Tras el escandoloso salario que ofrecía el festival hípster Primavera Sound, en el cual retribuían 2,5 euros/hora (cuando el festival vale 200 euros) a un estudiante de máster por realizar tareas de «coordinación para el control del funcionamiento del sistema de recogida selectiva del festival», las sorpresas siguen apareciendo en la bolsa de trabajo de la UAB.
Navegando por la plataforma virtual –únicamente accesible para estudiantes de la UAB- Treball Campus me encontré lo siguiente: ORULA, SL, Telefonista fines de semana. A primera vista un trabajo sencillo y de fines de semana. Pero sigamos adelante. ¿Qué será? ORULA, extraño nombre.
Seguí leyendo y observo que los horarios son «Sábado y Domingo de 22-06hs«, es decir, 16 horas semanales. Impactado me quedé. ¿Qué puede ser? Son unas horas bastante jodidas como para ser telefonista. Imaginaos: domingo a las 4 de la noche, estás durmiendo plácidamente y te llamo ofreciéndote un misterioso servicio. En ningún momento explican a qué va destinado el servicio.
Más aún, los requisitos. Prepárate, tienes que tener el 50% de los créditos superados en los grados de Derecho, ADE y Educación Infantil. Me estoy imaginando a un abogado dándote la tabarra mientras estás de fiesta.
Además piden que tienes que ser chica de 20-25 años indispensablemente. Yo no sé qué pensar ya, esto huele a línea telefónica erótica.
Lo último, el salario. Ofrecen 6500 euros al año y el contrato es de medio año, por lo tanto la retribución es de 3250 euros. Teniendo en cuenta que se trabaja 16 horas semanales, el salario es de 8,5 euros/hora. Dentro lo que cabe no está mal comparado con los míseros 5 euros/hora que nos pagan a muchos jóvenes ¿Qué tipo de trabajas llegan a la bolsa de trabajo de la UAB? ¿Una línea erótica?
Definitivamente, me decidí a buscar qué era ORULA, esa misteriosa empresa que ofrece un puesto de trabajo de telemarketing de 22 a 6 los fines de semana. Y no, no era una línea erótica sino un TAROT.
A raíz del cumpleaños de mi prima, hace unos días fui a un Láser Tag.
El juego, desarrollado en un laberinto oscuro no muy grande, consiste en eliminar a tus enemigos y a sus bases mediante un fusil con un puntero láser, en un periodo de 20 minutos.
Echamos un par de partidas y realmente me lo pasé genial. Pasas un rato con tensión y emoción, corres, te asustas, te matan, matas… y pasas un calor apabullante. Aunque parezca algo light, es bastante cansado físicamente ya que estás en constante movimiento.
Y a nivel mental lo es también, ya que el ambiente trepidante y desconcertante te dejan constantemente en shock. Es una actividad muy recomendable tanto para adultos como para niños.
Tenemos claro que se trata de un juego, puro entretenimiento y diversión. Pero intentemos ir más allá y veamos lo normalizada que está la guerra en la vida cotidiana. Cuando somos niños, incluso bebés, la guerra aparece como institución más en nuestra sociedad.
Desde una óptica realista la historia de la humanidad es una sucesión de guerras, conquistas e imperios.
La guerra es y ha sido uno de los motores de cambio de la historia. Sin embargo, parece que desde el Siglo XX, después de dos fatídicas guerras mundiales, la humanidad ha emprendido un viaje hacia la paz.
Es decir, la lógica de las arenas internacionales ya no es necesariamente la guerra. Pese a que el cambio sea lento y a veces poco palpable, esta conciencia pacifista va amaneciendo.
No obstante, hay muchos eventos internacionales que te niegan esta realidad. Los conflictos después de la IIGM estuvieron marcados por las guerras de proxis.
El mundo se dividía en dos bloques hegemónicos (mediante un sistema bipolar) y los conflictos aparecían en otras áreas geográficas llamadas Tercer Mundo. Estas zonas eran el lugar de disputa entre las dos superpotencias.
