Enero 2020
Un resumen de Crisis: cómo reaccionan los países en los momentos decisivos (2019, Editorial Debate), el nuevo libro de Jared Diamond.
El autor estadounidense empezó su carrera más vinculada a las ciencias, pero en los últimos años comenzó a «mezclar» diversas ciencias, como la antropología, la psicología y la historia.
Concretamente, en este libro estudia aquello que llamamos “crisis”, definido como:
Un punto de inflexión en el que la diferencia existente entre las condiciones que se observan antes y después de dicho “momento” es “mucho mayor” que la que existe entre la fase anterior y posterior de “la mayoría” de todo los demás momentos”.
Parece una definición confusa, pero con ésta representación quizás se entiende mejor. Pongamos que tenemos dos momentos, ambos con un punto de inflexión
Luego observaremos como eran esos momentos antes y después del punto de inflexión. En el momento 2, tras el punto de inflexión, vemos que aparece una distorsión curvilínea, algo «raro» o «diferente». En este sentido, consideraríamos al punto de inflexión en el momento dos como una crisis, ya que la diferencia entre la fase anterior y la fase posterior es mayor que en el momento 1.
Cuanto más raro sea ese “momento” más posibilidades tendrá de considerarse una crisis.
Los países atraviesan momentos raros en su historia, y en éste libro Diamond se dispone a analizar, mediante un ejercicio de política comparada, momentos críticos de la historia de Finlandia, Chile, Japón, Indonesia, Alemania y Australia y el presente de Estados Unidos, países escogidos por vinculaciones vitales con ellos, y especialmente el último, lugar donde nació y vive actualmente.
La peculiaridad de los análisis de Crisis: cómo reaccionan los países en los momentos decisivos reside en que aplica fundamentos de la psicología -en cuanto a la resolución de crisis personales- y los utiliza para entender lo que han sufrido los estados nación.
Así pues, las bases para resolver las crisis personales que todos hemos pasado sea por un pérdida, un despido o un desamor, se basan en este doce aspectos.
- Reconocimiento de estar en crisis
- Aceptación de la responsabilidad personal
- Construcción de un cercado para acotar individualmente los problemas a los que hay que dar solución
- Obtención de la necesaria ayuda material y emocional de otros individuos o grupos
- Adopción de otras personas como modelo de resolución de problemas
- Fortaleza del ego
- Autoevaluación honesta
- Experiencia de crisis anteriores
- Paciencia
- Flexibilidad
- Valores centrales personales
- Ausencia de constreñimientos personales
La primera duda del lector es que las personas y los países no son lo mismo.
Pero Diamond especifica que “aunque no sean directamente transferibles a los casos de crisis nacionales, sí que nos sirven como metáforas útiles a la hora de señalar otros factores relevantes para su gestión”
Los países son al final uniones de muchas personas, e implican instituciones y liderazgos. Evidentemente, estos aspectos no existen en la psicología personal.
¿Tienen los países una psicología?
La crisis nacionales
El primer caso del libro es el de Finlandia, que tras años complicados logró una estable relación con Rusia. Pese a las múltiples guerras que tuvieron ambos en la Segunda Guerra Mundial, Finlandia no llegó a ser ocupada a diferencia de otros países. Consciente de su debilidad en tamaño, economía y geografía respecto a Rusia, a partir de la Guerra Fría Finlandia consolidó una amistad gracias a los esfuerzos de su diplomacia por llevarse bien con la URSS; en un proceso conocido como finlandización, alabado y criticado por muchos. Para resolver esta crisis, Finlandia también consolidó una poderosa identidad nacional basada en la cultura y el idioma finlandés. Jared Diamond explica las habilidades que desarrolló Finlandia en todo aquel proceso de normalización con Rusia tras tres guerras y como se convirtió en un país del estilo escandinavo que destaca en sectores como la educación y la tecnología.
Japón, el segundo caso, es notablemente diferente. El país nipón permaneció aislado durante más de dos cientos años (1639-1853) hasta que tras negociar con los estadounidenses empezó a abrirse al mundo y a reformar su sistema con la Restauración Meiji, que supuso la adaptación de sistemas occidentales a Japón, aunque siempre respetando la cultura y la tradición del país. El fin del aislacionismo provocó profundos cambios en la sociedad japonesa, como el fin del feudalismo y la unificación lingüística. Solamente unos años después Japón crecía masivamente y más tarde estaba desarrollando una política imperial en el continente asiático, librando guerras con China, Corea y Rusia, y años más tarde siendo partícipe de la Segunda Guerra Mundial, que le supuso grandes pérdidas. Desde la Restauración Meiji Japón ha tenido que combinar el tradicionalismo y la occidentalización, además de lidiar con victorias y catástrofes nacionales. Esos años fueron fundamentales para la formación del Japón moderno. Hoy en día es uno de los países más avanzados, con el tercer PIB y la mayor esperanza de vida del mundo.
