Abril 2017
Tengo unas bambas que las compré hace como 1 año y medio y que me habían ido genial: me gustaban, eran cómodas y apenas se me rompían.
Pero un día, hace unos meses, la lengüeta se comenzó a abrir paulatinamente, hasta que a la bamba le salió una boca que hacía que no pudiese usarlas.
Además estaban sucias, por lo que su aspecto era un poco deplorable. Decidí apartarlas, pero no matarlas; las dejé en el rincón del olvido para en algún momento poder repararlas.
Mi mamá desde el primer momento me dijo que me comprase otras ya que daban asco. Yo le dije que no, que las quería arreglar poniéndole una lengüeta nueva; que lo conseguiría y que la bamba podía resurgir. No quería comprarme otras ya que creía que tenía solución, además las “sneakers” son carísimas por regla general, de mi talla me cuesta encontrar y no me gusta ir de compras.
Lo primero que hice fue meterlas en la lavadora, y la verdad es que salió bastante mejorada. Cada vez iba teniendo mejor aspecto.
Dos semanas después tomé la gran decisión: llevarla al zapatero. Me comentó que por 8 euros me la podía arreglar. Al día siguiente fui a por ella y ya estaba arreglada.
Fui a mi madre y le dije: “La dabas por perdida y ha resucitado. La historia me absolverá”. Evita comprar y si puedes reparar.
El comercio de barrio y de proximidad está para algo, sea con tus bambas en el zapatero o con la batería de tu Huawei en el pakistaní. O incluso con tu pantalón roto que te lo puede arreglar tu abuela con su alta técnica en costura.
Así que mejor arreglar que consumir, para así meterle una pequeña patada en el culo a eso que le llaman consumismo, obsolescencia y cosas del estilo.