Con un tanque en París
Luego de la Guerra Fría (basada en la lógica de la disuasión: las bombas nucleares son demasiado peligrosas), el mundo empezó una etapa, en primer lugar, unimultipolar con el liderazgo económico y militar de Estados Unidos, y en segundo lugar, con un multipolarismo incipiente debido a la proyección económica de las llamadas potencias emergentes.
En este periodo, Naciones Unidas creyó convertirse en una especie de gobierno mundial, pero el estallido de las Nuevas Guerras y sus intervenciones fracasadas mermaron su “borrachera legislativa” y su emprendimiento en lograr un mundo más seguro y pacífico. Los idealistas años noventa acabaron, dando paso a la vuelta de la geopolítica y del realismo en la década del 2000, debido a la guerra contra el terrorismo de Estados Unidos contra esos enemigos “imaginarios” llamados terroristas.
Quince años después de eso la visión es poca esperanzadora. El auge de la extrema derecha en Europa aumenta, los populismos neoliberales avanzan en latinoamérica, Donald Trump llega a la presidencia de Estados Unidos, el terrorismo y la guerra de Siria ponen en alerta a la comunidad internacional, el cambio climático amenaza con destruir el modelo de desarrollo fósil, los gigantes informáticos controlan nuestro pensamiento… y muchos problemas más.
Y la guerra sigue allí como institución. Cada vez más sangrienta.
No parece que vaya a parar, por lo menos en mucho tiempo. La gente sabe que hay guerras, que están allí, que son complejas, que cuesta acabar con ellas y que tienen consecuencias desastrosas.
Aparecen constantemente en nuestra vida cotidiana: telediarios, videojuegos, redes sociales y un largo etcétera.
Tenemos miles de ejemplos de cómo hemos llegado a normalizar la guerra y la violencia militar.
Desde el Estado Islámico, con su dominio de las redes sociales y de Internet, que publica y promociona vídeos con atrocidades para que lleguen al mundo entero y causen alerta y odio, pasando por los videojuegos como Call of Duty y compañía, que hacen que la guerra sea fiesta y diversión, hasta cosas como el Láser Tag y el Paintball, que no dejan de ser recreaciones de situaciones de guerra.
Las guerras están ahí, todos los sabemos. ¿Pero la televisión, los videojuegos y el láser tag son puro entretenimiento? Reflejan el mundo en el que vivimos y nuestra realidad.
Las tecnologías de la violencia, de acuerdo a una exposición que asistí, “abordan las relaciones críticas del arte con la producción contemporánea de violencia y la tecnologías digitales, así como las técnicas utilizadas por el poder para ejercer su imposición a través de la violencia”.
La violencia se “configura como un imaginario colectivo, la iconografía y la simbología de la industria mediática y del espectáculo, así como de las diversas formas en las imágenes son producidas, consumidas o utilizadas por la industria bélica”.
Se llega, pues, al concepto de necropolítica o necrocapitalismo, como “sistema de producción global de muerte”. La guerra global de USA contra el terrorismo se puede plantear de acuerdo a estos términos: una imposición de la industria mediática y militar para legitimar el imperialismo norteamericano.
Tengo unas bambas que las compré hace como 1 año y medio y que me habían ido genial: me gustaban, eran cómodas y apenas se me rompían.
Pero un día, hace unos meses, la lengüeta se comenzó a abrir paulatinamente, hasta que a la bamba le salió una boca que hacía que no pudiese usarlas.
Además estaban sucias, por lo que su aspecto era un poco deplorable. Decidí apartarlas, pero no matarlas; las dejé en el rincón del olvido para en algún momento poder repararlas.
Mi mamá desde el primer momento me dijo que me comprase otras ya que daban asco. Yo le dije que no, que las quería arreglar poniéndole una lengüeta nueva; que lo conseguiría y que la bamba podía resurgir. No quería comprarme otras ya que creía que tenía solución, además las “sneakers” son carísimas por regla general, de mi talla me cuesta encontrar y no me gusta ir de compras.
