Abril 2020
Un joven inglés recién doctorado decide embarcarse en una aventura antropológica junto al pueblo dowayo, unos indígenas del norte de Camerún conocidos por su “no-civilización”. Nigel pasa un total de un año y medio junto a los dowayos, una tribu aparentemente simple, en la que nunca pasa nada, pero que sin embargo al antropólogo le suponen auténticos quebraderos de cabeza. Por mucho que se esfuerza, Nigel no consigue su acometido, tanto por sus vicisitudes sanitarias y burocráticas en un país africano, como por la rigidez y complejidad de los “simples” dowayos.
A lo largo de esta divertida novela, en la que me he reído bastante, el autor describe las costumbres y los simbolismos de los dowayos, un pueblo obsesionado con el mijo, los dioses de la lluvia, las calaveras, la circuncisión y la sexualidad. Con una mirada inocente de joven occidental recién salido de la universidad, Nigel, inspirado por Malinowski, experimenta la lenta vida africana, en la que el tiempo parece no discurrir. Es realmente interesante el funcionamiento de las sociedades paganas. El debate histórico de si “civilizar” o “no civilizar”, de “cristianizar” o “no cristianizar”, de “hablar francés” o “hablar dowayo”.