Agosto 2015
A diferencia de su hermana mayor Varsovia, Cracovia posee más encanto, tiene un centro histórico más conservado y agradable, y tiene muchos más turistas. La ciudad no alcanza el millón de personas. Resultaba una ciudad muy bonita, agradable y coqueta, con el río Vístula más pequeñito, que se mostraba perfecto para dar un paseo; se respiraba otro ambiente, más burgués, universitario, fiestero y católico.
Cracovia fue la capital del país en la época medieval. El centro histórico está rodeado por unas preciosas murallas. El castillo de Wawel, antecesor de la ciudad, es posiblemente el monumento más famoso, pero no pagué su elevado precio.
En esos momentos ya comenzaba a estar harto de tanta religión, tanto por la intensidad polaca como por mi ateísmo, pero la historia está impregnada de religión y es necesario entender su desarrollo para conocer la cultura polaca. De hecho, Polonia es el país más católico de Europa, de lo cual están muy orgullosos. No conseguía aclararme entre cristianos ortodoxos, protestantes y católicos, sumándole el judaísmo.
Al igual que en la capital, en Cracovia también hacía una comunidad judía importante, y por ende también albergó un gueto judío en los años 40. A tan sólo una hora se podía visitar el desolador complejo Auschwitz-Birkenau, el mayor campo de muerte que jamás ha existido. Por unos 30 euros se puede hacer una visita guiada de más de cuatro horas, con bus y guía incluida por Auschwitz y por Birkenau. Se calcula que asesinaron a 1 millón de personas. La famosa historia del empresario alemán que salvó a 1100 personas, llevada al cine de la mano de Spielberg en la película “La lista de Schindler”, también ocurrió en Cracovia.
Anduve de huésped en un hostal extremadamente céntrico con ambiente juvenil, en una habitación enana en la que convivimos 8 personas, con unas camas que pinchaban. Nunca había estado en un hostal tan caótico y fiestero, y más sumando el hecho de que habíamos llegamos a las 12 de la noche. Había unos chinos durmiendo en la sala principal. Esa primera noche me fue imposible dormir por la combinación de la discoteca de abajo, los borrachos y las alarmas. En un hostal-discoteca costaba llegar a la fase rem.
En Cracovia había más fiesta y una gran densidad de bares. La plaza central era gigantesca y preciosa. El Monte Kosciuszko, un extraño montículo, fue posiblemente de lo que más me impresionó.