Después del zapatero.
Lo primero que hice fue meterlas en la lavadora, y la verdad es que salió bastante mejorada. Cada vez iba teniendo mejor aspecto.
Dos semanas después tomé la gran decisión: llevarla al zapatero. Me comentó que por 8 euros me la podía arreglar. Al día siguiente fui a por ella y ya estaba arreglada.
Fui a mi madre y le dije: “La dabas por perdida y ha resucitado. La historia me absolverá”. Evita comprar y si puedes reparar.
El comercio de barrio y de proximidad está para algo, sea con tus bambas en el zapatero o con la batería de tu Huawei en el pakistaní. O incluso con tu pantalón roto que te lo puede arreglar tu abuela con su alta técnica en costura.
Así que mejor arreglar que consumir, para así meterle una pequeña patada en el culo a eso que le llaman consumismo, obsolescencia y cosas del estilo.
Estuve viendo el partido de España contra Rusia mientras trabajaba.
Pese a no ser un gran fan del fútbol, considero que el mundial -a la vez que opio- te puede dar conversaciones interesantes.
Antes de empezar el partido, uno de mis jefes estaba convencido de que Rusia iba pasar la eliminatoria debido a que tienen un juego duro que con el que el tiqui-taca (pronunciado con acento escocés) iba a ser inútil.
Y así fue, tras 120 minutos de intenso y aburrido juego, España perdió. El resultado sinceramente me da igual, ya que básicamente no sigo a este deporte desde hace muchos años.
Trabajando en un PUB
Lo curioso es que todo esto me hizo recordar a un comentario que me hizo un cliente español hace unas semanas, cuando se celebrara el Irán versus España.
Me dijo algo así: “cuidado con los iraníes, que están apoyados por Rusia y nos quieren joder”.
Es una afirmación muy contundente, totalmente relacionada con la paranoia respecto a todo lo que concierne Moscú.
Los británicos también son muy paranoicos con los rusos. ¿Qué pasará pues si los rusos ganan a los ingleses?
El fútbol me da igual. Pero la política internacional me encanta.
Hoy en día echo de menos ese ambiente universitario que tanto veo por Edimburgo. Son al fin y al cabo jóvenes felices que viven en una burbuja que acaba explotando cuando toca enfrentarse a cuestiones mayores, a eso que le llaman “la vida”.
De alguna manera ese sentimiento respecto a los universitarios es una mezcla entre rabia y envidia (aunque siempre hay excepciones, como gente que tiene que pagarse los estudios o que directamente no puede acceder por temas económicos).
Lo importante es conservar el espíritu de este niño.
Quizás por lo que fui y que ahora no soy, ya que me encuentro sirviendo pintas, estudiando inglés y entrenando, en una situación completamente distinta.
La vida son idas y venidas, y habrá momentos en los que te encontrarás mejor y peor. Aventurear y buscarse la vida por ahí es siempre un riesgo, ya que cuando empiezas nunca sabes cuándo vas a terminar. Además supone un enorme esfuerzo.
Pero ante todo voy poniéndome metas, unas a corto plazo y otras a largo. Intrepreto, al fin y al cabo, que cada etapa y cada meta de la vida tiene un propósito. No hablo del destino. Pero sí que creo que se debe dar un cierto misticismo a “la vida” y seguir palante sea como sea, en la situación que sea y dónde sea.
El límite entre la utopía y la realidad muchas veces es más pequeño de lo que creemos. El debate entre asentarse y alocarse, entre planear el futuro o disfrutar el presente. O del de si los milenials somos unos cobardes o unos liberales.
Y de cuanto nos pesa el miedo para tomar decisiones.
Ahora mismo estoy feliz y contento, o por lo menos cada vez más. Y el directo, me guste o no, determina demasiado.
Dominar el inglés se ha vuelto casi una obligación en las últimas décadas. Al convertirse en la lingua franca, saber utilizar dicho idioma sirve para comunicarse a nivel internacional. Además, cada vez más es una exigencia para muchos trabajos, desde el creciente turismo hasta profesiones cualificadas. Por el momento, el inglés será siendo la lengua más importante del mundo, aunque no la más utilizada por hablantes nativos, solamente superada por el chino mandarín y el español.