El tercer caso es Chile, que como los ejemplos anteriores tiene un componente militar muy importante en el desarrollo de sus crisis y su identidad nacional. Los chilenos históricamente presumían de su tradición democrática en comparación al resto de América Latina, hasta que tras la llegada al poder de Allende y sus políticas izquierdistas, un militar llamado Pinochet realizó un golpe de estado, seguido de 17 años de dictadura y cruda represión a los comunistas, además de contar con el apoyo de Estados Unidos y los Chicago Boys (Friedman y sus secuaces). La situación con Allende fue quizás alarmante, pero el periodo pinochetista, pese a “revivir” la economía del país con políticas neoliberales, tuvo una criminalidad sin precedentes. Ese es uno de los dilemas chilenos, la interpretación de la historia; el debate entre la economía y el pinochetismo. Pese a esta convulsa etapa, Chile sigue adelante intentando curar sus heridas, hoy en día marcado por las protestas contra el gobierno de derechas de Sebastián Piñera, tras años con Bachelet (izquierda) al poder.
El cuarto caso es Indonesia, el país más pobre y poblado (sin contar Estados Unidos) de los ejemplos escogidos. La historia de Indonesia es relativamente reciente, y su identidad nacional se crea mediante la unión de las diferentes islas de los archipiélagos controlados por el imperio neerlandés (conocido anteriormente como las Indias Orientales Neerlandesas) y la adopción de un idioma común (la bahasa indonesia, fácil de aprender). Así pues, el estado nación se crea en 1945 mediante una revuelta anticolonialista contra Holanda, con Sukarno al mando, instaurando una “democracia guiada”. Unos años más tarde, existían en Indonesia tres fuerzas políticas principales; los partidarios de Sukarno, los militares y los comunistas. Se comenzaron a producir tensiones, y el nuevo líder Suharto, tras un fallido intento de golpe de los comunistas (hay muchas incógnitas al respecto) empezó una brutal represión que se saldó con la vida de 500.000 indonesios comunistas. A su vez, Suharto, que se mantuvo en el poder hasta 1998 siendo un aliado de Occidente, aprovechó para liberalizar la economía y hacer diferentes reformas. Desde entonces, Indonesia es una democracia y una potencia emergente.
En quinto lugar tenemos a Alemania, un estado tardío (mitades XIX) en comparación al resto de Europa occidental que, además, perdió la Segunda Guerra Mundial y quedó dividida en dos partes, el bloque capitalista (RFA) y el bloque comunista (RDA). Su geografía es uno de sus grandes condicionantes, ya que se sitúa en el centro de Europa y es propensa a invasiones. En Alemania la crisis reside en el dramático reparto y división de las tierras alemanas tras la guerra, y la memoria de ésta y del nazismo, de la cuál Alemania ha hecho un gran ejercicio de autocrítica en comparación a Japón. Alemania tiene un debate entre su autoritarismo y su eterno respeto al verboten (lo prohibido). Su convulso siglo XX, marcado por dos guerras mundiales y la división del país, supuso un cúmulo de errores que ha llevado a una autorreflexión constante. Tras la caída del comunismo (1989-1991) el país se unificó y hoy en día es, de nuevo, una de las principales potencias en el mundo.
El sexto y penúltimo caso es Australia, en el que su crisis reside en la búsqueda de la identidad nacional mediante el rechazo (parcial) a ser una mera avanzadilla británica. Hasta prácticamente la Primera Guerra Mundial, Australia era básicamente una paradisíaca y gigantesca isla en la que vivían británicos, pero que tras la famosa batalla de Gallipoli, en la que murieron miles de australianos contra los turcos, se comienzan a formular vestigios de nacionalismo australiano. El estado nación australiano comenzó a abrirse al mundo después de la Segunda Guerra Mundial, en la que se siente traicionada por el Reino Unido por cuestiones militares. Después de eso, Australia cambió sus formas de vida, su comercio y sus intereses, y recibió más inmigración, aunque siempre se ha mantenido en la Commonwealth.
Tras el análisis de estos seis países (más Estados Unidos), Diamond transforma los puntos de la crisis personal en crisis nacional, sustituyendo al individuo por el país. Al igual que las personas, los países tienen una psicología (mucho más compleja) que puede ser tratada si se consideran estos doce aspectos.
- Reconocimiento de estar en crisis
- Aceptación de la responsabilidad personal del país
- Construcción de un cercado para acotar individualmente los problemas a los que hay que dar solución
- Ayuda de otros países
- Adopción de otros países como modelo de resolución de problemas
- Identidad nacional (Fortaleza del ego)
- Autoevaluación honesta
- Experiencia de crisis nacionales anteriores
- Paciencia ante fracasos nacionales
- Flexibilidad nacional ante casos específicos
- Valores centrales nacionales
- Ausencia de constreñimientos geopolíticos
De acuerdo a estos principios, cualquier país del mundo podría analizar su propia situación crítica, aunque el presente muchas veces nubla la mente y la historia enseña a ver con perspectiva.
Diamond demuestra que, al fin y al cabo, para que un país funcione sus habitantes tienen que creer en él de una manera casi mística, con una unificación cultural y lingüística llena de mitos, sean los malvados comunistas, los traidores británicos o los colonialistas holandeses. Los países y sus identidades nacionales se crean, en la mayoría de casos, a través de guerras y enemigos externos.