó a escribir poesía y teatro, y se juntó con otros amantes de las letras como Rilke. En su etapa universitaria destacó y publicó en medios de renombre, ejerció de traductor y viajó mucho por Europa antes de la Primera Guerra Mundial, viviendo en Berlín, París (la ciudad con más cultura del mundo) y Londres (que no le gustó). Estudio filosofía y se centró más en pasear, escribir y moverse en círculos intelectuales que en asistir a clase. Su estilo de vida consistía en escuchar y aprender de maestros; las descripciones psicológicas que hace de Rolland, Freud, Strauss y muchos otros más son increíbles.

Su juventud le valió para desarrollar un espíritu europeo y cosmopolita, en la que viajó por el mundo –que se desharía en pedazos al estallar la Gran Guerra en 1914 y le produciría a Zweig una gran consternación– sin pasaportes. Tras la contienda, que desató pasión, grandeza y destrucción, y su paso por Suiza, Zweig se instaló definitivamente en Salzburgo y siguió viajando –más como conferenciante que como viajero– y escribiendo, momento en el que desarrolló su mayor esplendor literario. Desde su privilegiado lugar como escritor reconocido, vivió de nuevo el derrumbe de su mundo, y tuvo que exiliarse a Londres debido al ascenso del nacionalsocialismo; todas sus obras fueron prohibidas por Hitler, su vecino de Salzburgo. También cabe mencionar su afán por coleccionar escritos de todo tipo de personalidades.

El mundo ayer es un libro magistral, tanto por su calidad en la prosa como en el contenido, de un reconocido escritor judío que vio caerse a su mundo europeo en dos ocasiones. Su idealismo le llevó al suicidio, pero su idealismo fue la clave de su creación; su idealismo le distanció del terror y le hizo soñar con una unión de países europeos. Dice Zweig que en el mundo de ayer “Podíamos vivir más a lo cosmopolita, el mundo entero se abría ante nosotros. Podíamos viajar sin pasaporte ni permiso adonde nos diera la gana, nadie nos examinaba por razón de ideología, raza, origen o religión. Teníamos de verdad–y no lo niego en absoluto–inmensamente más libertad individual y no sólo la amábamos, sino que la utilizábamos”. El mundo de ayer es lo previo a la barbarie.

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