Estudiar inglés es una odisea. Muchos de nosotros llevamos estudiándola muchos años como materia obligatoria en la escuela, sumándole las horas de academia privada dedicadas. Algunos lo acaban aprendiendo de Erasmus o viajando, y otros de ellos mediante el estudio o la pasión de la lengua. Pero la gran mayoría no consigue avanzar, o en el caso que lo haga, se acaba estancando. La cuestión es que todo el mundo se queda en ese famoso nivel medio de inglés que tanto ponemos en nuestros currículums.
De hecho, este es uno de los motivos por los que me fui a vivir a Edimburgo. Estancado en un nivel medio-alto de inglés, tenía ganas de pegar un avance importante y quitarme esos miedos que me reconcomían. Además, como estudiante (y estudioso) de las relaciones internacionales, dominar idiomas se convierte en una tarea indispensable. Tras llevar unos meses viviendo en Edimburgo me gustaría comentar algunos aspectos importantes sobre el idioma.
Una vez leí en Twitter algo así:
“Hay dos tipos de españoles. Los que estudian inglés y los que no saben inglés”.
Esta idea es básica y muy acertada. O estudias inglés, sea mediante academias, estudios, lecturas, series o etcétera, o tu nivel irá descendiendo gradualmente. Por mucho que consigas un nivel alto de inglés, si no lo practicas lo perderás. Por ello, en primer lugar necesitas estudiarlo durante años para adquirir buenas facultades; y segundo, necesitas seguir estudiándolo para no perderlo.
España es uno de los países con peor nivel de inglés de Europa. Siempre se dice que tenemos el peor nivel de Europa, pero es parcialmente mentira, ya que franceses o italianos tienen prácticamente los mismos problemas para desarrollarse con la lengua. Se muestra en el siguiente gráfico.
Más allá de eso, ¿porque los países del norte de Europa tienen mejor nivel de inglés que España, Italia o Francia? Pese a que no sea una regla unívoca, una posible explicación es el origen de la lengua. En el mapa a continuación se muestra la distribución de las lenguas indo-europeas, en el que podemos ver una brecha entre las lenguas germánicas (rojo) y las lenguas latinas (amarillo). Esto quiere decir que dichas lenguas pertenecen a la misma familia u origen, y por lo tanto son más parecidas entre sí, compartiendo estructuras comunes.
Fuente: Wikipedia
Es decir, para un hablante nativo de español le será siempre más fácil dominar una lengua latina, sea el italiano o el francés. Hay grandes diferencias entre estas familias lingüísticas. Por ejemplo, “gato negro” en inglés se dice “black cat” y en alemán “schwarze katze”. Es decir, el adjetivo “negro” va antes que el nombre. Mientras que en francés “chat noir” y en italiano “gatto nero”, siguiendo la misma regla que el español. Las lenguas germánicas obliga a los hablantes latinos a cambiar nuestra mente constantemente.
A pesar de todo, no todo es una cuestión de origen lingüístico.También es importante señalar la cuestión política. Un idioma, al fin y al cabo, es la base de la cultura. Una cuestión relacionada con nacionalismo e intereses. El español, como lengua con proyección internacional y con más de 700 millones de hablantes nativos, busca su hueco en las relaciones internacionales. Un idioma es una política exterior, una proyección de tus intereses hacia otros lugares.
Pero también es una política pública. Bien es conocido el método portugués: no doblar las películas. Gracias a eso, los portugueses han logrado un nivel de inglés superior que sus colegas españoles, franceses e italianos. Portugal, como país pequeño, se ve necesitado de tener una segunda lengua para tener más proyección internacional.
Como hemos visto, el inglés se ha convertido en una herramienta de integración en las relaciones internacionales para los no nativos en la lengua. Pero para los países anglosajones supone una herramienta de dominación. La lingua franca es política exterior.